Los estudiantes de Tunja: una tragedia que se veía venir

Foto: archivo particular

El año pasado el movimiento estudiantil hizo que el país volviera la cara a las universidades públicas cuando puso en jaque al gobierno de Juan Manuel Santos y frenó la reforma de la Ley 30 de Educación Superior. Ese movimiento estudiantil, pacífico e inteligente, logró el respaldo casi absoluto de la sociedad colombiana. Sin embargo este año el clima político es otro.

Los hechos ocurridos la semana anterior en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia en los que falleció el estudiante Edwin Ricardo Molina y quedaron mutilados varios estudiantes más, ponen de manifiesto que el debate sobre la ley 30 va más allá de la calidad y la cobertura de la educación.

Según el análisis que realizaron los docentes de la Escuela de Ciencias Sociales, a la que hacía parte el joven fallecido, estos acontecimientos se veían venir, pues la UPTC ha protagonizado más de 36 tropeles entre febrero del año pasado y lo que va corrido de este; se han incrementado de manera preocupante el número de grupos llamados radicales, y el uso de explosivos de mayor poder de destrucción, se ha generalizado considerablemente, con la aceptación del estudiantado. A eso se suma una creciente estigmatización por parte de un sector de la sociedad tunjana y boyacense.

Que en menos de una semana en Bogotá y Tunja hayan ocurrido incidentes fatales con explosivos que involucran a estudiantes universitarios demuestra que hay un malestar profundo y no se trata de hechos aislados.

Los hechos del martes 20 de marzo

Los rumores ya se escuchaban… ¡va haber tropel! Decían los estudiantes entre dientes desde muy temprano en la mañana. Ese día, justo como todos los años, se conmemoraba un aniversario más del asesinato de Tomás Herrera Cantillo quien era también estudiante de la licenciatura de Ciencias Sociales de esta misma universidad. A Tomás Herrera cantillo lo asesinó el establecimiento un 18 de marzo de 1987 en confusos hechos que años después serían aclarados, hallando responsable al Estado y obligado a indemnizar a sus familiares.

Ese día, como a las 10:15 se escuchó la primera de una seguidilla de estallidos causados por papas bomba en la plazoleta central. Así se confirmaba lo que todos ya sabían. Al compás de estos estallidos se alinearon en el patio central entre 20 y 25 encapuchados, gritaron consignas y anunciaron que el tropel se hacía por dos razones: por la conmemoración de la caída de Tomas Herrera Cantillo y por la situación administrativa de la universidad que aún no terminaba de legalizar los contratos a muchos docentes ocasionales. También hicieron unos grafitis en los que se saludaba al máximo comandante de las FARC, el ya fallecido Alfonso Cano y arengaron por la liberación nacional. Al terminar ese acto se dirigieron hacia la puerta principal. ¡A su llegada arreció el tropel!