Santos dijo que él tenía “la llave de la paz”, la giró en la cerradura de la guerra y con ella abrió la puerta de la negociación política con las FARC y está a punto de hacerlo con el ELN. Esa llave le ha dado un buen resultado hasta ahora.
Pero hace falta otra llave para que los acuerdos con las guerrillas abran las demás compuertas que se requieren para una paz verdadera. Porque las cerraduras que se deben abrir para llegar hasta allá no son sólo las de la guerra. También hay otras que durante décadas han estado clausuradas por el odio y la exclusión: las del sistema, las de los medios de comunicación, las de la cultura política, las de las élites, las de la sociedad en general.
Sin abrir la cultura política no se podrán reconocer ni valorar las riquezas que encierran la diversidad y la pluralidad de este país: los trabajadores, las mujeres, los indígenas, los negros, los campesinos, las clases medias, los pobres de las grandes periferias urbanas, sus culturas y economías populares, sus distintas opciones sexuales.
Sin una apertura en los medios de comunicación no se podrá superar el discurso dominante y excluyente, su verdad oficial, conocer los otros relatos de la paz y de la guerra, las diferentes versiones, lo que piensan los otros y las otras.
Y sin desbloquear el sistema político tan cerrado que tiene este país, sin entreabrir siquiera una pequeña luz, algunos cambios, los acuerdos logrados con la insurgencia no se podrán materializar ni mantener. El paramilitarismo que está creciendo en los territorios como maleza, los altavoces del odio, de la venganza y del miedo que truenan a diario por los medios son trancas muy poderosas que refuerzan esas cerraduras. ¿Cómo abrirlas?
La de Santos ha sido una llave eficaz y hacemos fuerza para que le funcione igual con el ELN. Pero esa es la llave de la paz desde arriba.
La otra llave que necesitamos es la movilización social por la paz. La Marcha Patriótica, el Congreso de los Pueblos, las iglesias y muchas ONGs vienen trabajando fuerte por esta causa. Alegría, solidaridad y apoyo es lo que debemos sentir frente a sus esfuerzos y avances. Sin embargo, como movilización social propiamente por la paz, apenas está surgiendo, aún no despliega toda su potencialidad, no se articula, no se visibiliza, no coge la fortaleza que requiere. Eso lo muestra lo que va corrido desde el inicio de las negociaciones: no se convierte en esa palanca potente capaz de remover los miedos al cambio y levantar un gran oleada que haga sentir su presión ante el gobierno, ante las FARC y el ELN, apoye los acuerdos firmados en la mesa y los haga ir más allá. Esos avances aún no son la garantía, la principal garantía, de que los acuerdos se vayan a cumplir y abran un nuevo ciclo de cambios y reformas. Y resulta que esta es la llave de la paz desde abajo. Que esa sí es la llave maestra.
El pueblo y sus movimientos sociales autónomos son quienes pueden usar o hacer funcionar esta llave y para estimular esa urgencia y que cunda la movilización, quizás habrá que ceder a las tentaciones de dirigirlo todo, de darle nuestra forma a lo que nace desde abajo, ser menos acartonados, celebrar y apoyar las iniciativas civiles por sencillas y locales que sean, dejarlas que desarrollen sus propias potencialidades. Quizás la gente de los abajos, después de tanto ser engañada y apaleada, ya no está para dejarse encasillar, distinguir entre tantas siglas, ponerse una etiqueta. Tal vez lo mejor es facilitar y fomentar los flujos de la inconformidad, la indignación y los movimientos. Esas resistencias que siempre están ahí y a veces no sabemos ver ni valorar.
El año 2016 y los que siguen serán de una grave crisis económica y un acrecentamiento del déficit fiscal dentro de la crisis sistémica mundial. El poder de las élites financieras dirá que no hay dinero para cumplir los múltiples acuerdos, que es obligatorio hacer ajustes, rebajar el gasto social, reducir aún más los salarios y que no se puede renunciar al modelo extractivista minero energético. Y cambiará el relato de la paz para defender sus privilegios y el saqueo de las multinacionales a los bienes comunes de la Orinoquía, la Amazonía y el Pacífico,
tergiversará todo lo pactado y botará esa llave de la paz porque ya no la necesitará. Tal vez se considerará en ese tiempo que era un mero gancho, un ganzúa.
Si somos incapaces de levantar ahora esa otra otra llave, si nos conformamos con la débil movilización social por la paz que tenemos hasta ahora, la paz desde abajo no podrá emerger, ni desempeñar su papel; los gobiernos y sus partidos considerarán cumplidas sus objetivos y generalizarán el miedo a las transformaciones. Entonces tendremos unos posacuerdos sin cambios, sin reformas, con poca justicia y sin una apertura real de la democracia.
Aún tenemos tiempo de que ese no sea nuestro destino.
José Aristizábal G.
Investigador Social y Coordinador del observatorio del conflicto armado y el pos conflicto de la Corporación Nuevo Arco Iris