Comenzaron tocando en el barrio construido por Pablo Escobar, Medellín sin tugurios. “Cada ocho días nos llevaban para diferentes partes de la ciudad. La perspectiva de Pablo era llegarle a la gente para después alcanzar la presidencia. Hacía campaña dándole plata y parranda a la gente”, cuenta don Danilo.
Nunca le dio serenatas a Manuela, la hija de Pablo Escobar, ni tocó en La Catedral, como sí lo hicieron otros músicos. Jamás vio a la esposa del narcotraficante, pero sí animó varias bacanales en Nápoles y conoció a muchas de sus amantes. “Como ellos eran tan extravagantes nos ponían a tocarles música a las prostitutas. Me acuerdo mucho que una vez le tocamos Senderito de amor a tres muchachas. Ellas ni nos ponían cuidado”, dice entre risas don Danilo.
“No siempre pagaba bien. A veces pagaba de contado, pero otras veces había intermediarios que se quedaban con un gran porcentaje del dinero”, narra el músico, y recuerda que en una fiesta en el municipio de Necoclí, se les acabó el tiempo para el que los habían contratado. Pablo se le acercó y le dijo: “Ah hombre don Danilo, no me dejen sin musiquita, tóquense otra pues que yo les pago”. La banda tocó otra hora, pero Escobar se fue y les quedó debiendo los cien mil pesos que costaba.
Había trabajo para todas las bandas, mariachis y conjuntos. “Todos los músicos de Medellín pescamos en el narcotráfico” confiesa don Danilo.
Antes de esto, el músico recuerda que en Medellín había gente “muy buena, muy honrada, todos éramos gente pobre, pero buena. Hasta que fue entrando el narcotráfico. Luego vinieron las malas. Pablito me quitó todo”.
“Yo ya perdoné a Pablo”
“Recordar el día de la bomba es bastante pesaroso. Me pone mal. Yo que de por sí soy muy sentimental, quedé muy marcado con todo esto de la angustia, el miedo, la zozobra. Esa nostalgia a toda hora. Pero bueno, las cosas se van dando y la vida va compensando”, dice don Danilo entre suspiros.
Su esposa murió hace cinco años, pero ese mismo año nació Natalia, su nieta, “lo más adorado” para el músico.
La banda, que por unos años se acabó a raíz de la bomba, hoy tiene nuevos integrantes y siguen recibiendo contratos. Don Danilo es el miembro más antiguo, el emblema de la Marco Fidel Suárez.
El neurólogo que lo atendió luego del atentado le dijo que las cosas hubieran podido ser peores, pero don Danilo, que siempre fue percusionista, todavía puede tocar los instrumentos y tiene la autoridad para dar órdenes a la banda.
Con Mapa Teatro han ido a Bélgica, Alemania y el 27 y 28 de marzo presentaron la obra en el marco del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá.
Los domingos todavía se sienta, como de costumbre, a escuchar pasillos, bambucos y música clásica. Durante la semana, le gusta asistir a conciertos y a exposiciones de arte. Lo único que no puede hacer es caminar solo de noche, le da miedo.
Da gracias porque le tocó conocer a la Medellín de gente buena y cordial. “Los jóvenes tuvieron la desdicha de haber nacido en la ciudad de Pablo Escobar. Qué lástima que tengan que tener todos esos ingratos recuerdos. Ellos no conocen la paz, yo sí. Pero con la ayuda de Dios, Medellín volverá a ser la de antes. Con la ayuda de Dios”.
Del narcotraficante prefiere recordar lo bueno: “Por ahí lo vi una vez tarareando una canción como de una ópera, y muy mal porque él de música no sabía nada, pero yo se lo celebré y los dos nos morimos de la risa”.
Ha escuchado a muchas de las víctimas del ex capo lanzándole injurias e insultos, él, en cambio, se gasta el tiempo pensando qué será de su alma y qué hubiera pasado si su inteligencia la hubiera usado al servicio de la humanidad.
“Yo ya perdoné a Pablo. Dios sabe. Ya pasó todo. Pablo me dejó con vida, y eso es lo más importante”.
* Artículo escrito por Mariana Escobar Roldán