Imagen: Oliverio Lara y Rodrigo Turbay Cote | Cortesía colarte.com, ellider.com.co
/ Por Boris Cabrera. * Hace muchos años leí una contundente afirmación del comandante Fidel Castro, en el libro » La prisión fecunda» de Mario Mencía, de la editora política de La Habana 1980, donde reconoce como un grave error, el que el hubiera ordenado el secuestro de Juan Manuel Fangio, el 5 veces campeón de la Fórmula Uno, cuando este asistió a La Habana a correr el II Gran Premio de Cuba en 1958.
El momentáneo secuestro de 26 horas (mientras se corría la carrera, que de todas maneras se realizó) pretendía ser una acción de propaganda. Algo que logró pues la noticia le dio la vuelta al mundo casi con la misma velocidad con que los revolucionarios le devolvieron la libertad. Aún así Fidel en esa entrevista posterior condenó el hecho. Un secuestro es un secuestro, cualquiera sea su duración o pretendida justificación.
En Colombia, el país de los secuestros: dos historias cercanas
Estudiaba yo en el colegio Santa Librada de Neiva mis primeros años de bachillerato, cuando el 28 de abril de 1965 fue secuestrado en su finca del Caquetá, don Oliverio Lara Borrero, líder agroindustrial y pecuario del Huila – Caquetá y el país. Creador de la hacienda «Larandia» de 57.000 hectáreas, puerto propio, aeropuerto internacional y sede hoy en día de la base militar colombo-norteamericana más importante del sur del país. Fue dueño de 12.000 hectáreas de haciendas en Balsillas, sede de cría de ganados Aberden-Angus y Charolais, y cuna del «barcino» el mítico toro guerrillero del inolvidable bambuco de Jorge Villamil.
A don Oliverio lo secuestró un grupo de sus propios empleados y trabajadores. Quiso el destino que a raíz del primer paro cívico-campesino del Caquetá de 1972, quien esto escribe cayera preso por la represión militar. Tusado (con el cabello cortado contra mi voluntad y al rape), y condenado administrativamente a pagar 4 meses de cárcel por cuenta del presidente Misael Pastrana Borrero, en la cárcel de Florencia, allí conocí al «cojo Mancera», pagando largos años de prisión por el secuestro y asesinato de don Oliverio Lara.
Pasando los días en tan poca grata compañía, Mancera me relato 8 años después del crimen, que ante el cerco del Ejército obligaron a don Oliverio, una persona de edad avanzada y ante la inminencia de la muerte, a cavar con un machete su propia tumba, si así se le pudiera llamar. Allí y ejecutado con esa misma arma para no hacer ruido, termino la vida de ese gran hombre.
Ese secuestro y su desenlace, impacto al país y golpeó al joven estudiante, que había conocido personalmente a don Oliverio, cuando el hacia negocios de ganado con mi padre y me reafirmó en mi convicción de que el secuestro es uno de los peores crímenes y afrentas contra un ser humano, su familia y la sociedad.
Y el otro relato: El día 16 de junio de 1995 un grupo de 15 guerrilleros de las Farc secuestró a Rodrigo Turbay Cote representante a la Cámara por el Partido Liberal. Dos días antes el 14 de junio la Corte Suprema de Justicia había llamado a juicio al parlamentario por presuntos actos de corrupción. El secuestro de las Farc en esas circunstancias, llevó a algunas mentes retorcidas de las que le sobran al país, a decir que todo era una maniobra para que el Dr. Turbay eludiera a la Corte y dejara pasar un tiempo mientras se enfriaba o «arreglaba» el asunto. Pienso que ni las Farc, ni el Dr. Turbay se hubieran prestado para eso. (Años después, algunas de esas mentes aberradas y retorcidas volvieron al ataque indicando que el Dr. Sigifredo López, sobreviviente de la masacre de los diputados del valle, también se había concertado con las Farc para su auto secuestro de siete años)
Se realizaron múltiples gestiones para lograr la liberación del Dr. Turbay con el comité permanente para la defensa de los derechos humanos, la Dra. Vilma Zaffra Turbay, y en una visita que hizo el doctor Álvaro Leiva a Florencia.
Boris Cabrera recuerda los dramáticos secuestros de Oliverio Lara y Rodrigo Turbay para realizar una reflexión y repudiar este cobarde acto de violencia que se volvió cotidiano en el conflicto colombiano.
Las Farc sacaron ocho comunicados públicos asumiendo y justificando el secuestro, que además se inscribió en la política impulsada por el comandante del Bloque Oriental Jorge Briceño «Mono Jojoy» de secuestrar parlamentarios, políticos, altos funcionarios y dirigentes gremiales y empresariales, ante la negativa del gobierno a liberar guerrilleros, comenzando por los enfermos, tal como esperaban ellos, después de liberar decenas de militares y policías que tenían retenidos.
Casi dos años después, en los primeros días de mayo de 1997 las Farc informaron que Rodrigo Turbay había muerto ahogado en el rio Caguán. Cesaron así para el y su familia 690 días de inútil y dolorosa espera. Pero no cesó la indignación del país frente a tan inhumana práctica.
