Foto: Medófilo Medina | tomada de Semana.com
Ante unos eventuales diálogos de paz entre el Gobierno nacional y la guerrilla de las Farc, la reflexión propuesta hace más de un año por el profesor Medófilo Medina a través de una carta enviada a la dirigencia de esa organización insurgente y la respuesta recibida cobra hoy total validez.
La misiva enviada por Medina a ‘Alfonso Cano’ fue descrita por Razón Pública.com, donde se publicó inicialmente, como “una carta personal, serena y balanceada al comandante de las Farc, donde se exploran uno por uno sus argumentos históricos y sus razones actuales para justificar la lucha guerrillera. Esta misiva franca pero respetuosa y algo extensa sin duda es de lectura obligatoria para quienes piensen que la guerra debe proseguir y para quienes todavía buscan una salida negociada al conflicto interno que vivimos desde hace medio siglo”.
En esta entrevista, el profesor Medófilo Medina habla de la misiva, su contenido, reacciones, debates sobre la solución militarizada o política del conflicto armado interno y las posibilidades de ampliar la iniciativa con la participación de otros sectores de la sociedad civil.
Jaime Wilches (J.W): Profesor Medófilo, en un país cohesionado (e intolerante) en torno al sentimiento anti-Farc ¿qué lo motivó para arriesgarse a escribir una carta al Secretariado de las Farc?
Medófilo Medina (M.M): Después de ochos años de estigmatización, de indignación contra las acciones de las Farc, después de haber vivido ese capítulo de la muchedumbre política del 4 de febrero de 2008 movida por el espíritu de revancha y de odio hacia las Farc, creía que una carta puesta en un lenguaje racional podía tener alguna significación. La carta no fue dirigida de manera exclusiva al Secretariado de las Farc. También tenía la intención de generar una interlocución con la opinión pública.
Por otro lado, en mi labor de investigador de historia contemporánea de Colombia, el conflicto interno es un tema que se impone como parte de esa historia desde hace cuarenta y ocho años. Y en ese largo tiempo veía reiterados por parte de las Farc unos argumentos de sustitución a la lucha armada, no solamente relacionado con su legitimidad, sino también a las expectativas de eficacia de esa lucha. Por eso quise reunir esos argumentos que vi una y otra vez reiterados casi sin modificaciones a lo largo de decenios. La carta es, de manera sintética, el ejercicio de controvertir y de poner en análisis esos argumentos que a veces las Farc toman como axiomas irrefutables.
(J.W): ¿Cuál es su balance de las reacciones de la opinión pública frente a su arriesgada iniciativa?
(M.M): Me interesaba lograr un escrito compacto que recogiera unos argumentos, ponerlos en discusión y plantear unas preguntas. Mi pretensión no iba más allá de poner ese artículo para la revista Razón Pública.com en un formato que facilitara la lectura o atrajera a unos lectores. Pero no era más que un artículo en cierto modo. Me sorprendió el grado de difusión e incidencia de la carta, la atención que despertó y el vacío que cubrió en el campo de discusión sobre las salidas al conflicto armado. Diversos sectores de la opinión se involucraron en la controversia y en la web las reacciones fueron de todo tipo (en su mayoría bien argumentadas), lo que muestra la necesidad de plantear un debate sobre el cual yo mismo no tenía tanta conciencia.
(J.W): Es común escuchar críticas a los sectores académicos por estar alejados de las realidades políticas, sociales, económicas y culturales del país. ¿Considera que su carta es una forma de poner a los intelectuales como actores protagónicos en un tema que como el conflicto armado suele quedar relegado a un asunto de Estado/Fuerzas Armadas vs. Actores Ilegales?
