Colombia no es un país de fútbol tal como lo son Inglaterra, Brasil, Italia, España o Argentina y para la muestra un botón: los estadios vacíos y el abandono de los seguidores de un equipo cuando éste cae en desgracia. Este original y polémico comentario lo hizo un periodista deportivo colombiano de paso por Barcelona. Mientras que en España, por ejemplo, se publican diariamente cuatro tabloides deportivos que se venden como pan caliente en los kioscos de las ciudades y pueblos, en Colombia a duras penas se llena un estadio durante los cuadrangulares finales.
El cuento -levantado por gente que se nutre o malnutre de ideas delirantes- de que el fútbol es el nuevo opio del pueblo no deja de ser una historia traída de los cabellos puesto que mucho antes de la televisión, el poder mediático o la era Internet, el fútbol era entonces un asunto que iba más más allá del fútbol. En muchos lugares del mundo los oncenos fueron o continúan siendo una cuestión ligada íntimamente a la política, al poder legítimo o corrupto, a la identidad, a la marginalidad, en fin…en otros casos la divisa de un equipo se vuelve en sucedáneo de una lucha o de un contencioso que está por resolverse.
Hay teams como el Fútbol Club Barcelona que fue definido por el fallecido escritor negrocriminal Manuel Vásquez Montalbán, como el “ejército simbólico desarmado del nacionalismo catalán” o el Livorno del calcio italiano que está asociado al comunismo y cada partido que juega es un auténtico mitin y los tifosi celebran con cantos revolucionarios, más aun cuando en la plantilla del club hubo figuras como el internacionalista Cristiano Lucarelli – capocannoniere por muchos años – quien exteriorizó en la cancha y fuera de ella su origen proletario y su militancia comunista. Integrantes de las plantillas del Atlético Bilbao yla Real Sociedad, ligados al nacionalismo de Euskadi, han participado en las movilizaciones callejeras que reclaman el acercamiento de presos y la paz en el país vasco. En las antípodas está el caso de clubes como El Lazio que alinearon en su formación a jugadores como Paolo Di Canio, tatuado con emblemas fascistas y expresando su admiración por Mussolini. Más recientemente Eric Cantoná, idolatrado por la hinchada obrera del Manchester United y quien protagonizó controvertidos actos contra el racismo y la xenofobia, se ha convertido en un referente para quienes luchan contra la dictadura de los capitales financieros.
Por los clubes colombianos han pasado míticos futbolistas como Alfredo Di Stefano y Adolfo Pedernera en Millonarios; Garrincha y Dida en el Junior; Ladislao Mazurkiewicz y el tigre Gareca en América de Cali; César Cueto en el Nacional y otros etcéteras que corrieron en los estadios colombianos. Pasaron también experimentados entrenadores como Osvaldo Zubeldía quien logró revolucionar al Nacional de Medellín y Carlos Salvador Bilardo, el mismo que dirigió a Maradona en la selección Argentina que se alzó con el mundial de México 86. Futbolistas nacionales como el Pibe Valderrama, Faustino Asprilla y ahora Falcao han trascendido en otras latitudes. A pesar de estos palmarés es notable la decadencia del futbol colombiano luego de un efímero brillo en los ochenta y noventa, años en los se conjugaron una serie de factores, entre ellos el dinero del narcotráfico, que permitieron la obtención de varios galardones internacionales.
En Colombia no hay clubes de fútbol como tal sino equipos o montoneras de jugadores que marchan de acuerdo a los caprichos y recursos de sus dueños. Por tanto no hay manera de moldear el carácter y la identidad de los jugadores y sólo cuando algunos de ellos son vendidos a instituciones deportivas de Argentina, Brasil o Europa obtienen un listón de valores y se hacen futbolistas en el mejor sentido de la palabra. Cuando el sindicato de futbolistas españoles, a manera de ejemplo, convoca una reunión o rueda de prensa para anunciar una huelga en defensa de sus derechos colectivos, aparecen en la primera línea de lucha jugadores como Iker Casillas, Carles Pujol, Xavi Hernández o Fernando Llorente. En Argentina, Gareca y Ruggeri provocaron una histórica huelga indefinida del gremio de futbolistas. Manifestaciones colectivas de esta naturaleza son impensables en Colombia por la mentalidad servil a que se ven resignados los futbolistas criollos y cuya rebeldía se sublima entonces a través de la grosería o mediante acciones de mal gusto tales como la de pegarle una patada a un ave que invade una cancha durante un partido o propinarle una paliza a una mujer.
El otro tema relacionado con el fútbol tiene que ver con los analistas y comentaristas de prensa. Ante el descrédito de la mayoría de políticos la gente empieza a creer más en los futbolistas y por esta razón le otorgan más valor y credibilidad a un gol de chilena que a la demagogia de un directorio partidista. Los trabajadores y desempleados se interesan más por la contratación de un delantero centro para reforzar su equipo que por averiguar qué curso han tomado las aguas turbias que circulan por el Congreso dela República.
En el horizonte del periodismo deportivo colombiano no sé observa a un analista que pueda hacer las cosas con la elegancia y el buen juicio de Hernán Peláez puesto que los medios se encargan de reclutar por unas cuantos pesos a periodistas que gritan a tutiplén pero no son capaces de redactar una crónica atractiva acerca de lo acontecido en estadio de futbol. Periódicos como El País de España tienen en su nómina a veteranos corresponsales políticos como el periodista John Carlin, autor de Factor Humano el libro que inspiró la película sobre Nelson Mandela, escribiendo sobre fútbol o cuenta entre sus columnistas a plumas tan estilizadas como la de Ramón Besa cuyas notas sobre fútbol se pueden leer como si fueran relatos literarios. Los argentinos tampoco se quedan atrás y han demostrado talento para combinar fútbol, política y literatura en sus escritos.
Ahora que la selección absoluta de España conquistó un tercer título mundial consecutivo vuelven los grandes escritores a rendirse ante el fútbol y alaban el arte y la estética de Iniesta y compañía cuando toman un balón y lo hacen rodar sobre un césped y entonces la rueda de la historia retrocede hasta 1970 para recordar a la legendaria selección de Brasil. Así ha sido el fútbol y parece que así seguirá siendo. Albert Camus, el exportero de la Universidadde Argel y luego premio Nobel de literatura, escribió por allá en los años cincuenta un artículo para la revista France Futbol en los que decía cosas como esta: “después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”.
/ Por Yezid Arteta Dávila