Timoleón Jiménez: ¿el hombre de la paz?

Foto: archivo revista Arcanos / Cortesía Semana

Su relación con Manuel Marulanda era especial. Se dice que cuando Marulanda quería poner un tema en el secretariado, utilizaba la expresión “voy a escribirle a Timo”. Él era el primer  destinatario de sus iniciativas y siempre un fiel socio para promover los debates dentro de la organización.

Muchos de su generación lo recuerdan como el primer director de la Escuela Nacional de Cuadros Hernando González Acosta, en la que se formaron quienes se pondrían al frente de la expansión de las en el norte y occidente del país. Junto a él estaba también Pastor Álape. Por aquella escuela pasaron no menos de quinientos mandos militares y políticos entre 1984 y 1990, con los que Jiménez trabó amistad, o se convirtió en su guía. Como maestro, los guerrilleros lo recuerdan como claro y directo; y desde entonces mostró especial interés en la inteligencia y la contrainteligencia.

El secretariado que había sido definido en la VII Conferencia sufrió bajas sensibles: Jaime Guaracas salió enfermo para Cuba, mientras Efraín Guzmán y Joselo Losada fueron sancionados. Por eso en 1985, cuando tenía apenas 26 años, Jiménez se convirtió en el miembro más joven de ese organismo. Su figura no deslumbraba como la de Marulanda, Jacobo Arenas o Alfonso Cano, pero estaba cerca de ellos, observaba y  participaba de los intercambios con políticos de primera línea que visitan de manera frecuente el campamento de La Uribe.

Pero de la política pasó en poco tiempo al corazón de la guerra. En el año 88, cuando se conformó el Bloque Oriental con todas  las estructuras guerrilleras de Meta, Guaviare y Cundinamarca, Jiménez fue nombrado como su primer comandante.

En diciembre del 90 le correspondió organizar el repliegue de todas las estructuras durante el bombardeo a Casa Verde ordenado por el presidente César Gaviria, y la defensa del territorio atacado. Sus coequiperos eran Jorge Briceño (Mono Jojoy) y Pastor Álape.

En 1993 su liderazgo se había consolidado, por eso la VIII Conferencia, que se desarrolló en El Duda, lo ratificó como miembro del secretariado y lo designan como comandante del Bloque del Madalena Medio –que integra regiones de Santander, Norte de Santander, Sur de Bolívar y Antioquia-, una zona donde las FARC han sido duramente golpeadas y donde otro comandante guerrillero, el también quindiano Braulio Herrera, ha enloquecido y sufrido duros reveses. Con este antecedente Jiménez y Álape se instalan allí y hacen repuntar el Bloque hacia mediados de los 90.

Tuvo una presencia discreta en el proceso de El Caguán y al romperse el proceso volvió al Catatumbo que es la zona donde se siente más a gusto. Se mueve con pocas personas, todas ellas conocidas desde los años 80, cruza la frontera y se mueve en las redes construidas  durante treinta años al lado venezolano.

Ahora Jiménez cierra el largo capítulo de los rehenes y el nunca logrado canje, encabezó la decisión de abandonar la práctica del secuestro, que ya había iniciado por Alfonso Cano, y hoy se proyecta como el comandante que llevará a las FARC hacia un eventual acuerdo de paz; o hacia una derrota definitiva, que puede ser demorada, pero segura.

/ Luis Eduardo Celis

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