Los centauros y las centaurides, según la mitología griega, fueron seres monstruosos, de una figura antropomorfa en la parte superior y equina en la inferior, tal como se han representado a través de los siglos. Estaban compuestos de dos seres completamente distintos, unidos en un cuerpo compuesto de extraños contubernios de los dioses del Olimpoque terminaban produciendo tales aberraciones físicas.
Estos seres, concebidos y rechazados por dioses, semidioses y héroes,eran socialmente excluidos a pesar de su naturaleza en parte divina, y por tanto no podían ser de otra forma que rebeldes desordenados, de un comportamiento inculto, tosco, salvaje, más cercano al de las bestias que conformaron su parte inferior, que al de los humanos que aportaban su forma superior. De sus ascendientes divinos sólo heredaron la inmortalidad.
Su notoria diferencia con los otros seres olímpicos o terrenales produjo su segregación. El rechazolos llevó a aislarse y asumir ese comportamiento retirado, asocial ydetestable, lo que a su vez generaba mayor estigmatización. Nadie quería saber de los centauros, nadie quería interactuar con ellos, todo el mundo los evitaba y los segregaba; y ellos actuaban en consecuencia.
Pocos se destacaron, pero entre ellos llama la atención el caso de Kirón o Quirón, el centauro culto, dotado del donde la sanación, educador de muchos héroes y semidioses, entre ellos de Asclepios o Esculapio, fundador de la medicina.
Kirón fue accidentalmente alcanzado por Hércules con una flecha envenenada con la sangre de la Hidra de Lerna, lo que le generó una herida extremadamente dolorosa que jamás cerró.Paradójicamente, por su bondad sin límites, se convirtió en el sanador herido, sanando a todos sin poderse sanar a sí mismo.Sólo pudo superar ese mal haciéndose mortal nuevamente al liberar a Prometeo, sanándolo de la maldición que lo ataba a las cadenas del sufrimiento mientras que los buitresdevoraban eternamente sus entrañas.
No hay una palabra más mencionada en Colombia, que la paz. No hay un solo día en que esta palabra no esté conformando un titular en la primera página de cualquier periódico, en los encabezados de cualquier noticiero en cualquier medio de comunicación nacional. La paz se anhela, se busca, se predica, pero también se evita, se elude, se rechaza.
Es muy claro que la paz no se alcanza sin restañar las heridas, sin sanarlas. ¿Qué tal que fueran las víctimas del conflicto armado colombianoquienes tomaran la iniciativa y ofrecieran laposibilidad de reconciliación con quienes los victimizaron, como un primer gesto de paz?Es ahí donde este mito losalcanzaría y se convertirían en Kirón.
De nada vale el arrepentimiento de los victimarios, de nada vale la voluntad de reparar así sea en una mínima parte lo que jamás será reparable; de nada vale la voluntad de no repetición de los hechos victimizantes, de nada vale también la imposición de una sanción jurídica, si no existe una contrapartida de voluntad explícita y de acercamiento al otro, asíestefuera el victimario que tanto dolor generó.
Sería un noblísimo gesto, sin perdón (si se quiere),sin olvido,sin renunciar a nada distinto al odio y al resentimiento, si es que lo tienen,pero con toda ladignidad y la voluntad de aportar con su dolor vigente,al logro de la paz.
Sería paradójico, al igual que en el caso de el centauro Quirón, quien sanaba a pesar de su profunda y dolorosa herida,que fueran las víctimas de las graves violaciones de derechos humanos ocurridas en Colombia (y en todo el mundo) quienes superaran por si mismas sus heridas aún abiertas y dolorosas, para poder dar ese primer paso de reconciliación.
Pero es que sin reconciliación no habrá paz.
También es dolorosamente paradójico que sea en Colombia donde se está desconociendo la imperiosa necesidad de avanzar en la reconciliación para poder lograr la paz.El «marco para la paz» recientemente aprobado por el Congreso no ofrece ninguna posibilidad real y aceptable para siquiera iniciar acercamientos, y menos negociaciones, y se convierte en un «cerco para la paz» al impedir la participación política de los líderes, su acceso democrático a cuotas de poder y dejar la cárcel como única alternativa punitiva.
Pero el efecto más perverso es elde imposibilitar la Reconciliación Nacional al castrar la necesaria creatividad de un proceso de negociación, “enmarcándolo” en dicho «cerco» y dejar por fuera delas posibilidades de acercamientoa actores armados que hoy solo se expresan a través de su capacidad de perturbación real; del más puro terrorismo.
En esos términos jamás habrá una negociación de paz. Sólo queda la posibilidad de buscar la reconciliación, a víctimas y victimarios. Son los únicos actores necesarios en este proceso.Por tanto son lasvíctimas y sus representantes,quienes hoy tienen la oportunidadde hacer el papel de Kirón, el sanador herido.
Dar ese primer paso, ese acercamiento a los victimarios para establecer una relación distinta a la jurídica, para que ellos sepan que pueden esperar del acercamiento, y hagan todo su mejor esfuerzo para lograrlo. Sobreponerse a las heridas y hacer ese primer ofrecimiento que le permita a los otros entender que tienen posibilidades de reintegrarse a la sociedad, de vivir en comunidad, de restañar las heridas generadas en esa guerra sin sentido.
De otra manera jamás habrá reconciliación, y desde luego jamás habrá paz.
El Estado no tiene interés en contribuir a la reconciliación. Con la ley de justicia y paz se creó la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, “CNRR”que operó durante unos pocos años, y fue suprimida por la ley de restitución de tierras y víctimas. Ésa Comisión, en su momento, de “reconciliación” sólo tenía el título, pero por lo menos lo tenía. Hablaba de un querer, de un objetivo, de una voluntad del Estado y de la sociedad de avanzar en un encuentro real que permitiera dar ese paso fundamental hacia la paz.
Hoy la reconciliación no aparece ni siquiera en los títulos ni en los nombres ni en las funciones de las entidades que supuestamente deberían estar propiciándola. De la antigua CNRR sólo queda el Centro de Memoria Histórica, cumpliendo un papel fundamental en el proceso, pero sin posibilidades de hacer aporte alguno a la reconciliación. Es entonces a los únicos actores necesarios de un proceso de reconciliación; -víctimas y victimarios-, a quienes, por si y ante sí,corresponde dar ese primer paso.
No podrá haber una visión más motivadora hacia la búsqueda de salidas negociadas al conflicto,para quienes hoy desafían al Estado y a la sociedad desde la Ilegalidad, que la clarísima imagen de una sociedad abierta a reconciliarse, a restañar las heridas y a sanarse a sí misma.
/ Por Antonio J. García