Una de las vergüenzas nacionales que más debería afrentarnos a los colombianos es el asesinato de 889 maestros en el lapso comprendido entre 1985 y 2011. Un promedio de 34 cada año.
Estas dramáticas cifras y una explicación de por qué se les asesina son analizadas en el libro Sindicalismo Asesinado, escrito por León Valencia y Juan Carlos Celis, de la Corporación Nuevo Arco Iris, de reciente publicación. Un libro rico en su contexto interpretativo y en cifras, tomadas con rigor de las estadísticas de la Escuela Nacional Sindical y la Oficina para los Derechos Humanos de la Presidencia de la República.
La violencia contra los maestros ha sido una constante en nuestra historia. En el siglo XIX cerca de mil maestros que habían sido formados por una misión educativa alemana, para enseñar en las escuelas públicas de los gobiernos del Radicalismo liberal de la época, murieron entre la llamada Guerra de las Escuelas en 1876 y la Guerra de los Mil Días de 1899. Su único sobreviviente, un maestro llamado Epímaco Cavarico, se suicidó en un olvidado pueblo de Santander. (Revista Educación y Ciudad, No. 3, IDEP, Bogotá, septiembre de 1987, Pág.7)
En nuestra historia reciente y actual los educadores han sido víctimas de la violencia paramilitar, guerrillera y estatal. Según los autores del libro: “La Federación Colombiana de Educadores es la organización sindical que registra el mayor número de homicidios contra sus afiliados y el mayor de número de violaciones a la vida, la integridad física y la libertad. Entre 1986 y 2011, 889 de sus afiliados fueron asesinados, 2.733 fueron víctimas de amenazas, 37 de atentados con o sin lesiones, 53 desapariciones, 122 detenciones arbitrarias, 40 secuestros y 19 torturas. En términos porcentuales del total de homicidios cometidos contra sindicalistas en Colombia, el 31% correspondieron a Fecode, al igual que el 50% de las amenazas, el 24% de los secuestros, y el 19% de las detenciones arbitrarías y las desapariciones. (Sindicalismo Asesinado, Pág.31, Bogotá, Edit. Debate, 2012).
Colombia tiene el deshonroso registro de ser el país donde más se han asesinado maestros en el mundo en las tres últimas décadas. Del 2004 al 2006 en Colombia fueron asesinados 236 sindicalistas, mientras en el resto del mundo fueron asesinados 162. La impunidad es vergonzosa, el 96% de los asesinatos no han sido castigados sus responsables.
Los maestros han sido asesinados de todas las formas y en todos los lugares: en la sede de sus sindicatos, como el caso de Luis Felipe Vélez, presidente de la Asociación de Educadores de Antioquia (Adida) asesinado por paramilitares el 25 de Agosto de 1987, por orden de Carlos Castaño. En la propia velación fueron asesinados, un día después, Héctor Abad Gómez y Leonardo Betancur.
También han sido asesinados delante de sus estudiantes, como ocurrió el 25 de Agosto del 2012 en Miranda (Cauca), donde fue baleado por dos paramilitares el profesor Joselino Beltrán, de 40 años, los propios estudiantes capturaron a uno de los asesinos. El Día del Maestro tampoco ha sido la excepción, el domingo 15 de mayo fue asesinado el educador Dionis Alfredo Sierra Vergara, quien se desempeñaba como docente de primaria en la institución educativa, Luis Fernando González Botero, del municipio de La Apartada, según crónica del diario El Universal de Cartagena.
En su casa tampoco están seguros: en pleno 31 de diciembre de 1989 fue asesinado en Tolú, Sucre, el presidente de sindicato de educadores de Córdoba, Fermín Meléndez Acosta, mientras descasaba en una mecedora.
Las maestras también han sido víctimas de la acción criminal, como el lamentado caso de Olga Cecilia Duque, docente de Cocorna, Antioquia, asesinada por el ELN. Los 44 maestros del colegio público rural Las Delicias, en Tierralta, Córdoba, tuvieron que abandonar el establecimiento para ponerse a salvo de extorsiones amenazantes de presuntos paramilitares y refugiarse en Montería.