(M.M): En el campo de los intelectuales podemos apreciar diversas actitudes y sobre todo grados diferentes de involucramiento con las distintas problemáticas del país. Desde mi carta yo no me permitiría señalar que la intelectualidad está de espaldas a las realidades nacionales, entre ellas el conflicto interno. Más bien creo que existe un gran número de personas que están sumergidas con interesantes instrumentos de análisis en las realidades locales, incluso en las grandes ciudades, como son los casos de Ciudad Bolívar en Bogotá, Aguablanca en Cali o las comunas de Medellín. Ahí se encuentran investigadores, frecuentemente muy jóvenes, cumpliendo labores y trabajos dentro de organizaciones no gubernamentales e instituciones estatales.
El 11 de Julio de 2011, Medófilo Medina publicó en la revista Razón Pública.com una carta dirigida al entonces Jefe de las Farc ‘Alfonso Cano’. Su muerte impidió que respondiera oportunamente, pero finalmente lo hizo su reemplazo, alias Timochenko’. Hoy Medina reflexiona al respecto en entrevista concedida a Jaime Wilches.
Creo que es necesario destacar casos verdaderamente heroicos y lo digo porque en uno de los apartes de la respuesta de ‘Timochenko’ a mi carta, dice que los intelectuales desconocen a las Farc y sin embargo opine sin saberlo. Hay investigadores que con obvias limitaciones por el objeto de estudio se esfuerzan por acumular material factual y sobre ese material avanzan en el análisis, no solamente sobre el conflicto con las Farc, sino con otros actores que también han hecho parte de este espiral de violencia. Leía recientemente el libro sobre la economía del narcotráfico de la Fundación Arco Iris y en algunas páginas se reseñan investigaciones que se hicieron sobre captura de rentas públicas por parte de grupos paramilitares y hay unos pie de página en él que anotan que el investigador responsable fue asesinado o en otros casos, tuvo que salir del país. En dos páginas seguidas se encuentran seis investigadores asesinados, entonces el panorama aquí es amplio.
Yo creo que nadie puede colocarse en un pedestal y desde allí lanzar juicios apresurados. El papel del intelectual, a mi juicio, ha dado luces para la comprensión de las violencias en nuestro país, aunque esto no significa negar que tengamos intelectuales comprometidos con el establecimiento y comprometidos en la justificación de la parapolítica y el paramilitarismo.
(J.W): La carta, dirigida en un principio al desaparecido jefe de las Farc, alias ‘Alfonso Cano’, no tuvo una reacción inmediata. Sin embargo, el ahora jefe de las Farc, alias ‘Timochenko’, respondió con otra carta: ¿Esperaba una respuesta? ¿Qué concepto le merece el silencio de Cano y la reacción de ‘Timochenko’?
(M.M): Tenía expectativas fundadas de que mi carta iba a ser respondida por su interlocutor y por supuesto tenía aguda curiosidad por ver los términos de la misiva. ‘Timochenko’ dice al comienzo de su carta que ‘Cano’ avanzaba en una respuesta que por circunstancias conocidas, no pudo llevar a término. Si me sorprendió que el sucesor de ‘Cano’ me respondiera. Creí que la posibilidad de una respuesta a mi carta había desaparecido con la muerte de ‘Cano’ como interlocutor, aunque debo decir que no se trataba de entablar un diálogo personal. Lo digo porque en la respuesta de ‘Timochenko’ dice que tiene la impresión que la carta era dirigida a un antiguo amigo y no a las Farc.
Mi carta no obedece a una especie de súbita nostalgia de recuerdos de juventud, sino que obedece a las razones que ya he señalado. Valoré que se hubiera respondido, como aprecié el tono respetuoso. Las diferencias de ideas son muy grandes, pero hay un esfuerzo de responderla punto por punto, y también destacó el cuidado en el uso del lenguaje para evitar los desacuerdos no se conviertan en una argumentación de descalificación personal de quien escribe la carta. Eso me llama la atención y lo contrasto con algunas manifestaciones que hubo después de conocerse la respuesta mi carta, inclusive en artículos muy vehementes, escritos desde la izquierda, tal vez más con argumentos radicales que los esgrimidos por las Farc. Allí las descalificaciones son abundantes. Ese es otro elemento que yo subrayaría y que deja las cosas en un plano en el que el intercambio de palabras tiene un espacio, un lugar que es muy valioso porque nos acostumbramos a solucionar las diferencias desde el intercambio de las balas.
