La fiebre global del cannabis


Cientos de personas pidieron la despenalización de la marihuana el 4 de mayo en Ciudad de México. EFE

Por: Redacción Internacional
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Mayo es el mes de las marchas mundiales por la marihuana. Miles de personas en el mundo ya marcharon. Otras lo harán en los próximos días, con las banderas de la legalización de la hierba.

México, Argentina, Colombia, Ecuador, España, Alemania, entre otros, fueron sede de protestas a favor de la descriminalización y legalización del cannabis el sábado. Este mes se esperan más marchas en diferentes países. La magnitud de las movilizaciones invita a pensar sobre la situación de la marihuana en América y Europa.

El cannabis es la droga ilícita más consumida en el planeta. Representa alrededor del 80% del consumo total de substancias prohibidas. Sin embargo, en los debates de la política internacional suele pasar desapercibida, oculta tras los argumentos sobre otras substancias como la cocaína y la heroína. ¿Por qué? Amanda Feilding, la directora de Beckley Foundation, dice que esto se debe posiblemente al “temor de que al reformar el control de cannabis, los defectos de todo el enfoque prohibicionista de la guerra contra las drogas estarían expuestos, y la prohibición se derrumbaría”.

Aplicar globalmente la descriminalización o la regulación de los mercados de marihuana, dice Feilding, “socavaría una industria anual de US$100 millones y se llevaría puestos de trabajo de la policía, los fiscales, las prisiones, la Onudd, la JIFE… por lo que hay intereses creados en mantener el status quo”. No obstante, la presión social ya ha generado cambios importantes en EE.UU., reformas ejemplares en Europa y un debate serio en Latinoamérica.

EE.UU., el panorama del cambio : John Walsh

En Estados Unidos, el panorama es de cambio de actitudes y de políticas. Las cifras que vienen de las encuestas anuales realizadas por el Gobierno estiman que unos 110 millones de personas han consumido marihuana en sus vidas —42% de la población— y unos 17 millones —7% de la población— son usuarios actuales en todo el país, es decir, han consumido en los últimos 30 días.

En ambos casos la cifra real podría ser más alta. La realidad es que nadie conoce cifras exactas de producción y consumo. La marihuana se puede cultivar en cualquier parte y las aproximaciones vienen en términos de volumen consumido: un rango de 2.500 y 5.000 toneladas métricas, de las que entre 20 y 40% viene de producción doméstica. La mayoría, casi dos tercios del total, llega desde México, y el resto de Canadá, Jamaica y otros países. Sobre el valor del mercado también existen grandes dudas, pero se establece que mueve entre 25 y 40 billones de dólares.

Dejando los números de lado, en Estados Unidos existe desde los años 70 una especie de sensación que invita a pensar en cambiar la ley o al menos a hacerla menos recia para el cannabis. Sin embargo, esto nunca sucedió y Washington lanzó una guerra contra las drogas e instauró las leyes más duras. El cambio comenzó en California con la legalización de la marihuana para usos medicinales, en 1996; hoy ya son 18 estados y el Distrito de Columbia, donde su uso es legal para estos fines. Ese cambio ha producido, más que una normalización del uso, una aceptación de la marihuana. Al punto que el año pasado, Colorado y Washington aprobaron, por márgenes muy grandes, un marco legal regulatorio para el consumo recreativo: un mercado para adultos.

Lo hicieron por la vía del voto, y después de este precedente hay otros estados que están considerando la posibilidad de seguirlos: Alaska, California, Maine, Massachusetts, Nevada y Oregón. La mayoría de estos estados muy probablemente intentarán legalizar el consumo recreativo entre 2014 y 2016. La regulación en el país ha comenzado desde la iniciativa estatal porque, a pesar de tolerar este tipo de leyes, el gobierno federal todavía parece un poco reticente a tomar partido en el tema.

No obstante, y en cierto modo, la marihuana ha sido un aprendizaje para las instituciones. En muchos estados donde ya es legal para usos médicos se habían hecho advertencias que apuntaban a la destrucción social. Poco a poco el panorama se ha ido aclarando y la realidad ha mostrado que una iniciativa así no trae mayores problemas. A medida que avance el tiempo la sociedad estará más y más acostumbrada a tolerar, aunque esto no signifique estar a favor.

En los últimos cinco años ha habido un cambio muy notable en la opinión pública. Hoy en día hasta el 52% de los estadounidenses tolera la marihuana y esta es la primera vez en 40 años en la que se ha llegado hasta este punto. Hoy, más gente rechaza que una guerra contra las drogas se plantee en contra del cannabis.

No podría decirse, tampoco, que el cambio hacia la marihuana podría generar cambios en la regulación y percepción de otras drogas. Si eso ocurre, tomará un tiempo. Aún hoy, la experiencia y las actitudes frente a otras drogas son muy distintas. Empezando porque el consumo del resto de las drogas no alcanza la mitad del número de usuarios de cannabis. Ese todavía es un territorio inexplorado.

* Jefe de Estudios de la Política de Drogas para los Andes, de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (Wola).

