La paz con el Eln


El Eln luce descolocado. En el ajedrez de la paz no parece encontrar sitio adecuado. No sabemos si quiere jugar en primera línea con agenda y escenarios propios o si prefiere ser alfil o peón de las Farc en las negociaciones de la Habana. Ese es el dilema que de nuevo se hace evidente con los últimos acontecimientos. 

Acabamos de conocer una declaración conjunta de las Farc y el Eln en cabeza de sus máximos comandantes Timochenko y Gabino. No es un pronunciamiento para anunciar una estrategia militar conjunta para la toma del poder. Tampoco para anunciar una fusión de estas dos organizaciones guerrilleras, como lo insinuaron algunos medios. Es una manifestación de trabajar unificadamente en la superación negociada del conflicto armado. Y allí radica lo positivo y lo problemático del anuncio.

Positivo porque muestra a un Eln interesado en no dejarle a las Farc todo el espacio de la paz. La liberación del cabo tercero Carlos Fabián Huertas ha sido interpretado por el Gobierno Nacional como un gesto “en la dirección correcta”. Aunque el Presidente Santos reclama también la libertad del canadiense Jernot Wolber secuestrado por los elenos desde enero pasado. Los voceros de las Farc pidieron desde La Habana un espacio en la mesa para el Eln y sectores de la sociedad civil suscribieron una carta pidiendo al Gobierno y a esta organización guerrillera la apertura de un proceso formal de diálogo y negociación de paz.

Los problemas aparecen cuando se abusa de la idea de una negociación global con las guerrillas tipo El Salvador o Guatemala. En Colombia el experimento de unificación de las guerrillas en la denominada “Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar” fracasó militar y políticamente. Pudieron más las historias particulares, los liderazgos personales y los conflictos que representaban cada grupo que la veneración de la unidad. El último episodio de esta frustrada unidad tuvo lugar en los diálogos de Caracas y Tlaxcala. Mientras tanto, el éxito de La Paz que se abrió paso con el M19, y luego con el EPL, el Quintin Lame, el PRT y la Corriente de Renovación Socialista, obedeció a un modelo de negociación parcial o de “paz parcelada” que facilitó acuerdos con arreglo a las demandas y características de cada grupo.

Algunos pazólogos dirán que la parcelación de la negociación impidió que se llegarán a acuerdos sobre las “variables estructurales” del conflicto. Y quizás tengan razón. Aunque haya que recordarles que estos procesos de paz confluyeron en la Asamblea Constituyente de 1991 que se ocupó de buena parte de esos asuntos estructurales. Y advertir también que un exceso de maximalismo bloquea las posibilidades de un arreglo negociado para superar el conflicto.

No es descabellado temer que sentar al Eln en La Habana no va desentrabar el proceso con las Farc. Y que por el contrario lo empantanaría aún más. Los elenos tienen sus propias agendas, cuyo énfasis está en la política energética y minera, y tienen sus propias aspiraciones en materia de espacios de participación política, que merecen un tratamiento diferenciado. Ambos, gobierno y Eln, podrían acordar una mesa paralela que se retroalimente mutuamente con el proceso de dialogo con las Farc. Aunque suene paradójico, quizás la mejor manera de unirlos en un exitoso propósito de paz y reconciliación sea haciéndolo con cada uno por separado y simultáneamente. Que nadie sea gregario del otro.

Publicación: 08 Julio de 2013
Fuente: kienyke.com
Autor: Antonio Sanguino