En la Revista Insurrección, órgano informativo del ELN, la organización ha dado a conocer “las profundas diferencias” que existen con el gobierno nacional en torno al abordaje de un posible proceso de conversaciones de paz; cuando se leen con detenimiento e imaginación, solo son retos que se deben superar a través de una mesa preliminar de conversaciones, la cual vaya madurando en realismos y objetividades la justa dimensión del proceso en la configuración de un bosquejo de agenda y una metodología lo suficientemente clara que permita el tránsito hacia la superación natural de todos los obstáculos, dificultades y la formulación de acuerdos políticos, en una mesa oficial de conversaciones que den origen a un ciclo de cambios democráticos desde donde la población y la insurgencia pueda encontrar un lugar para continuar en la lucha por las transformaciones estructurales que se proponen.
La organización ha planteado la importancia del acompañamiento internacional y de los ofrecimientos que se han hecho al respecto, pues es muy útil el trabajo de mediación y veeduría que puede resultar de esa compañía en momentos de acercamiento, desarrollo o crisis de las conversaciones y más frente a las mutuas desconfianzas que se tienen, las cuales deben irse superando en el proceso mismo de las conversaciones.
Los cinco puntos de diferencia planteados por el ELN, no revisten realmente mayor dificultad para su tratamiento, si la organización tiene claro que no se va una mesa de conversaciones a alcanzar en logros lo que no se pudo conquistar en el desarrollo de las confrontaciones. La agenda que se converse debe tener la justa dimensión de lo posible en el actual momento histórico, soportada sobre el estado de la correlación de fuerzas militar y política de las partes en el marco de un principio positivo de la negociación donde los resultados de las conversaciones contribuyan a que cada uno reconozca al otro y entre ambos construyan lo real – posible.
Está bien discutir los grandes problemas económicos, políticos y sociales que originaron el conflicto social y armado, que se haga de manera propositiva y pragmática, explicando cuales fueron las causas que lo originaron y como se pueden resolver con el concurso de los todos los sectores, eso no tiene ninguna dificultad si se cuenta con la voluntad política del gobierno y una disposición de las partes para llegar a acuerdos y cumplirlos. Seguramente, se trazaran líneas de reformas posibles que darán origen a planes y programas que se irán materializando en una fase de postconflicto armado.
Resulta relevante el hecho que el ELN piense en la posibilidad de que llegará un momento en el que las armas sobran y las guerrillas pueden cambiar su carácter por el de un movimiento político y que las dos partes se tracen un plan para superar la crisis, construir el nuevo país, y alcanzar la paz en un proceso donde participe de manera plena la sociedad.
Desde luego una de las preocupaciones centrales de las partes es el tiempo de duración del proceso de las conversaciones para la terminación del conflicto, que debe ser, en mi concepto, el que se necesite para que se pongan de acuerdo y queden satisfechos y comprometidos con los cambios. Para que las heridas de la guerra no cicatricen en falso y la reconciliación se dé de manera segura y permanente. Pero es fundamental entender que una cosa en concluir el conflicto armado y crear las condiciones constitucionales, institucionales y presupuestales, para que echen a andar los cambios y otra muy distinta es el proceso de paz como tal, que puede durar dos o tres generaciones y en el cual la insurgencia transformada en fuerza social y política, en vigorosa oposición con voluntad y vocación de poder, tiene un papel fundamental que desarrollar. Para el caso del ELN como de las FARC, es bueno que la gente entienda que las dos organizaciones y sus acumulados políticos no van a desaparecer, se convertirán en movimientos, fuerzas o partidos y continuaran en el escenario político democrático, buscando llegar al poder por la vía institucional.
Es bueno que la sociedad civil participe en la construcción de las agendas, ya lo ha hecho de manera directa y creativa en la producción de insumos para la mesa de conversaciones de La Habana, por esto no creo que exista ninguna dificultad para que la agenda a discutir en un diálogo recoja los pedidos y exigencias de las comunidades en sus luchas y encuentre los mecanismos para su participación en el proceso y en las definiciones pero eso debe contar con una metodología y, con el entendimiento que no son pliegos de peticiones, sino, propuestas para acuerdos políticos que tienen unos límites, unas viabilidades y unos tiempos, que un proceso de paz no lo puede resolver de un día para otro todo y lo que se debe buscar en lo esencial es construir las dinámicas de cambio en el marco de un modelo de gobernanza donde el Estado, comunidades y sector privado trabajan conjuntamente en la superación de los problemas de la nación.
No sé si la idea de una convención nacional desagregada en todo el país a través de cuatro o cinco plenarias regionales que se convocan luego a un gran evento nacional, donde se recogen y sistematizan las demandas sociales, económicas y políticas, sea el camino adecuado de la participación de la sociedad civil en la construcción de una agenda social que sirva de soporte a la mesa de conversaciones del Gobierno Nacional con el ELN. Si eso es así, es posible.
Este es un tiempo político difícil, por las dinámicas preelectorales y las incertidumbres frente al proceso presidencial, sin embargo, considero que el Gobierno y el ELN deben entrar ya a la fase exploratoria sin prevenciones, con realismo y objetividad, con una buena disposición de sacar adelante el clamor nacional de paz que se ha hecho explicito en múltiples manifestaciones ciudadanas y sociales; esto ayudaría mucho, así como tratar de hacer coincidir el interés en la paz de las dos organizaciones ELN y FARC, en una alianza estratégica con el gobierno que garantice la continuidad del proceso…
CARLOS MEDINA GALLEGO
Docente – Investigador
Universidad Nacional de Colombia
Centro de Pensamiento y Seguimiento a los Diálogos de Paz
Octubre, 5 de 2013