Claudia Mosquera*
De cómo el declararnos un Estado “pluriétnico y multicultural” en la Constitución de 1991 ha servido para el bienestar de un puñado de “afro-privilegiados” y “afro-funcionarios”, más que para la inclusión efectiva de los afro-colombianos.
Sandra mosquera inclusion afrodescendientes niña chocoAdriana Gómez- Niña en San José de la Calle, Chocó.
Los “afro-privilegiados”
En Colombia se tiene la impresión de que por fin la gente de ascendencia africana está siendo atendida por el Estado y de que las brechas que separan a las personas negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras del resto de la población se están cerrando con celeridad.
Nada más lejos de la verdad: se ha dado, sí, un buen número de avances, pero su alcance ha sido apenas superficial.
Una porción del mundo afrocolombiano opina que la anhelada integración a la nación, en los términos impuestos por el establecimiento, es una realidad. Afirman que hoy por hoy la ciudadanía universalista y liberal se extiende a todos los afro-descendientes, cuya historia de esclavización, color o fenotipo negro ya no los afecta.
Las posibilidades de ascenso social pare este grupo parecen evidentes: uno son llamados a ocupar cargos públicos altos o medianos en el gobierno nacional o en las administraciones locales, y otros residen en barrios donde no ven a otras personas negras. Su vida parecería transcurrir en un mundo de conmovedora inocencia en materia de relaciones socio-raciales.
Este es el grupo de “afro-privilegiados”, usufructuarios del trabajo y de las luchas de reivindicación social y jurídica que ha sido adelantado por una miríada de activistas desde hace varias décadas.
Pero los hombres y mujeres de este grupo manifiestan un rechazo abierto, cuando no el desprecio, hacia quienes hicieron posible su propio ascenso, y sobre todo establecen una barrera social y cultural entre ellos y los llamados rústicos, es decir, la gente negra de a pie, especialmente aquella de origen rural.
La mayoría de los afro-privilegiados han negado sus raíces y han roto con las culturas negras, con sus territorios, con las luchas de sus pueblos por la dignidad y humanidad desde la llegada en los barcos esclavistas. Ellos se niegan a reconocerse como parte de la comunidad histórica constituida por la diáspora africana en todo el globo.
Y sin embargo – aunque no lo sepa el grueso de la población negra- sobre esos privilegiados reposaría la responsabilidad de convertir en realidad la abundante legislación étnica que siguió a la Constitución del 91 y que busca crear las condiciones para que la igualdad sea efectiva.
Algunos de ellos aceptan sin remordimiento cargos de dirección dentro de instituciones públicas impregnadas de racismo y se ocupan de aplicar el enigmático “enfoque diferencial étnico-racial” sin tener la menor idea del proyecto de nación pluriétnica y multicultural que hace 22 años trazó la Constitución, desconociendo en particular la Ley 70 de 1993 y el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Los integrantes de este grupo no encuentran contradicción entre ser llamados a cargos públicos como cuotas de grupos históricamente marginalizados y su convicción de ser ciudadanos universalistas, y por tanto insensibles al impacto del racismo y la discriminación en la vida cotidiana de millones de personas negras.
Por esta razón, más que garantes o ejecutores del enfoque diferencial, los privilegiados son sus principales obstructores.
¿Idiotas útiles?
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Foto: European Comission DG ECHO- Punto de ayuda humanitaria de la Comisión Europea.
Los gobiernos prefieren emplear a este tipo de personas porque de manera implícita quedan encargadas de mantener intactas las relaciones raciales, lo que hacen con devoción y profesionalismo.
En este sentido me aparto de las críticas que denuncian la presencia de tantos “afro-funcionarios”. En realidad son pocos, pero por algún efecto mágico-político parecen ser muchos más.
El problema radica en que estos “afro-funcionarios” rara vez representan los intereses de las mayorías negras, desconsideran las agendas políticas nacionales e internacionales, y aceptan trabajar sin presupuestos importantes para sacar adelante proyectos de envergadura e impacto.
Todo esto, unido a su falta de interés por conocer las barreras que impiden el goce efectivo de derechos individuales y colectivos de la gente de ascendencia africana en el país, hace de la inclusión social un espejismo.
Pero además, en muchas instituciones del Estado los asuntos negros, raizales y palenqueros se les encargan a funcionarios ineficientes o a pésimos profesionales, cuyo único mérito es el de ser recomendados de caciques políticos. Por eso queda en entredicho la ciudadanía -tanto universal como diferencial- de la gente negra.
La locomotora legislativa para la inclusión social, constituida por planes de desarrollo, leyes, ordenanzas y acuerdos, va sin maquinistas comprometidos que la lleven a un sitio seguro y sin un movimiento social negro que haga la veeduría y dedique a este ejercicio sus mejores cuadros profesionales.