En 25 años fueron asesinados 889 maestros sindicalizados en el país, con un promedio de 34 por año. Colombia tiene el deshonroso registro de ser el país donde más se han asesinado maestros en el mundo en las tres últimas décadas.
¿Por qué los asesinan, desplazan o amenazan? León Valencia y Juan Carlos Celis arriesgan una interpretación: “Los sindicatos colombianos se han empeñado en asegurar que la protesta laboral es la causa principal o única de las agresiones que ha sufrido el sindicalismo. La investigación revela que esta explicación es incompleta. La acción política al lado de las guerrillas o la lucha autónoma por la democracia desató una respuesta atroz y desproporcionada de las élites regionales, de agentes del Estado y de fuerzas ilegales”. (Sindicalismo Asesinado, Pág.19)
“La cooperación de una parte importante de dirigentes sindicales con fuerzas políticas vinculadas a las guerrillas no era inocente. Muchos dirigentes sindicales sabían de donde venían las consignas que agitaban y sabían también que las guerrillas incurrían en secuestros, en extorsiones y en asesinatos de empresarios y políticos”.
“El Estado colombiano sostiene la tesis contraria con la ilusión de que así puede eludir las responsabilidades éticas, políticas y judiciales que le competen por esta larga cadena de asesinatos y de violaciones a los derechos humanos. Piensa que al decir que la mayoría de los crímenes tienen una vinculación directa con el conflicto armado queda exento de culpa o puede atenuar su responsabilidad.”
“No hay la más mínima justificación para que agentes del Estado por mano propia o en alianzas con ilegales maten o atropellen a personas en estado de indefensión, así sean dirigentes políticos o sociales con algún grado de afinidad o vínculos con agentes o consignas subversivas. La única opción del Estado es perseguir en derecho y en democracia a sus impugnadores.”
“Utilizar como expediente para reprimir las protestas sociales la acusación de que los sindicalistas y dirigentes sociales asesinados obedecían a intereses políticos o estaban infiltradas por la subversión, tal como se ha hecho a lo largo de los últimos treinta años por los gobiernos nacionales y locales, es una negación clara y llana de la democracia.” (Sindicalismo Asesinado, Pág.20).
Es evidente que a los maestros los matan principalmente por hacer política. Su presencia en la lucha electoral es notoria y exitosa. En las elecciones parlamentarias del 2006, los maestros eligieron 5 senadores, tres de ellos ex presidentes de Fecode. Para las fuerzas tradicionales regionales y para el paramilitarismo, la incursión de los maestros en la competencia electoral representa una amenaza a su hegemonía y control político, incluido el propósito de “refundar la patria”. Por eso el periodo de mayor violencia contra los maestros, 1995-2001, corresponde al periodo de mayor expansión y criminalidad del paramilitarismo en el país y paradójicamente, se corresponde con la época de oro que vivió Fecode con el gobierno de Ernesto Samper, su gran protector al cual dirigentes de Fecode respaldaban políticamente.
El Estado y la sociedad colombiana, al igual que la Federación Colombiana de Educadores, están en deuda con la memoria histórica de estos 899 maestros asesinados. Su muerte reclama justicia y reparación. Reconstruir con urgencia la historia de este holocausto contra la inteligencia, el pensamiento, la cultura y la educación es una obligación ética y política de la dirigencia del magisterio para honrar su memoria, su sacrificio y para que una desventura de esta naturaleza no siga ocurriendo a presente y a futuro.
El libro Sindicalismo Asesinado, es una valiosa contribución, posiblemente controvertible y polémica, a la reconstrucción histórica de la violencia contra los sindicalistas colombianos y en particular contra el magisterio. Su lectura arroja cifras e interpretaciones de obligada consulta para explicar porque la sociedad colombiana ha permitido el asesinato de sus maestros y guarda un silencio inexplicable, mientras otras sociedades rinden culto a su esfuerzo formador y guardan un respeto por su profesión y dedicación.
* Columna publicada en Seminario Virtual Caja de Herramientas -Ed 339- 15 al 21 de febrero de 2013.
León Valencia Agudelo y Juan Carlos Celis Ospina
Ramdon House Mondadori 2012 -DEBATE-
253 Pgs.