Foto: tomada de Diálogo Américas | Diana Sanchéz El Espectador
A sus 91 años, el General en retiro Álvaro Valencia Tovar es una biblia sobre el conflicto colombiano. En sus campañas militares, que incluyen Marquetalia, el combate donde murió Camilo Torres, y el desarme de la guerrilla de Tulio Bayer, en el Vichada, siempre tuvo la convicción de que más que las balas, sería la acción integral del Estado en las regiones la que sacaría a Colombia de la violencia. Como militar en peligro ha sido quizá el más estudioso de la política nacional y su columna Clepsidra de El Tiempo una de las pocas especializadas en temas de seguridad. Recientemente escribió un artículo respaldando el Marco Jurídico para la Paz que aprobó el Congreso, y reiteró que el conflicto colombiano no tiene salida militar. En esta entrevista profundiza en sus puntos de vista.
Usted planteó en El Tiempo que es imposible una victoria militar sobre la guerrilla ¿Por qué?
No puede haberla. La violencia del país se ha ido transformando. El último contexto real de una revolución terminó con la desmovilización del M-19. Hasta ahí había una composición clara de posiciones políticas de la subversión que dependía mucho del concepto sociológico del país, de las inequidades, de los inconformismos, de las resistencias, de la falta de una política sensata de manejo de una situación de post-violencia que nunca se curó totalmente. Pero actualmente lo que hay es una mescolanza de criminalidad. Los narcotraficantes son un ejército con una capacidad criminal absoluta y un interés financiero impresionante.
Pero durante los dos gobiernos del expresidente Uribe las guerrillas estuvieron muy arrinconadas…
La situación cambió mucho del período de Uribe al de Santos. Realmente él arrinconó a la guerrilla comunista. Pero lo que subsistió de esa guerrilla se fue criminalizando. Yo creo que el gran error de las FARC fue convertirse en narcotraficantes. Lo que queda de FARC y ELN es una careta que encubre a los viejos revolucionarios.
Aun así usted dice en su columna que hay que darles una salida digna a ellos…
Claro. Dentro de todo ese mundo criminal que produce la violencia hay dos tipos de gentes. Los que no tienen remedio dentro de los parámetros civilizados; aquellos que ya se criminalizaron de tal manera que no es posible llevarlos a una salida digna. Y otra gente que se puede rescatar todavía, pero que si no se le da una perspectiva, no va a encontrar la manera de hacerlo. Debemos darles el incentivo de una vida distinta, de una salida digna del conflicto. Pongo el ejemplo de los llamados paramilitares. A ellos se les ofreció algo y aceptaron con una rapidez que el gobierno no imaginó y se desmovilizaron de la noche a la mañana. Otra cosa eran Mancuso y los otros que seguían criminalizando desde la cárcel. En cambio el grueso de sus fuerzas si quería una vida normal y se encontró con que el gobierno no tenía nada previsto para una desmovilización en gran escala. No supo qué hacer con toda esa gente que cambiaron los fusiles ¿qué les íbamos a dar? ¿Un azadón?
Un tema crítico en el Marco de Paz es la prohibición de la vocería política para algunos de ellos. ¿Qué piensa al respecto?
Mi experiencia directa fue la desmovilización del M-19. Por razones familiares, de amistad y demás, yo tenía una relación con Carlos Pizarro Leóngomez porque sus padres eran de estirpe militar. Yo escribí una columna en forma de carta a Carlos Pizarro en la que le decía: eso que estás haciendo es absurdo, el Palacio de Justicia quemó las posibilidades que tuvo el M-19 en un momento dado, yo te ofrezco buscar la conexión con el gobierno para una desmovilización honrada.
Volé a Santo Domingo a hablar con Pizarro. Tuve una larga charla con él y aceptó que lo del Palacio de Justicia había sido un desastre. Luego me preguntó que cómo íbamos a hacer. Yo respondí que debíamos organizar el proceso y que teníamos que pensar en los guerrilleros desmovilizados, porque ese es el punto de partida de cualquier proceso. Mientras eso no se planee es muy posible el fracaso porque los guerrilleros no saben sino combatir y todo el mundo les va a tener desconfianza. No se van a poder ubicar en ninguna parte.
