El triunfo de Correa en Ecuador

Nadie dudaba del triunfo de Rafael Correa, el líder de la revolución ciudadana que cambio el rumbo del Ecuador, en manos de la que él llama la «partidocracia» y los poderes de facto. En los resultados extraoficiales la votación puede superar el 60 por ciento de los más de 12 millones de ciudadanos que se hicieron presentes en las urnas.

El propio presidente ha dicho que este será su último periodo, lo cual abre desde ya la búsqueda de un sucesor, que bien podría estar entre los rivales que compitieron y perdieron en estas elecciones del domingo 17 de febrero.

Los rivales derrotados en toda la línea

El banquero Guillermo Lasso, quien aparecía con algo menos del 10 por ciento del favoritismo, representaba lo que Correa denunciaba como la sucretización, y el salvataje de los bancos. Los dos siguientes en la oposición a Correa era Lucio Gutiérrez, el militar derrocado en el 2005, y Alberto Acosta, quien fuera presidente de la asamblea constituyente ecuatoriana, una voz disidente que se hizo a un lado, para protestar por las acciones autoritarias del presidente.

Esta vez, parece que la coalición de Alberto Acosta, una confluencia de agrupaciones cívicas, sectores del movimiento indígenas, y corrientes de izquierda minoritarias no alcanzará más allá del 3 por ciento de los votos, es decir, algo más de 400.000 votos.

La nueva izquierda ecuatoriana

Alberto Acosta en su campaña popular logró entusiasmar con la defensa de la naturaleza, para ponerle coto a las explotaciones mineras que ponen en riesgo la biodiversidad y el hábitat natural de no pocas comunidades indígenas. Pero, el movimiento indígena no es más una unidad, sino que está también dividido por líneas de clase.

Hay hoy, como en Bolivia, una burguesía indígena que ha acumulado en la actividad comercial primero, y en la agricultura, y ha empezado a incursionar en los proyectos industriales y financieros. Otavalo es un ejemplo elocuente de lo que aquí se dice, que evolucionó de un mercado indígena ancestral a un emporio del capital indígena, y que es gobernado por autoridades de origen indígena.

La izquierda de raigambre histórica maoísta, el PCML del Ecuador, con fuertes lazos en el sector educativo, y animador del frente político del MP fue duramente golpeado por la ley de educación, y el proceso de gratuidad que impulsó Correa en los dos gobiernos anteriores. Una de las más duras batallas se libró en la ciudad de Quito, donde en la Universidad Central se ensayó de modo fallido hasta la defenestración del rector de la misma.

La izquierda nueva y tradicional tienen que cambiar el rumbo, y entender los desafíos de la llamada «revolución ciudadana», para convertirse en lo electoral en una alternativa cuando termine la tercera presidencia de Correa.

Por lo pronto tendrán que hacer oposición congresional y extracongresional, cuya eficacia por los pronto es mínima, pero que en este año 2013 podrá aumentar cuando el precio de las materias primas, y la caída en los precios del petróleo produzcan mengua en las arcas del ejecutivo.

El gasto público y el neopopulismo.

Se ha calificado al experimento de la revolución ciudadana, en lo económico como un renovado ejercicio de populismo, que se basa por supuesto en subsidiar a las multitudes sumidas en la pobreza para habilitarlas en materia del consumo, y mejorar las condiciones de acceso a la igualdad social, en materia de educación, salud y vivienda.

En cifras, el Ecuador de ahora tuvo una inflación del 4,8 por ciento en el 2012, y del 3.3 durante lo corrido del 2013. En materia de desempleo la cifra es el 5 por ciento, mientras que el subempleo, la flexibilización alcanza el 40 por ciento. En 6 años el gasto público se disparó pasando del 25 a casi el 50 por ciento.

Por supuesto, que Correa, quien hizo su debut político con el presidente Palacios se opuso al neo-liberalismo, y su izquierdismo cristiano se posicionó cuestionando en toda la línea la receta del consenso de Washington cuando éste ya estaba de capa caída.

Correa le ha dado entidad, junto a Hugo Chávez, Evo Morales y otros presidentes de menor peso político y económico, al denominado Socialismo del siglo XXI, que se parece bastante al socialismo chino de la era posmaoista, el que han cultivado Deng y sus continuadores hasta hoy.

Los interrogantes del ahora

Los ingresos recibidos por el gobierno de Correa entre el 2007 y el 2012 son equivalentes a todo lo acumulado en los años 90. Mauricio Pozo, ex ministro de economía y finanzas del Ecuador.

La estabilidad del régimen dependerá en alto grado de factores ajenos al manejo del poder. Si los dólares no ingresan con igual facilidad, el modelo terminará con las partes buenas de la actual «revolución». Jorge Rodríguez Torres, ex presidente de Aealc.

En Ecuador coexisten también capitalismo y brotes de socialismo cristiano, coexisten necesariamente, bajo control estatal. Y los subsidios cambian de rumbo, donde la desigualdad permanece, y la explotación obrera también, la cuestión agraria, y la situación de las comunidades rurales no se resuelve. Pero la población más pobre y miserable mejora sus condiciones de vida subsidiada por los buenos precios de las materias primas.

Esta fórmula, aquí como en Venezuela permite ganar elecciones, y cada vez, en la medida en que los pobres se organizan por Alianza País, o el PSUV, sus conductores principales triunfan en los certámenes electorales. Y claro, la pregunta que sigue es qué puede pasar cuando el déficit crece, y los presupuestos se angostan. Y cuando los líderes históricos tienen que ceder el lugar a sus sucesores.

No solo Ecuador, sino también Venezuela, y Bolivia serán en el curso de los siguientes cuatro y seis años el laboratorio que pruebe la profundidad y arraigo de estas revoluciones de signo diverso, que no cambian aún la lógica capitalista, sino que lo «humanizan» en términos relativos, y causan desastres naturales, a cambio de un bienestar inmediato e ilusorio, pero fundamental para los de abajo.

/ Miguel A. Herrera Zgaib.
Director del Grupo Presidencialismo y Participación