Foto: archivo CNAI
/ Por Luis E. Celis* El Ejército de Liberación Nacional (Eln) es una fuerza social, política y militar, curada de los “espantos de la guerra”; ya no tiene los ímpetus de pensar y trabajar por un levantamiento armado ni de insurrecciones populares, en eso ya no cree. Lleva quince años afincada en salir de la guerra por la puerta de los diálogos y negociaciones y ahora que esta puerta se abre, va a participar de ello. Es cuestión de semanas para que se conozca la apertura de una mesa con el gobierno del presidente Juan Manuel Santos.
En las últimas semanas han sido reiteradas las declaraciones de Nicolás Rodríguez Bautista, su líder histórico, en el sentido de tener interés en buscar un acuerdo político que ponga punto final al alzamiento armado de esta organización próxima a cumplir medio siglo de existencia, lo cual nos reafirma que se está configurando un escenario de concertación.
Se van a configurar entonces dos mesas de negociaciones, una con las Farc, que se instala el 8 de octubre en Oslo, Noruega, y una que se esta “cocinando” con el Eln. Ambas deberán confluir en algún momento del proceso y en contenidos políticos, pero lo más seguro es que estaremos ante dos acuerdos de paz, que deberán dialogar y coordinarse en su implementación, en tanto es un solo conflicto que comparte territorios.
Pero igualmente hay una larga historia de desencuentros entre las dos organizaciones guerrilleras que hacen pensar que cada una tendrá el interés de desarrollar los acuerdos firmados desde su autonomía y responsabilidades particulares, en una lógica de “cada loro en su estaca”, recuperando una frase de Manuel Marulanda Vélez, para significar que cada organización debe asumir sus temas, ritmos y compromisos.
En el gobierno del presidente Juan Manuel Santos hay interés de abrir una mesa con el Eln y se debe estar valorando cómo concretarla ante las expresiones de interés de la dirigencia de ese grupo alzado en armas.
Una agenda con el Eln no será muy diferente a la ya firmada con las Farc, los temas del conflicto y sus consecuencias están allí, lo que si hay que esperar es el interés de este grupo de colocar en la agenda el tema de la política petrolera y la forma en que se desarrolla, por la relevancia de este tema para Arauca, donde se encuentra el Frente Domingo Laín, la estructura más fuerte de esta organización insurgente.
Otro tema en el que ha sido reiterativo el Eln es el de la participación social en la superación del conflicto armado. Esta guerrilla asume que en la medida en que éste es un alzamiento armado, con raíces sociales, las comunidades y las organizaciones sociales, y una pluralidad de instituciones y personas, deben concurrir a la construcción del proceso que haga posible poner punto final al conflicto.
En el gobierno del presidente Juan Manuel Santos hay interés de abrir una mesa con el Eln y se debe estar valorando cómo concretarla -no hay que descartar que esté avanzada una pre-negociación- y el punto de interés del Eln en una dinámica de debate y propuestas sociales y ciudadanas debe estar siendo considerado por un equipo de la Casa de Nariño, en cabeza del Alto Comisionado de Paz, Sergio Jaramillo, para lograr un diseño del proceso que no deje por fuera el protagonismo de participación social, un punto clave si se quiere adelantar un proceso con esa organización alzada en armas.
Esta guerrilla ha intentado varios procesos, al igual que las Farc, pero, a estas alturas, estamos ante la posibilidad real de lograr una negociación exitosa, entre otras razones por la madurez de las partes, la voluntad social y el estado de la confrontación.
El Eln, disminuido y con pérdidas territoriales importantes, no es una fuerza derrotada. Orgullosos de su historia y afincados en la justeza de su rebeldía, están maduros para salir de la guerra y continuar sin armas en la vida civil; conocen muchas regiones, por lo que pueden, en la paz, convertirse en una factor de avance para comunidades y territorios, además de ser una fuerza creativa y propositiva para ampliar la democracia y continuar con sus ideas y sus propuestas.
Hay que estar muy atentos de cómo se abre una mesa con el Eln, la cual deberá dialogar con el proceso ya abierto con las Farc, y lograr construir un acuerdo viable y posible, sin pretender resolver todos los temas de la agenda social, política y económica en debate en la sociedad colombiana.
De ello son conscientes sus dirigentes, pero este grupo guerrillero quiere que se escuchen muchas voces, así lo han dicho en sus palabras: “es indispensable reconocer que ni el gobierno ni la insurgencia puede abrogarse el derecho de reemplazar la sociedad en la mesa y definir por ella. Por lo tanto, expresamos la urgencia de que las organizaciones populares y sociales organicen sus agendas con sus representantes. Esta es una tarea en la que nadie puede reemplazarlos y en la que sin ellos, el camino de la paz comienza equivocado”.
Ya lo dijo el Presidente Juan Manuel Santos, hace pocos días: “una paz sin el Eln sería una paz incompleta”. Y por las reiteradas declaraciones de la dirigencia de ese grupo subversivo hay que declararse optimistas frente a este escenario de un proceso simultáneo, articulado y con sus especificidades entre el Gobierno colombiano y las guerrillas de Farc y Eln.
* Luis Eduardo Celis, investigador en temas de paz y conflicto.