Ve algún personaje en la guerrilla de las FARC o el ELN que pueda ser como un Carlos Pizarro…
Carlos estaba buscando un camino para reincorporarse. Yo no sé si esa voluntad exista en lo que queda de dirigencia de las FARC y el ELN. Lo que veo es que al ELN le queda muy poca capacidad combativa, y que también se han deslizado al narcotráfico, claro que no en la medida en que lo hicieron las FARC.
Usted creería que la dignidad implicaría darles ese espacio político
Lo que yo considero positivo del Marco jurídico de Paz es que existe ya una forma de tratar el proceso. Cuando se desmovilizaron los paramilitares no había nada. Miles de combatientes dejaron las armas y no había preparado nada, ni en la ley ni en la sociedad para recibirlos.
Lo que le ha faltado al Gobierno es preparar primero el ánimo. Formar en la opinión pública un criterio que no existe. Si no hay una preparación psicológica de un país tan maltratado por las situaciones de violencia se corre el riesgo de la incomprensión, que fue lo que pasó con el Marco Jurídico. Como se hablaba de la salida digna, entonces la gente dice: “otro Caguán, otro proceso de paz, otro engaño”.
El sector militar ha sido muy crítico del Marco…
Mi columna es sumamente leída por los militares activos y los retirados; siempre recibo en el email multitud de mensajes y no ha habido ni uno solo en esta ocasión que se oponga a lo que digo en la columna. No es que los militares, como dijo Santos en una desafortunada expresión, le tengan miedo a la paz. Nadie le tiene miedo a la paz. Le tienen miedo a un nuevo proceso como el del Caguán. A eso si le tienen pánico. Con eso las FARC se crecieron de una manera impresionante.
Muchos militares activos también dicen en voz baja que esta guerra debe terminar con una negociación…
Es que no hay otra salida. Más que una mesa de negociación el gobierno pone condiciones. Eso lo ha dicho con toda claridad Santos. Es una mesa de coordinación sobre la forma de ponerle fin a la guerra. Pero no es que ellos vengan a decir que primero haya reforma agraria, y cosas que tomarían años.
Muchos militares sienten que con el Marco de Paz los trata al mismo nivel que a los guerrilleros…
Ellos no aceptan y yo no hubiera aceptado jamás recibir un perdón, un indulto y una amnistía. Nosotros hemos defendido la ley, el orden constitucional, la República. No tenemos porqué recibir indultos de nada. Nosotros no hemos sido criminales: los indultos son para los criminales. Los que han cometido delitos han sido juzgados y encarcelados.
Pero que los militares que han cometido delitos no puedan acceder a la justicia transicional sería una gran injusticia.
Uno de los grandes problemas que existen en las soluciones es que no tenemos justicia. La justicia existente está politizada, está corrompida, se compran y se seleccionan testigos, como ocurrió con el caso del Palacio de Justicia. Recuerden a ese suboficial que después de 20 años aparece como testigo y aunque se comprobó que el tipo es mentiroso sigue siendo la prueba reina contra los del Palacio de Justicia. Entonces dice uno, aceptamos la justicia transicional, pero si la justicia transicional está inspirada en el odio al Ejército va a estar contaminada de los mismos morbos del resto del sistema judicial.
Los errores de la justicia afectan a todo el mundo…no solo a los 4.400 militares investigados.
Esa cifra revela hasta dónde la justicia está parcializada. Es imposible que 4000 militares hayan cometido hechos punibles que merezcan la situación donde están.
Pero es que el país duplicó su fuerza pública en el gobierno de Uribe, quizá con mandos sin la preparación adecuada ni soldados con buen entrenamiento.