Sin duda también existe una pequeña élite de excelentes “afro-funcionarios”, a quienes por supuesto no critico en este escrito. Para alterar las relaciones de poder dentro del Estado se necesitan medidas de inclusión como las acciones afirmativas que permitan el ingreso masivo de profesionales negros competentes en todos los niveles de la administración pública.
La respuesta del gobierno.
Al instalar la Tercera Cumbre Mundial de Alcaldes y Mandatarios Afrodescendientes, el pasado 12 de septiembre, el presidente Santos ensayó otra manera de escamotear su compromiso con la inclusión de los afrocolombianos: presentó a los ministros Amilkar Acosta Medina y Alfonso Gómez Méndez como cuotas de los pueblos negros, cuando en verdad son prohombres del Partido Liberal.
En cambio el vicepresidente Angelino Garzón ha sido la figura que dentro del gobierno muestra más interés y compromiso con los pueblos negros, seguido por la ministra Mariana Garcés que está desarrollando la agenda afro-cultural. La Ley de Igualdad de Oportunidades que el Ministerio del Interior viene gestionando desde hace cinco años es otra iniciativa promisoria. El Director del Programa Presidencial para la formulación de estrategias y acciones para el desarrollo integral de la población afrocolombiana, negra, palenquera y raizal, Oscar Gamboa Zúñiga, hace lo que puede entro de su muy estrecho margen de acción.
El papel de la “cooperación internacional”
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Foto: Gatzteaukera- ONG Pies Descalzos.
Muchos tienen la idea de que existen abundantes recursos internacionales para el desarrollo social, económico y político de la gente negra, y de que las organizaciones étnicas, étnico-territoriales y étnico-raciales disponen por lo tanto de holgura financiera. Pero esta apreciación es incorrecta e injusta.
Lo que en cambio merece debate público es el papel de la cooperación étnica internacional, pues tanto su bajísimo impacto sobre las comunidades presuntamente beneficiadas como las disputas que ha sembrado entre las organizaciones de base por montos irrisorios, son simplemente alarmantes.
En nombre de la gente negra, la cooperación internacional emplea a un buen número de profesionales mestizos bilingües, defensores de los intereses económicos e ideológicos de Estados Unidos o de algún país de la Unión Europea. Paradójicamente, son los sufridos pueblos negros los empleadores de extranjeros con ínfulas etno-céntricas que tenían problemas de empleo en sus países de origen:
-Un ejemplo de esto fue la lesiva promoción del cultivo de palma africana en territorios colectivos por parte de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, por su nombre en inglés).
-Otra prueba es el dudoso operador denominado ACDI/VOCA, que ha recibido buena cantidad del dinero para invertir en proyectos de inclusión étnica, pero distribuye una porción apenas, y lo hace entre personas u organizaciones afines a la ideología del mestizaje triétnico, que hablan del racismo sin la gente que lo padece y que organizan talleres, seminarios y congresos ruidosos. Mientras tanto, la Asociación Nacional de Alcaldes de Municipios con Población Afrodescendientes (AMUNAFRO), la poderosa organización que gestionó los recursos para ACDI/VOCA no tiene ni siquiera sede propia.
El racismo, todavía
La tercera y exitosa Cumbre Mundial que tuvo lugar entre el 12 y 18 de septiembre en Cali y Cartagena -dos ciudades negras emblemáticas- nos invitó a pensar desde un escenario global el siempre apasionante tema del desarrollo económico de África y de los pueblos de la diáspora africana.
Se piensa generalmente que la marginalidad y la discriminación disminuyen a medida que más personas, familias y pueblos gozan de las ventajas del desarrollo económico liberal, que acceden al poder del voto o que ocupan posiciones en el Estado desde donde ´podrían defender los intereses étnico-raciales.
Esta visión sin embargo acentúa el componente de la movilidad social individual o de pequeños grupos, sin advertir que el racismo y la discriminación racial están en el centro mismo del sistema económico capitalista, que se beneficia de ellos y de su relación con otros sistemas de opresión basados en el género, la opción sexual, la edad o el territorio con recursos naturales.
En tanto no se reconozcan la centralidad del racismo y la discriminación racial, el tema de la inclusión puede caer en el contrasentido que señaló acertadamente la ministra brasilera Luiza Bairros durante su visita a Colombia: la promoción social no garantiza que disminuya el racismo sino que puede someter a los hombres y mujeres exitosas desde un punto de vista económico a nuevas y sofisticados hostigamientos raciales.
*Directora del Grupo Idcarán, Centro de Estudios Sociales, Universidad Nacional de Colombia.