El pasado 3 de mayo el comité ejecutivo de la CUT, mediante la votación más estrecha (mitad más uno de los votos), removió a su presidente, Tarcisio Mora, e hizo cambios en otras responsabilidades que afectaron visiblemente al sector de derecha (proveniente más que todo del poderoso sindicato del banano, Sintrainagro).
Tarcisio ha hecho docencia y política partidaria toda su vida, inicialmente en las filas del oficialismo liberal de su pueblo, San Bernardo (Cundinamarca), donde posteriormente fue concejal de la UP, y la Asamblea Departamental lo condecoró con la medalla del mérito. En 1998 la Fecode adoptó la elección directa de sus dignatarios (como ya lo había hecho la CUT). En 2008 Mora fue escogido como presidente de esa federación, pero no transcurrieron dos años cuando una coalición de sus opositores lo obligó a renunciar el cargo. Su primer lanzamiento al Senado lo hizo sin el aval de su partido, el PC, y eso le mereció el retiro de las filas, y en 2006 y 2010 la votación no le alcanzó para ser senador. Estudió Educación Física, Matemáticas (U. Incca) y educación de adultos (U. San Buenaventura), y es abogado dela U. Autónomade Colombia. Creó el movimiento Nueva Opción y en 2004 obtuvo la segunda votación más alta para la dirección nacional de la CUT, de la cual fue elegido fiscal. En ese momento ya había creado en Bogotá una cooperativa de trabajadores y educadores de Cundinamarca que manejaba un plan de vivienda popular y una sede vacacional en Fusagasugá y contaba con espacio radial, periódico y grupos folclóricos. La agrupación tenía trabajo político y núcleos organizados en Amazonas, Caquetá, Huila, Nariño, Tolima, Valle, Bolívar, Atlántico, Santander, Norte de Santander, Cundinamarca.
No estamos hablando, pues, de liderazgos sindicales a la antigua, cuando los líderes se jubilaban y, si acaso, hacían sus últimos ejercicios públicos en las agrupaciones de pensionados. La crisis de nuestro sindicalismo ha crecido de tal manera, que hasta los sectores menos afectados por ella, como el magisterio, pagan ahora también su cuota.
Fecode apareció en 1959 y durante decenas de años menospreció su pertenencia a cualquier cuerpo confederal. Desplegaba tanto o más actividad que las cuatro confederaciones sindicales que funcionaron hasta 1986, cuando se formó la CUT como resultado de la crisis del sindicalismo patronalista. La Constitución de 1991 acabó con la extravagante prohibición de adelantar labores políticas que pesaba sobre los sindicatos de trabajadores, y Fecode aprovechó a fondo el cambio. Sus líderes sindicales operan desde entonces como “maestros en comisión”, que gozan de permiso sindical permanente y siguen devengado su sueldo como docentes. Algunos maestros afirman que casi ninguno ha vuelto a entrar en un aula escolar, aunque sea de visita.
Hacia el año 2008, cuando se presentaron las últimas elecciones directas para las direcciones de la CUT, el conjunto de directivos sindicales históricos del magisterio había crecido grandemente, y como los fueros no alcanzaban para cubrir todas las aspiraciones de las filas magisteriales, se volcaron sobre la oferta abierta para integrar los cuerpos directivos nacionales de la CUT, particularmente la Junta Directiva Nacional (más de sesenta miembros) y el poderoso comité ejecutivo nacional (21 cupos). Como era de esperar, la enorme votación magisterial copó los espacios de dirección de la central.
El resultado ha sido que en la central unitaria solo la Fecode brilla con poder sindical decisivo. En el comité ejecutivo ocupa 14 del total de 21 puestos (el 66,7%). El sector industrial está representado solo por tres (el 14,4%) y la agroindustria por dos (el 9,5%). El mundo de la Salud Pública y la administración del Estado, que comandó la agitación laboral entre los años 60 y 80, tiene apenas dos representantes. Por lo demás, el sindicalismo del sector público cuenta con 16 puestos (76%) y el privado apenas con 5 (24%). Esa es la proporción de las fuerzas sindicales y políticas en el seno de la central más democrática y tolerante del país. Y ese es el espejo de la crisis del sindicalismo colombiano.
El sindicato magisterial es un acervo cercano a los 300.000 votos (sin contar los correspondientes a las familias de los educadores) que elige a senadores, representantes, concejales y ediles en todo el país. Ellos conforman la mayoría de las bancadas del PDA, por ejemplo. Objetivamente, es posible que ese conglomerado sea el menos interesado en que cambien las cosas, tanto en el sindicalismo como en el PDA.
Desde luego, el magisterio –uno de los sectores sindicales más victimizados del país– no tiene la culpa de la destrucción del sindicalismo colombiano, obra de los enemigos de la democracia y la paz: el gran capital de todo pelaje aliado a gobiernos y aparatos de represión. Solo queremos señalar la hondura y la gravedad que caracterizan hoy a la crisis política en las filas del asalariado.
/ Álvaro Delgado