Fotos: revista Semana
Con el regreso a la libertad del grupo de diez uniformados termina el proceso de liberación de políticos, militares y policías capturados por las Farc desde el gobierno de Ernesto Samper y que han sido liberados a cuenta gotas gracias a las gestiones de la excongresista Piedad Córdoba, quien inició esta cruzada en agosto de 2007. Desde entonces han recuperado la libertad más de 30 personas por su labor facilitadora, y otro tanto en rescates de la fuerza pública.
Dos mujeres han sido protagonistas de una incansable batalla por el regreso de los militares y policías que las Farc mantuvieron en cautiverio por 14 años.
Piedad Córdoba se convierte en una ganadora en este proceso, muy a pesar de que en el camino perdió su curul y fue sancionada por la Procuraduría General de la Nación por 18 años durante los cuales no podrá acceder a cargos públicos. La otra gran ganadora es Marleny Orjuela, presidenta de la Asociación de Familiares de Policías y Militares secuestrados por las Farc, Asfamipaz, quien se vinculó a esta causa cuando un primo suyo cayó en poder del grupo guerrillero después de la toma a la base de Miraflores en Guaviare. Ambas unieron esfuerzos para que las liberaciones lleguen a un feliz término, como parece estar ocurriendo.
Amores y odios por Piedad Córdoba
No conoce las aguas tibias. Piedad Córdoba suscita amores y odios y en estos años, por cuenta de las Farc, se ha convertido en una de las personas más controvertidas del país. Esta mujer afrodescendiente se inició en la política a principios de los años 80 de la mano de William Jaramillo, un liberal antioqueño que en aquella época luchaba por quitarle el dominio burocrático del departamento a Bernardo Guerra Serna, el mayor cacique electoral de la región. Mientras estudiaba en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, participaba de grupos de teatros de izquierda, hecho que la marcó ideológicamente y que luego le serviría para alimentar el discurso con el que buscaría los cargos de diputada de la Asamblea de Antioquia, representante a la Cámara y senadora.
En su paso por la Cámara, elegida por el Partido Liberal en compañía de la cuestionada y fallecida parlamentaria Marta Catalina Daniels, integró el grupo de parlamentarios liberales que apoyaron y defendieron al presidente Ernesto Samper Pizano en medio del mayor escándalo que ha rodeado a la Casa de Nariño: “el Proceso 8.000”. Su papel la catapultó como codirectora liberalismo de ese entonces.
Su primer proceso de facilitación para liberar secuestrados lo hizo a finales de los 90 cuando el ELN secuestró a un grupo de personas en la iglesia de la María en el Valle del Cauca. Se metió de lleno a los temas humanitarios y de paz durante la época del presidente Pastrana, pero fuera de la alianza del gobierno. Las periódicas visitas que realizaba a la cárcel de Itagüí a entrevistarse con los guerrilleros presos, especialmente con Francisco Galán del ELN; casi le cuestan la vida, pues Carlos Castaño la secuestró y tenía la expresa intención de matarla por este motivo. La liberación, luego de múltiples gestiones, la llevaron al exilio por unos meses en Canadá, de donde regresó a su curul en el Senado.
Al mismo tiempo, empieza su batalla para ganar espacio en el Partido Liberal. Cuando Horacio Serpa Uribe se va como embajador de Colombia ante la OEA, el Partido Liberal nombra una dirección colegiada de la que hace parte Córdoba y durante seis meses actúa como presidenta. Su gestión fue muy controvertida por sus copartidarios, especialmente porque en ese lapso adhirió a la candidatura de la izquierda para la alcaldía de Bogotá, en cabeza de Luis Eduardo Garzón, sin consultar al directorio liberal de Bogotá que había escogido como candidato a Jaime Castro en elecciones internas. En aquella época Córdoba se destacó en el Congreso por debates contra el paramilitarismo y contra el ministro conservador Fernando Londoño, por las acciones de Invercolsa.
Piedad Córdoba luchó a brazo partido contra quienes coqueteaban con el gobierno de Álvaro Uribe. Tuvo fuertes enfrentamientos con Juan Fernando Cristo y luego con toda la corriente gavirista cuando el ex presidente César Gaviria llega a la presidencia del Partido Liberal con la consigna de “oposición constructiva con independencia crítica”. Es entonces cuando Córdoba se declara en oposición abierta al gobierno de Uribe y dio la primera alerta en el recinto del Senado sobre las anomalías del proceso de paz con las autodefensas.
Con Gaviria como jefe único del liberalismo, Piedad Córdoba armó una disidencia dentro de la colectividad llamada “Poder Ciudadano”, pero ésta solo tuvo vida durante su campaña para regresar al Senado.