Las guerrillas en Colombia, desde su existencia, han hablado de paz. ¿No es un contrasentido al hacer la guerra, hacer un ofrecimiento de paz? Eso es parte de nuestra historia, de una de nuestras múltiples historias.
Los planteamientos de paz y guerra, han tenido un trasfondo social en medio de una compleja y violenta situación política en Colombia, en lo que se ha denominado la época de la violencia, que puede datar desde 1948 (asesinato de Jorge Eliécer Gaitán)… o si lo prefieren desde 1926 (Masacre de las bananeras), o 1943 cuando el pacto de paz con las guerrillas de Guadalupe Salcedo o en 1958 cuando se creó el Frente Nacional, en medio de una cruenta guerra política, fecha que coincide con el nacimiento de las FARC, o 1964 cuando nace el Ejército de Liberación Nacional o en 1970 el M-19, y si vamos más atrás, en 1605 cuando el líder cimarrón “Benkos Biohó y el Gobernador de Cartagena, Suazo, establecen un tratado de paz que reconoce la autonomía del Palenque de la Matuna”[1] en Cartagena de Indias, luego de luchas lideradas también por Polonia desde 1581, o en 1781 con el movimiento de los Comuneros.
También podemos referenciarnos a 1810 cuando se proclama la independencia de Colombia, o 1819 con la gesta libertaria de Simón Bolívar en la Batalla de Boyacá, en 1915 el levantamiento indígena liderado por Quintín Lame, las luchas estudiantiles que datan de 1929, y hacia adelante, en 1984, con la firma de los acuerdos de paz entre Belisario Betancur como presidente y las Farc, el M-19 y el Epl, en 1985 el Holocausto del Palacio de Justicia, en 1987 cuando emerge el fenómeno del paramilitarismo, en 1991 el surgimiento de la Constitución Política de Colombia en medio de un proceso de paz, en 1994 los acuerdos de paz de la CRS con el presidente Gaviria, en 1995 los acercamientos entre el ELN y el Presidente Samper, en 1998 nuevos intentos de paz con las Farc y el presidente Pastrana, en 2004 los acuerdos de la controvertida desmovilización con los paramilitares y el Presidente Uribe, en 2012 la insistencia en los acuerdos de paz con las FARC con el Presidente Santos….
La historia de Colombia, es una historia continuada de guerra y paz, de marcadas violencias y múltiples aspiraciones de paz inspiradas en conquistas institucionales, sociales, políticas, regionales, étnicas, indígenas, estudiantiles…
Y ahora en el escenario de este 9 de Abril de 2013, puedo oler nuevamente los aires de Flor del Monte, Ovejas, Sucre, como si fuera ayer ese 9 de Abril de 1994, entre la guerra y la paz, con la muerte doliente de Enrique Buendía y Ricardo González, el 24 de Septiembre de 1993. Con el anhelo de la paz palpitante entre pecho y espalda. Con el susto entre la muerte y la vida.
En este escenario del 9 de Abril de 2013, Bogotá se abre como las Flores del árbol de lluvia de Oro, en una gobernabilidad que desnuda los sufrires y a los que sufren, las ausencias y a los ausentes, las inconsecuencias y a los inconsecuentes, las múltiples exclusiones y a los excluidos, las diferenciaciones y a quienes han diferenciado, los olvidos y a los olvidados, las tristezas y quienes nos han entristecido, las ambiciones y quien ha ambicionado, los letargos y a los aletargados, las mezquindades y a quienes han sido mezquinos, las clasificaciones y a quienes nos han clasificado.
Bogotá se abre como flor en primavera. Como una Flor vista por vez primera. Y me pregunto, ¿qué es lo nuevo?
Miro el entorno de mi metro cuadrado de realidad, con el espíritu emprendedor que me anima, y veo mi entorno emprendedor, como entorno que me inmersa, del cual hago parte, y siento el cambio como una marea, y me asombro de no haber visto, y de ver por primera vez, lo que existe en una dimensión gigante desde lo pequeño, y son todos aquellos que generan el 60% del empleo de Bogotá, una ciudad con 8 millones de habitantes, todos aquellos que se llaman independientes, o mal llamados informales (¿Qué es la economía formal? ¿Cuál es la informal? ¿Hay más de una economía?) y nadie los ve o los veía. A gritos han pedido por años apoyo para hacer más sostenibles sus empresas, pero la inversión social ha tenido una sola mirada: o el asistencialismo, rango en el cual no se encuentran, o en lo que se denomina “lo formal”, rango en cual tampoco están.
Sólo basta verlos, o sea apreciarlos, dimensionarlos, palparlos, escucharlos, para que surjan las ideas, las propuestas, las alternativas, que no están pre-fabricadas, que no están en los manuales y dictámenes de los expertos, ni en las mentes brillantes de quienes tienen todas las respuestas aún antes de hacer las preguntas. Podría parecer, utilizando la palabra de moda de la oposición y de los opositores “improvisado”, pero será, me pregunto, que ¿así surge lo nuevo?, en apariencia desordenado, caótico, despelucado, con la camisa sin abotonar, con los ojos a medio dormir pero bien despiertos, en tenis sin amarrar para las caminatas, el pantalón arrugado, el cuaderno cuadriculado para las notas con el título de “hallazgos”.
Con el pálpito a flor de piel, con la intuición de que algo está pasando, apostando por el cambio como un acto de fe, de lo que no existe pero que está en proceso de gestación, pero en cada paso palpando su estado de transformación, con la complicidad del otro-a como quien planea una aventura, una exploración en ese magnífico horizonte de la realidad que vivo y me vive, es decir con los que hacemos con-vivencia.
Ahora es el tiempo presente, una apuesta por la paz de Colombia, que en su significado es recuperar “la solidaridad como ternura de los pueblos” (Gioconda Belli).
* Investigadora y asociada de la Corporación Nuevo Arco Iris.