/ Por José Girón Sierra.* Por lo menos en occidente la navidad está cargada de un conjunto de simbolismos que alientan los mejores sentimientos. Se hipertrofia la amistad, la solidaridad, el sentido de compartir y la familia, como estructura social, es en si misma la que condensa ese conjunto de valores y de comportamientos afectuosos. Pero en todo esto ronda, de manera invisible, la confianza, como el sentimiento que nos hace sentir seguros en ese cúmulo de relaciones, siempre tan complejas, que los humanos adelantamos en espacios y temporalidades tan diversas. Por ello, la Navidad y la Noche de Paz suelen ser una y la misma cosa, como la época en la cual los fantasmas de la oscuridad, los monstruos de las tinieblas se disipan y dan paso a la confianza y a la seguridad, no hay cabida pues al miedo, ni al odio menos a la sed de venganza.
Nos encontramos en unos diálogos que prenden darle fin a un conflicto que por décadas ha llenado los campos de víctimas, de huérfanos, de viudas. Que ha provocado el desarraigo de millones de personas y que ha dejado como secuelas odio, desesperanza y sobre todo una profunda desconfianza no sólo entre las fuerzas combatientes sino sobre todo en la sociedad. De esta manera y en una lógica simplista, debiera ocupar cierta preponderancia la tarea de abrir un camino a la remoción todo aquello que alimente la desconfianza. Sin duda no estamos frente a algo sencillo, pero intentar reconocer al otro, promover el trato respetuoso, tener oídos para una escucha de calidad que elimine toda posibilidad a un dialogo de sordos, pudieran ser los principios elementales que deberían observarse ya que, puestos en práctica por las fuerzas que combaten, sería un mensaje muy fuerte para una sociedad incrédula, desconfiada y pesimista.
Más el gobierno que la guerrilla ha decidido que este dialogo se desarrolle en medio del conflicto. Las razones parecen ser de pura estrategia militar. El gobierno que está a la ofensiva y que cree encontrar en la guerra, como no hace mucho lo creía la guerrilla, una gran oportunidad para arrodillar a su enemigo histórico y reducirlo en sus pretensiones, no está dispuesto a conceder ninguna ventaja a la manera de un cese al fuego. ¿Cual es el problema de una táctica como ésta? Se trata del peor escenario para construir confianzas, cada hecho de guerra profundiza la necesidad de responder no desde la palabra sino desde el fusil. No es posible pensar en acuerdos medianamente sólidos si es que se llega, a punta de bofetazos.
La Navidad y la Noche de Paz suelen ser una y la misma cosa, como la época en la cual los fantasmas de la oscuridad, los monstruos de las tinieblas se disipan y dan paso a la confianza.
El papel que hasta hoy cumple por ejemplo el ministro de Defensa es elocuente al respecto. En sus pronunciamientos no hay nada que se alinee con el escenario de dialogo, allí es reiterativo el discurso descalificador e insultante, el discurso que llama a no creer en lo que por otro lado el presidente Santos hace en La Habana. En un escenario como éste, y en la medida en que se van cocinando los acuerdos, empiezan a tomar partido sectores de la elite empresarial y afloran los enemigos del proceso que incentivan la desconfianza y alientan el fracaso al ver amenazados sus intereses. Como ejemplo de esta situación, vemos la decisión de Fedegán, al marginarse del Foro Agrario convocado por la mesa de negociación. Algo similar hicieron en el proceso del Caguán cuando en uno de sus Congresos, con militares a bordo, se opusieron a cualquier acuerdo que los implicara. Por ello, no es casual que en encuesta reciente sea llamativa la idea dominante de fracaso de los diálogos que apenas comienzan.
Ojalá y por las razones expuestas, más temprano que tarde el cese al fuego sea un tema que pueda ser abordado y acordado y para ello, es indispensable que definitivamente se llegue con convicción al aserto de que por la vía de la guerra no le será posible el triunfo a ninguno de los bandos. En esta guerra la pose de bueno o de víctima como a veces parece colegirse de ciertos pronunciamientos de guerrilla y gobierno llegan al ridículo habida cuenta de las razones históricas que condujeron a esta confrontación y las prácticas de guerra degradas comunes a unos y a otros. Colombia necesita de una noche de paz y si bien esto entraña una construcción social es preciso que se den pasos concretos que vayan preparando el camino para que se crea y para que se confie. En esto juegan los principios elementales antes aludidos.
¡Qué los simbolismos de la navidad promuevan entre todos(as) la posibilidad de una palabra no amenazada como el camino para entendernos aun en la diferencia!
/ Por José Girón Sierra
*Analista político