Foto: ‘Don Berna’, a la derecha, durante la desmovilización de las AUC. Al centro alias ‘Cuco Vanoy’ comandante del Bloque Mineros. / Archivo Arcanos, cortesía Semana.
La Oficina, el grupo que durante años ha sido el dueño del crimen en Medellín, tiene nuevos jefes: “Sebastián” y Los Rastrojos. La historia de cómo se convirtieron en los nuevos capos de la ciudad empezó a escribirse en 2008, el año clave de la reconfiguración del poder delictivo en el Valle de Aburrá.
En mayo de ese año, cuando Alonso Salazar apenas llevaba cinco meses como alcalde de la ciudad, sorprendió con una grave denuncia que hablaba una vez más de connivencia entre altos funcionarios del Estado con grupos ilegales. En ese momento Salazar dijo que los paramilitares desmovilizados que se habían organizado en la Corporación Democracia habían montado un complot en su contra y querían derrocarlo de su cargo. Según Salazar, en esa sucia jugada estaban involucrados el entonces director de fiscalías de Medellín, Guillermo Valencia Cossio, y el General Marco Antonio Pedreros, quien había sido comandante de la Policía Metropolitana, primero y director de la Regional seis de ese organismo, cuya jurisdicción abarca Antioquia, Córdoba y Chocó.
La denuncia de Salazar coincidió la extradición de Diego Fernando Murillo Bejarano, alias ‘Don “Berna”’, el hombre que durante una década había controlado el mundo mafioso barrio por barrio, cuadra por cuadra.
En los años 80 “Don “Berna”” fungía como el hombre de confianza de los hermanos Fernando y Mario Galeano, miembros destacados del Cartel de Medellín, socios y amigos de Pablo Escobar. Pero en 1992, mientras Escobar estaba recluido en la cárcel La Catedral, se enteró de que los Galeano y los hermanos Moncada le había robado 20 millones de dólares, y entonces los asesinó en la propia prisión. ‘“Berna”’ sobrevivió a este sangriento ajuste de cuentas y se convertiría en uno de los fundadores del temido grupo Perseguidos por Pablo Escobar (Pepes), que emuló en crueldad al gran capo y que terminó entregando información clave para que la Policía lo matara el 2 de diciembre 1993. Desde entonces era vox populi que la Policía (y también la Dea) se había aliado con un sector de la mafia para destruir a su mayor adversario.
A propósito de la controversia que ha generado la publicación de un reportaje sobre los sicarios de Medellín en el diario El País de España, Arco Iris publica un informe especial en tres entregas sobre cómo “Sebastián” y Los Rastrojos se convirtieron en los nuevos capos del crimen en la ciudad y el papel que tuvieron miembros corruptos de la Policía en todo ello. Primera parte.
Después de la caída de Escobar, ‘“Berna”’ quedó como amo y señor de la criminalidad en Medellín y terminó dirigiendo la Oficina de Envigado durante una década tenebrosa en la que derrotó tanto a las milicias guerrilleras (en alianza con el Ejército en la famosa Operación Orión), como a un sector paramilitar, el de Doble Cero, que se oponía a sus métodos mafiosos. Para sorpresa de muchos, “Berna” apareció en el proceso de paz de las AUC fungiendo de comandante paramilitar y supuestamente se desmovilizó en 2003. Pero eso no impidió que en 2008 fuera extraditado a Estados Unidos junto a toda la cúpula de las AUC, donde purga una condena de 30 años por tráfico de drogas. Para entonces su poder corruptor había permeado muchas esferas de la vida de Medellín.
Por eso cuando el alcalde Alonso Salazar denunció el contubernio que existía entre algunos altos funcionarios y la mafia no estaba equivocado. De hecho, Valencia Cossio fue detenido y condenado a 15 años de cárcel por concierto para delinquir (por favorecer a una banda criminal de Urabá) y el general Pedreros renunció a su cargo por petición del entonces presidente Álvaro Uribe en medio de un bochornoso escándalo.
Pero el manto de duda que rodeaba a un sector de la Policía no paraba allí. En la Policía Metropolitana de Medellín el general Dagoberto García tenía entre su círculo de confianza al agente Edilson García Higuita, quien le manejaba el carro y le contestaba el celular; mientras mantenía línea directa con Hernán Darío Giraldo, alias ‘Cesarín’, uno de los capos de La Oficina.
Esta relación salió a flote después de la muerte del empresario del chance Argemiro Salazar, cuando la Fiscalía encontró que el agente le suministraba a “Cesarín” –quien ordenó el asesinato de Salazar- información clave sobre operativos policiales que se planeaban en Medellín.