La traición de “la Far”

“Yo pregunto sobre su tumba cavada en la montaña:

¿no habrá manera de que Colombia, en vez de matar a sus hijos, los haga dignos de vivir?

Si Colombia no puede responder a esta pregunta, entonces profetizo una desgracia:

Desquite resucitará, y la tierra se volverá a regar de sangre, dolor y lágrimas.” 

Gonzalo Arango

Esta vez no habrá sillas vacías, al menos no las habrá en la mesa de negociaciones. Pero  es necesario no perder de vista que la negociación que se inicia formalmente esta semana no corresponde a una negociación con “la far”, ni con las Farc, sino con las Farc-Ep, o sea con una estructura armada ilegal que de entrada se supone con mando responsable y jerárquico, control territorial y capacidad de mantener operaciones militares, por lo que cumple con los requisitos para ser considerado un grupo armado parte de un conflicto interno en los términos del derecho internacional humanitario.  Y no solo eso, sino que se denomina a si misma el ejército del pueblo, se atribuye una representatividad y respaldo popular a nombre de la cual ha querido en virtud de su estrategia de guerra de guerrillas y guerra prolongada, tomarse el poder.

Pero también constituye una estructura atomizada, integrada por cualquier numero de bloques o frentes y cada uno de ellos dividido en grupos que  en la teoría responden al desarrollo de las macro estrategias orientadas al logro de la toma del poder por la vía armada, pero también a intereses políticos regionales y locales, militares y financieros de los integrantes de la organización en el terreno.  Como toda organización, las Farc tiene no solo comandantes, mandos medios y cuadros en formación con intereses y aspiraciones personales, económicas y políticas, sino también proyectos de vida individuales forjados y cimentados en la guerra, que no necesariamente se proyectan o caben  en una estructura que eventualmente se dispone a dejar las armas y acoge la vida civil.

¿Será que todos los miembros de la guerrilla acogerán los acuerdos, cuando se logren, y se integrarán a la sociedad pacíficamente? ¿Será que no se forman disidencias individuales o colectivas? ¿Tienen las Farc mecanismos para garantizar la cohesión y una respuesta colectiva de todas sus estructuras al momento de acoger los eventuales acuerdos de paz? ¿El Estado colombiano ha considerado esta situación? Y  si la ha considerado, ¿qué estrategia planea desarrollar para controlarla?

Uno de los “errores del pasado” fue la apuesta del anterior gobierno a la división y fragmentación de las autodefensas en el proceso de negociación de los acuerdos de paz. El mismo gobierno, a través de sus representantes,  fomentó la división, la desconfianza interna y la salida violenta a las pugnas  que él mismo produjo.  En dichas contradicciones, fueron asesinados, entre cientos  de colombianos combatientes como Carlos Castaño y Rodrigo Doblecero, fundadores y conocedores como nadie más de la historia de las autodefensas antisubversivas, su paso hacia el paramilitarismo y su degeneración en  el narcoparamilitarismo.

Las negociaciones con la guerrilla de las Farc sugieren una serie de preguntas que conducen a pensar en el tipo de estructura que hoy tiene esa organización subversiva.

Eran testigos de excepción de las graves violaciones de derechos humanos ocurridas en Colombia porque conocieron, intervinieron o planearon muchas de ellas, y fueron una de las partes creativas de la estrategia mortal que  las produjo. Ellos conocían de primera mano y directamente todo el transcurso histórico, incluyendo las relaciones con la clase dirigente y política de Colombia y su participación en el conflicto. Por esto fueron asesinados, enterrando así de una buena vez la verdad, pues estas personas eran las llamadas a articularla, con un testimonio históricamente invaluable de su participación en el conflicto.

El  actual gobierno en la negociación que  se inicia no puede estar apostándole a la disidencia y a las confrontaciones internas de las Farc.  Menos aún puede estar apostándole a la solución violenta de esas contradicciones, que necesariamente se van a dar.

Tampoco puede ser una posibilidad para los representantes de las Farc, a las que se les debería exigir de entrada una prueba de la cohesión del mando que ejercen. Hemos insistido, desde esta columna, en que se les pida a la guerrilla gestos de buena voluntad, en materia de renuncia a la utilización de armas no convencionales y minas antipersonales, la participación activa en el desminado humanitario, así como  la entrega inmediata a entidades humanitarias de los menores de edad que integran las filas con renuncia total al reclutamiento de niños para la guerra.

Una orden del mando superior a todos los frentes para comprometerse en estos mínimos aspectos humanitarios, al momento de iniciar las conversaciones,  y el cumplimiento inmediato de esta por todos los frentes, serían una muy tranquilizadora señal del liderazgo y control militar así como de la capacidad de convocatoria  para el acogimiento masivo de los acuerdos que se logren.

La orden que dio la comandancia de las Farc a todos sus frentes de no recurrir a secuestro como método de financiación no ha sido cumplida, y por tanto no es una señal tranquilizadora para el país acerca de la voluntad de  acogimiento  del acuerdo de paz que se logre.

Lo que menos puede querer la sociedad colombiana, después de todo el esfuerzo de negociación y las garantías que deberá entregar a las Farc para su desmovilización, que incluirá una alta dosis de Impunidad,  es que los ex comandantes guerrilleros terminen en el Congreso, en las altas esferas del gobierno o como representantes diplomáticos y los mandos medios y combatientes repartidos en otros grupos de guerrillas  o peor aun integrados o convertidos en las neo Bacrim, otras  bandas ilegales al servicio del narcotráfico.

Post scriptum:   En la montaña donde está clavada la tumba de Desquite, ya se escuchan extraños ruidos… quiera Dios que esta vez no resucite y se quede enterrado para siempre.

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