Europa, el mayor mercado:Amanda Feilding *

En Europa no ha habido legalización. Sin embargo, en España, Portugal y la República Checa, entre otros países, la posesión de pequeñas cantidades de todas las drogas para uso personal está descriminalizada. Contrariamente a los temores expresados cuando se ejecutaron los proyectos, el uso de drogas no se ha disparado. La Policía y los tribunales han ahorrado tiempo y dinero. Menos gente tiene la vida arruinada por una condena penal. Los tres países tienen tasas de mortalidad relacionadas con las drogas muy por debajo de la media de la Unión Europea. El consumo problemático se ha reducido.

Las reformas portuguesas hicieron del país un referente a nivel mundial. Entraron en vigor en 2001 y no sólo suponían la despenalización, sino un conjunto coordinado de políticas que incluían estrategias específicas de prevención, tratamiento, reducción de la oferta (concentrándose en el “pez gordo” en lugar de los usuarios) y reducción de daños como el intercambio de agujas. Durante los 10 años siguientes a la introducción de las medidas, el consumo aumentó ligeramente, pero la prevalencia del consumo problemático se redujo significativamente. Cayó el consumo de drogas por adolescentes entre 15 y 19 años, la proporción de reclusos que consumen drogas por vía intravenosa se redujo en 70%, la incidencia del VIH disminuyó y las muertes por consumo de drogas se redujeron notablemente.

Reformas como esta empezaron a aplicarse cuando se hizo evidente el fracaso de la guerra contra las drogas en el continente. Desde que la Convención Única de 1961 prohibió el cultivo, el comercio y la posesión de cannabis, “el consumo se ha disparado, sobre todo entre los jóvenes. Enormes sumas se han gastado en policía y los tribunales. Las vidas han sido arruinadas por condenas penales.

Europa tiene el mercado de cannabis más grande del mundo. El reto ahora es regularlo. Beckley Foundation ya ha publicado un proyecto de convención marco para el control del cannabis y entre sus propuestas está permitir la producción y venta sólo bajo licencia, aplicar impuestos para impedir que el precio caiga demasiado bajo (mientras se mantiene por debajo del precio de mercado negro), prohibir la venta a menores, imponer el etiquetado obligatorio de los contenidos (las concentraciones de THC y CBD), prohibir la exportación a un país no dispuesto a importar cannabis, impulsar la educación dirigida y las campañas de reducción de la demanda, y desarrollar programas de tratamiento para la dependencia. Las propuestas están en pleno debate en el Viejo Continente.

* Directora de Beckley Foundation.

La nueva historia germina en América Latina: Eduardo Vergara B.*

Las políticas prohibicionistas para controlar las drogas por medio de la fuerza pasaron a la historia como el mayor fracaso de una política en nuestra región. Al centro, y por la masividad de su consumo, el cannabis se transformó en la excusa perfecta para intentar controlar nuestra sociedad y ejecutar esta seguidilla de absurdos.

El consumo de cannabis, tanto para fines recreativos como terapéuticos, es masivo. En países como Uruguay y Chile, la prevalencia de consumo llega a 5,6% y 4,9% de la población total. En este último, las detenciones por ley de drogas, en gran parte relacionadas al cannabis, superaron las 85.000 en 2012. Por otro lado se encuentra la producción. Ya no podemos hablar de países productores y consumidores solamente, por la simple razón de que la producción puede tomar lugar en la tranquilidad de un hogar, ya que afortunadamente miles de personas han optado por el autocultivo como forma de reducir los daños asociados a la salud y la seguridad.

Si el debate se abrió de manera transversal en 2012, 2013 es el año de consolidar los cambios que nos llevarán a lograr reformas. Desde Uruguay a Washington se han dado pasos para lograr la regulación o, al menos, un nuevo trato a los consumidores de cannabis. Ejemplos de avances, grandes y pequeños, sobran. Sin duda que, desde el sur, los cambios impulsados por el presidente Mujica en Uruguay son los más sustantivos. Un modelo amplio de regulación al cannabis es la forma más sensata y eficiente de controlar un fenómeno que está fuera de control.

Por un lado Uruguay ha desarrollado una propuesta de política demasiado alejado del resto de la región. Su soledad es comprensible, pero no justificable; está ubicado entre dos gigantes: Argentina y Brasil, generando una actitud de que para avanzar no hay que pedir permiso. No basta con liderar con el ejemplo en un tema tan complejo como este, hay que avanzar en conjunto. Los esfuerzos domésticos no tendrán éxito si no existe un diálogo regional y estrategias conjuntas. ¿Qué rol jugaría Paraguay como gran vecino exportador de cannabis? ¿Qué rol jugarían Brasil y Argentina como grandes vecinos consumidores?

América Latina requiere una política de drogas, o al menos por ahora sobre el cannabis, que sea fiscalmente responsable, pero, sobre todo, que se fundamente en la evidencia existente y que se base en los derechos humanos, poniendo por primera vez al ser humano al centro de toda política. La regulación del cannabis es sin duda el paso más propicio y sensato. América Latina no debe pedir permiso para liderar al mundo en reformas, pero en el proceso no puede perder su vocación regional. Regular el cannabis es el primer paso.

* Director de Asuntos del Sur (www.asuntosdelsur.org).

Por: Redacción Internacional