¿Qué está pasando en la mesa de conversaciones de La Habana?

CARLOS MEDINA GALLEGO
Docente-Investigador
Universidad Nacional de Colombia
Grupo de Investigación en Seguridad y Defensa
Centro de Pensamiento y Seguimiento al Proceso de Paz

Los pronunciamientos del Presidente Santos y del Jefe de la delegación del gobierno Dr. Humberto de la Calle en relación con la confidencialidad de lo acordado en la mesa de conversaciones de La Habana, así como los recientes pronunciamientos de Timoleón Jiménez, jefe del estado Mayor Central de las Farc al respecto, inflados por los medios de comunicación, han generado en diferentes sectores de la opinión pública la sensación de que las cosas en La Habana van mal y que los logros alcanzados en relación con los tiempos son insuficientes. Eso, unido a las vergonzosas declaraciones de señalamiento de falta de autoridad moral del gobierno y de las FARC por miembros del centro democrático, representados en el Senador Juan Lozano, como la actitud de poner un límite a la tolerancia y a la paciencia por parte de Carlos Fernando Galán, del agonizante Cambio Radical , llamarlos mañosos y de mala fe, por parte de Simón Gaviria Director del Partido Liberal o la invitación del presidente del Senado, Juan Fernando Cristo, a las FARC para que hagan más y hablen menos, en nada contribuyen a que se materialice la demanda del paz que permanentemente viene haciendo la sociedad en su conjunto a las partes.

Lo peor que le puede pasar a un proceso de conversaciones, como el adelantado en La Habana, es llenarse de presiones, perder la confianza y arrojar por la borda lo alcanzando en materia de acuerdos políticos; estos en mi parecer y sin conocer más allá de lo que se ha hecho público, resultan el mayor logro histórico conseguido en un proceso de un gobierno con las FARC.

Cualquier principiante en resolución de conflictos sabe que la regla de oro de todo proceso es el mayor respeto entre las partes, el desarrollo de diálogos francos, los acuerdos comunes en las iniciativas que fortalezcan la dinámica del proceso y la confidencialidad de lo que va ocurriendo en la intimidad de los diálogos en la salvaguarda de la confianza y del respeto mutuo. En medio de las limitaciones y presiones que existen en esos aspectos se ha avanzado. Hoy las comisiones de Gobierno y FARC, se relacionan mucho mejor, pueden en diálogo directo de los jefes de comisión resolver cualquier impase, hacerse mutuamente cualquier aclaración y encontrarse en el propósito compartido de sacar adelante el proceso y llevar el país a un escenario de construcción de paz y post conflicto armado. En esta época no cabe ni amenazas, ni arrogancias de ningún tipo, por el contrario, deben construirse los puentes y caminos que permitan a las partes superar las dificultades “naturales” del momento político y de la coyuntura preelectoral.

Ya se ha encontrado y se viene asimilando que a veces las pausas son más útiles que las carreras, las primeras pueden ayudar a encontrar con mayor facilidad los entendimientos y los caminos, incluso a construir las fortalezas de una fuerza política de paz que haga que los partidos en lugar de convertirse en un obstáculo se sumen a las realizaciones y se beneficien con los créditos de los logros; mientras las segundas, las carreras, pueden conducir a cicatrizaciones en falso.

A veces es necesario leer la contraparte no en lo que está diciendo, sino en lo que está sugiriendo con lo dicho, en eso Sergio Jaramillo puede ayudar bastante, como lo puede hacer Pablo Catatumbo. Yo me pregunto, por ejemplo cual es el mensaje de Timoleón Jiménez a Santos cuando afirma: “Lo que se acorta en realidad es el tiempo para definir su candidatura a la reelección, y es evidente su afán en exhibir al país un acuerdo de paz. Pero ni siquiera por ello asume una posición que facilite la concertación…” Bueno, creo que ahí hay un mensaje claro, ni siquiera cifrado… Es absolutamente legítimo que Santos aspire a la reelección y que quiera concluir lo que inició, pero debe hacerlo bien y sin atropellar lo que ha alcanzado, que es bien importante. Otros son los problemas que tiene que resolver que no están en los avances de la mesa de negociación y que merecen su especial atención.

El gobierno debe saber que las FARC, no están cautivas en la mesa de conversaciones, deben darle la oportunidad para que hablen con el país como lo han reclamado, han llamado a los partidos políticos, que vayan los que quieran ayudar a construir la fuerza política de paz; han llamado a la iglesia, a la Comisión de la Memoria, han avanzado en el cambio de actitud hacia el problema agrario, la participación política, las víctimas, el problema del narcotráfico… han avanzado en la evacuación de la agenda.

A mí me gustaría que todo el país supiera, sobre todo los más recalcitrantes de derecha y de izquierda, cual es la guía política de las FARC en la mesa de conversaciones… el 95% de las propuestas que lleva a la mesa la comisión se soportan en la Constitución de 1991 y en la normatividad colombiana (Ley 160 de 1994). No se están inventando los mecanismos de refrendación, son los que posibilita la Constitución, pero es absolutamente legítimo que entre todas las posibilidades ellos aspiren a que sea la Asamblea Nacional Constituyente. Ahora es en las conversaciones y en los acuerdos en donde se decide cual es la más conveniente al momento histórico y al país.

Creo que la semana entrante cuando se reencuentren las dos comisiones Humberto e Iván deberían tomarse en El Palco, un largo y conversado tinto, intercambiar opiniones, hacerse claridades y establecer una alianza estratégica para sacar adelante el proceso de paz y cumplirle a la nación colombiana.