Un momento de esperanza en el País Vasco

Cuando recibí la invitación para escribir en la página de Nuevo Arco Iris mi primera reacción fue de sorpresa. No conozco prácticamente nada sobre la situación en Colombia y, por ello, quiero señalar que escribiré todos mis artículos desde el más profundo respeto que me merecen las iniciativas por la paz en vuestro país. Lo único que sé es que el conflicto en Colombia ha sido y es mucho más duro que en el País Vasco. Comparativamente, el nivel de sufrimiento que hemos soportado es mucho menor aunque ello no representa ningún consuelo para todas aquellas personas que han padecido graves vulneraciones de Derechos Humanos.

Desde que tengo 15 años, allá por el año 1991, he estado participando y colaborando en movimientos ciudadanos para reivindicar la no violencia, los Derechos Humanos y el diálogo. Lo que me ha movido, como a otras muchas personas, ha sido la esperanza en construir un futuro donde las diferencias políticas se resuelvan de manera pacífica y democrática. Durante los últimos años hemos vivido grandes momentos de ilusión, como los procesos de paz de 1998 y 2006, y también situaciones muy difíciles de violencia y fuerte tensión política. Ahora bien, la sociedad vasca se ha caracterizado por su insistencialismo, por su capacidad de seguir buscando nuevas oportunidades para alcanzar una paz justa y duradera.

Desde el fracaso del proceso de paz de 2006 la organización que presido, Lokarri, ha trabajado para asentar las condiciones que hicieran posible un nuevo proceso. Entendimos que antes de entrar en los contenidos del proceso era necesario crear una situación de ausencia de amenaza e igualdad para que todos los partidos políticos y el conjunto de la ciudadanía pudiera abordar con garantías un proceso de diálogo. A grandes rasgos, identificamos dos condiciones para un proceso de paz: el final de la violencia y la legalización de todos los partidos políticos.

Por fin el País Vasco se encuentra en el punto O del proceso de paz. Por delante quedan muchos retos y no pocas dificultades, pero indudablemente el avance producido es transcendental. Análisis de Paul Ríos, coordinador de la Red ciudadana por el acuerdo y la consulta, Lokarri.

A lo largo de los últimos dos años se ha producido una evolución fundamental para lograr las condiciones de un proceso de paz irreversible. La Izquierda Abertzale, el sector político tradicionalmente más cercano a la organización armada ETA, inició un debate estratégico que concluyó con una apuesta clara por desarrollar su proyecto mediante métodos exclusivamente pacíficos, políticos y democráticos. La sociedad vasca rechazaba de manera rotunda el uso de la violencia por lo que la Izquierda Abertzale entendió que el futuro de sus objetivos políticos dependía en gran medida de adecuarse a esta realidad social.

Al mismo tiempo, una parte de la comunidad internacional comenzó a interesarse por la evolución de la situación en el País Vasco. Ninguna entidad internacional oficial ha colaborado pero sí ha existido una implicación importante de personalidades y expertos en resolución de conflictos. Así, en marzo de 2010 premios nobel de la paz y otras relevantes figuras internacionales suscribieron la llamada Declaración de Bruselas, pidiendo a ETA un alto el fuego creíble y verificable, que fue anunciado en enero de 2011.

Posteriormente se han creado dos grupos de trabajo internacionales. Uno de ellos, el Grupo Internacional de Contacto, coordinado por el abogado sudafricano Brian Currin, ha desarrollado una importante labor para mejorar la confianza y el diálogo entre los partidos políticos. El otro, la Comisión Internacional de Verificación, está investigando si ETA cumple con sus compromisos de fin de la violencia.

Esta colaboración internacional alcanzó su punto álgido con la celebración, en octubre de 2011, de la Conferencia internacional para la resolución del conflicto en el País Vasco. Participaron casi todos los partidos políticos, excepto el Partido Popular, y contó con la asistencia de destacadas personalidades como el exsecretario general de la ONU, Kofi Annan, el exjefe de gabinete de Tony Blair, Jonathan Powell, o el exprimer ministro irlandes, Bertie Ahern. El resultado de la Conferencia, la llamada Declaración de Aiete, pedía a ETA el final de la violencia, la implicación de los gobiernos español y francés, la reconciliación y el inicio del diálogo entre los partidos políticos.

Solo tres días después de la Conferencia ETA anunció el final definitivo de la violencia. De esta manera ya contamos con la primera de las condiciones para un proceso de paz irreversible. Aún falta la otra, que es la legalización de la Izquierda Abertzale, aunque tras su rechazo a la violencia es previsible que su vuelta a la actividad política normalizada no se demorará mucho.

Afortunadamente todo ello significa que los esfuerzos de tantos años van dando resultado. Ahora, por fin, el País Vasco se encuentra en el punto 0 del proceso de paz. Por delante nos quedan muchos retos y no pocas dificultades pero, indudablemente, el avance producido es transcendental.

Espero poder compartir con todos y todas las lectoras nuestros esfuerzos para consolidar el proceso de paz. Si estos artículos sirven para transmitir algunas de las cosas que hemos aprendido, me daré por satisfecho. Al mismo tiempo, espero aprender también de las iniciativas que, desde la sociedad colombiana, se ponen en marcha para impulsar la transformación del conflicto. Me consta que la ciudadanía de Colombia es muy activa. Sin duda, esta implicación y activismo social es una gran oportunidad para cambiar las cosas y con grandes dosis de paciencia e insistencia, también dará sus frutos.

/ Paul Ríos

Coordinador de Lokarri