(J.W): Precisamente, esa prioridad que se la ha dado al intercambio de las balas sobre el intercambio de las ideas. ¿No terminaría estacando la iniciativa de un intercambio epistolar?
(M.M): El Gobierno y las Fuerzas Armadas como la insurgencia están cautivos dentro de una trampa que es el intensificar la guerra con la expectativa de que las acciones militares acercan la paz. El Almirante Cely, ex comandante de las Fuerzas Armadas, retomaba lo del fin del fin y lo ponía en metros: “nos faltan veinte metros para la meta de acabar con las Farc”, y cuando está a tan corta distancia el objetivo no hay nada más que hacer sino acentuar la guerra, en este caso hacer más eficaz la cacería nacional de piezas de alto valor. Es una caza mayor que muestra a ‘Raúl Reyes’, ‘El Mono Jojoy’ y ‘Alfonso Cano’ como los trofeos de las expediciones bélicas.
Y en el otro lado, las Farc toman los caminos de multiplicar acciones, emboscadas, campos minados, atentados a la infraestructura de las comunicaciones o incluso actos de terror, para enviar un mensaje que palabras más, palabras menos dice: estamos vivos y tenemos capacidad de actuar. La última investigación de Arco Iris muestra el número de bajas militares que ha tenido la guerra en Colombia durante los últimos años. Esta demostración de las Farc logra impactar, pero aleja las posibilidades de paz. Aunque es inconveniente también la exigencia unilateral del gobierno de que las Farc den muestras de paz, pero poniendo a su vez todo el acelerador de la guerra.
La opinión nacional debería propender trabajar porque la paz se busque con hechos que se pueda salir de esta trampa diabólica, de esta espiral diabólica de muerte, retaliación, revancha, que impone la necesidad de un alto concertado para hablar de salida política del conflicto.
(J.W): En su carta se ven distintos tipos de reacciones, pero brilla por su ausencia el papel de la sociedad civil, que parece más inclinada al repudio y los calificativos despectivos que a la construcción y la propuesta. ¿Cuáles son sus apreciaciones frente al silencio indiferente de la sociedad colombiana?
(M.M): Lo que he denominado “el síndrome del Caguán”, a mi parecer, generó un estado de ánimo y fertilizó el terreno de esperanzas de paz por el camino de la guerra. La opinión pública ha estado presa de ese sentimiento y si antes de 2002 era evidente un movimiento a favor de la paz, ahora ese sentimiento desapareció con el fracaso del Caguán, lo que terminó cambiando la matriz emocional y política.
Sin embargo, en los últimos meses hemos observado ciertas muestras de un renacer de las expectativas de salida política al conflicto. Incluso, los mismos pronunciamientos de ‘Timochenko’ siembran alguna semilla. Por otro lado, el presidente Santos ha reiterado que no están pérdidas las llaves de un proceso de negociación. Dentro de las mismas Farc llamaba la atención un pronunciamiento dirigido a Santos de parte del guerrillero alias ‘Pascuas’, que no es del Secretariado, pero sí del Estado Mayor de las Farc en el que afirma de manera muy clara que este conflicto no tiene una salida distinta a la negociación. Las palabras de ‘Pascuas’ fueron publicadas por Caracol radio con una respuesta muy displicente de Santos. Sin embargo, este pronunciamiento se debe valorar porque viene de un dirigente de las Farc curtido en mil batallas. Sus palabras son una notificación que desde diversos ángulos al interior de las Farc se está planteando este tema, no obstante, la organización vertical, y de ser un hombre sobreviviente de la generación de los marquetalianos.