Desde la U.P fui contendor político de Rodrigo, fuimos compañeros en la Asamblea Departamental del Caquetá. Desde donde se proyecto al Congreso de la República. Él era la antítesis del político convencional y tradicional. Tenia magnetismo y proyectaba una imagen de un ser compasivo e iluminado, como de santón oriental. Sus chistes eran en general ingenuos y apenas con ligero doble sentido, para nada vulgares. Como dicen los entendidos cometía poesía y citaba de memoria largos textos espirituales. En los debates políticos remplazaba los epítetos o adjetivos ofensivos por un tono ligeramente irónico. Desafortunadamente cuando irrumpe en la política caqueteña, ya esta había llegado a niveles de intolerancia y confrontación inmanejables, con muertos, desplazados, secuestrados y desaparecidos de todos los sectores políticos. Nunca en vida o después de muerto se ligó a Rodrigo Turbay Cote como gestor, ejecutor o director de ningún atropello o delito contra los derechos humanos.
En medio de esa pugnacidad y por cálculo político tres dirigentes fuimos vinculados al proceso y llevados a la cárcel por fiscales sin rostro, con testigos sin rostro (montaje que se desbarató y por el cual resultó condenada la Fiscalía y el Estado) , mientras que quienes verdaderamente manipularon en la sombra el secuestro se frotaban las manos y esperaban la oportunidad de promover el siguiente y definitivo golpe: el asesinato del también parlamentario y presidente de la comisión de paz de la cámara, Diego Turbay, y la madre de ellos, doña Inés Cote de Turbay.
Efectivamente, el 29 de diciembre de 2000 un comando de las Farc los acribilló a ellos y cinco acompañantes más. A este crimen ha estado vinculado jurídicamente además de las Farc, el ex parlamentario Luis Fernando Almario, a quien un video de amplia circulación con declaraciones de dos comandantes guerrilleros, lo vinculan además con el secuestro de Rodrigo Turbay. Almario está preso por otros procesos relacionados con la parapolítica
Hoy por hoy los otrora poderosos dirigentes políticos caqueteños están fuera de la escena y el vacio ha sido llenado por todo tipo de corruptos e investigados. Pero ese es tema para otros artículos.
Del Turbayismo caqueteño queda bien poco. Se robaron los bienes de la asociación Jorge Eliecer Gaitán, creada por el senador Hernando Turbay. Hablo de un edificio de 12 pisos en el parque principal de Florencia. Todas las casas o locales de las sedes municipales del Partido Liberal, el parque Turbay de varias hectáreas y dentro de la ciudad, el cual ya esta repartido. Pero no hay que exagerar, no se han llevado tres grandes placas conmemorativas o de honores a Hernando, Rodrigo, y diego. Quizás porque son de latón.
Constanza, hermana de Rodrigo y Diego, la única sobreviviente de la familia, no ha contado -como ocurre con casi todas las familias colombianas víctimas de circunstancias parecidas- con suerte o padrinos poderosos. No! Constanza va de un grupo de oración a otro, clamando justicia y reparación aunque sea de las alturas, pues con dignidad, no ha usado su tragedia para lagartear en las oficinas públicas o reclamar derechos de autor sobre su drama.
Volviendo al tema del secuestro, el país registra complacido el compromiso de las Farc de no recurrir más al secuestro. El presidente Santos en Hora veinte de Caracol, reconoció que hasta ahora han cumplido. Y es que nada le ha hecho más daño a la lucha por una mejor sociedad, un mejor país, que el secuestro. Los videos, fotos y otros documentos que registran a seres humanos encadenados, encerrados por alambres de púas o en huecos hechos en el suelo, fueron demoledoramente destructivos de las motivaciones de la lucha social o insurgente. Ninguna lucha transformadora o revolucionaria puede reclamar como validos esos métodos.
Eso de tener que dedicar una parte de una organización de vanguardia a una especie de «Inpec» de la revolución, para cuidar secuestrados, resolver temas de vigilancia, «servicios», logística, incluidos temas de higiene, toallitas, crema y maquinas de afeitar, es patético y melancólico.
Ahora hace falta ayudar a aclarar, que ha sido de muchos desaparecidos y secuestrados del pasado. Si es que están todavía en poder de las Farc para que sean liberados. Es un deber moral y ético ayudar a paliar el dolor de tanta familia despedazada por el sufrimiento y el sentimiento de ausencia del ser querido. Es probable que muchas personas que se dan por secuestradas o desaparecidas, estén ya muertas, en filas, en manos de otros grupos o huyendo de procesos e investigaciones oficiales, de delitos comunes, incomunicados de sus familias por su propia voluntad, o en otro país. En fin hay decenas de hipótesis, para que no se sepa de una persona. Hay que contribuir a aclarar lo que se pueda.
Esta colaboración ayuda a mitigar el dolor, contribuye a la reconciliación, a crear confianza, estas acciones ayudarían a reconstruir el decaído prestigio de la lucha socia y a crear las condiciones para el gran reencuentro de todos los colombianos.
* Fundador de la Unión Patriótica.