Eso lo acepto plenamente. Que esa masificación nos ha hecho daño, pero no hasta el extremo de producir toda esa maldad que nos atribuyen.
Muchos de esos crímenes que se les atribuye a militares han sido maquinados por políticos…
La clase política ha precipitado al país a su ruina. Empezando que la clase política hizo el 9 de abril, hizo la violencia sectaria. Un Jorge Eliécer Gaitán vomitando odio contra la oligarquía y Laureano Gómez hablando del monstruo que se inventó, el basilisco que era el Partido Liberal, entonces las pasiones se fueron incendiando. Somos un pueblo pasional. El 9 de abril fue el estallido de una ira espantosa, de un odio absoluto hacia una clase política, esa fue la verdadera lucha de clases.
El mismo Gaitán tenía unas frases irresponsables, empezando por el grito ¡A la carga! en un afiche.
A la carga es un grito de guerra. Luego aquella frase de Gaitán que escuché por radio en uno de sus discursos: “si avanzo acompañadme, si me detengo empujadme y si retrocedo matadme”. ¿Qué es eso, por Dios?
¿Cómo está viendo la seguridad del presidente Santos?
Él y las Fuerzas Militares están haciendo el máximo esfuerzo. Lo que pasa es que el problema se ha vuelto tan complejo que es muy difícil producir hechos victoriosos como la operación Fénix y las demás grandes operaciones, dos de ellas en el gobierno de Santos y cuatro en el gobierno de Uribe. Pero como todo ahora se ha vuelto arma política, declaran que el presidente Santos aflojó en el éxito que tuvo el expresidente Uribe y que se está descuidando y no hay el mismo empeño. Que las Fuerzas Militares están desmoralizadas. Yo siempre he hecho la diferencia entre moral y desmotivación. Tienen la moral íntegra de toda la vida, pero desmotivadas sí están. No por culpa de nadie sino de la justicia parcializada.
Hay la sensación de que las guerrillas están recuperando fuerza y territorio…
El conflicto tiene una dimensión diferente. El conflicto que enfrentó Uribe fue contra las guerrillas, y contra ellas era posible emplear la Fuerza Pública con todo el ímpetu. Por ejemplo para cuidar las carreteras y recuperar regiones enteras. Esta criminalidad que está metida por todas partes es mucho más difícil de combatir y como las FARC son las que más ruido hacen con sus golpes, actos terroristas, destrucción de los cuarteles de policía, da la impresión de que estuviéramos en un retroceso. No hay tal. Lo que pasa es que la criminalidad se extendió demasiado.
¿Entonces usted no comparte el análisis que hace el expresidente Uribe?
No lo comparto. Él ha exagerado demasiado las cosas y como todo lo utiliza como arma contra el presidente Santos…
María Isabel Rueda decía en una columna que Uribe estaba atizando el descontento de los militares y eso es peligroso.
No deseo tomar partido en esta pelea ni echarle fuego a la hoguera.
¿Cuáles son los riesgos de eso?
Que se polarice de tal manera el asunto que la gente termine perdiendo confianza en uno y en otro. Que se pierdan dos figuras prominentes de la política colombiana en una lucha estéril entre los dos.
Ella dice que puede hacerle daño al Ejército con esa actitud…
Si claro. No todo el mundo es tan consciente de lo que ocurre como la cúpula militar. Entonces a veces en grados inferiores se toma partido y eso puede dividir internamente las Fuerzas Militares y sería gravísimo.
¿Usted cree que ese es un escenario posible?
Es un escenario posible. Además esa manera que tiene Uribe de dirigirse a los coroneles y oficiales de baja graduación diciendo que el Gobierno nos está conduciendo a los desacreditados procesos de paz como el Caguán… eso no conviene. El oficial de baja graduación está menos ilustrado de lo que está ocurriendo en el alto nivel de la política, de lo que pueden estar haciendo los dos protagonistas fundamentales. Es un conflicto que les está haciendo daño a ellos, al país y a las Fuerza Militares obviamente.