Por otro lado, se deben valorar los pronunciamientos que la Iglesia mantuvo a lo largo de esta travesía por el desierto del movimiento a favor de la paz con una salida política. Desde el Cardenal Castrillón hasta Monseñor Salazar, se manifestaron a favor de los diálogos y recientemente tiene importancia la posición del expresidente Pastrana a quien siempre le había leído y escuchado el balance de su cuatrienio de la paz” en relación con el fortalecimiento, reingeniería y modernización de las fuerzas armadas. En el último tiempo ha hecho un balance político. Antes era curioso que reclamara su éxito de un cuatrienio que había sido precedido por los signos de la paz en términos de los avances militares. Ahora se refiere con algún cuidado a esa idea de ‘Timochenko’ de mirar de nuevo el Caguán, no en el sentido de repetir los mismos errores, sino con la intención de tomar aquellos puntos que estaban más claros en la discusión. Por eso yo creo que hay algunos signos nuevos de una paz negociada, pero son llamas muy tenues que son azotadas por los vientos de la guerra.
(J.W): Algunos analistas y expertos en temas de paz han planteado la necesidad de pasar de las balas a los votos con proyectos políticos alternativos frente a los modelos hegemónicos. ¿Está la sociedad preparada para aceptar una propuesta política y social de las Farc?
(M.M): Habría que buscar caminos distintos a los modelos que se creyeron viables en anteriores procesos de paz. Un ejemplo, no vería conducente que hoy las Farc llamen a la constitución de un partido político, de una corriente partidista. Hay caminos alternativos que aseguren que puedan jugar un rol político. Creo que en este sentido la experiencia en regiones, como el examen de algunos comités que funcionaron por los tiempos del gobierno de Virgilio Barco con participación de la comunidad, de la insurgencia y del estado, son ejemplos de espacios para búsquedas de acción política legal y democrática.
Un factor negativo en los fenómenos sociales es tratar de repetir por el mismo camino algo que fue un éxito en el pasado. Yo creo que no se trata de decir que el modelo aplicado a guerrilleros del M-19 hace más de dos décadas es el único que hay que seguir, aunque sea muy valioso y guarde toda su significación simbólica, pues el establecimiento se había negado a aceptar que antiguos insurgentes tuvieran poder en la administración del Estado. Lo de Petro y Navarro, la misma experiencia de la constituyente con antiguos insurgentes plenamente incorporados a ese cuerpo señaló por lo menos en el papel nuevos derroteros para el país, simbólicamente tienen una gran significación, lo cual no significa que se tenga que repetir estas experiencias. Hay que buscar cómo pueden realizarse de manera originales lo que inspiró esos modelos.
(J.W): ¿En medio de este panorama se plantea la posibilidad de explorar un intercambio epistolar o considera que esta iniciativa se cerró con la respuesta de ‘Timochenko’?
(M.M): Como correspondencia personal la carta cumplió sus objetivos y prolongarla en ese sentido puede ser inadecuado. En algún artículo que escribí comentando las reacciones múltiples y muy contrastantes a mi carta, yo decía que no me sentía en una función distinta a la de haber sido telonero de un debate y por ello como correspondencia personal hay unos límites. Pero no hago la ecuación de que esos límites sean iguales a los límites de una correspondencia más amplia de distintos sectores, una correspondencia, un intercambio epistolar, donde intervengan los más diversos protagonistas tanto colectivos como individuales. Incluso este camino de las cartas no está cancelado. Sin embargo, no tendría sentido que yo insistiera como si fuera mi reto personal escribir cartas.
* Jaime Wilches es Coordinador – Línea de Investigación en Memoria y Conflicto del Instituto para la Pedagogía, la Paz y el Conflicto Urbano de la Universidad Distrital – IPAZUD. El texto fue publicado inicialmente en Ciudad Paz-ando Bogotá, segundo semestre de 2011. Vol. 4, núm. 2: págs. 95-100.