«El olvido es recurrente en el uribismo cuando de criticar al gobierno de Santos se trata.»
Una verdadera alharaca. Es lo que han armado los enemigos del proceso de paz con el reciente episodio de “Julián Conrado”, el denominado “cantante de las FARC”. Y al mismo tiempo es un acto de mezquindad. Porque en un sospechoso ataque de Alzheimer olvidan los amigos de la guerra la liberación, solicitada también al gobierno venezolano en junio del 2007 por el entonces presidente Uribe de Rodrigo Granda conocido como el ‘Canciller de las FARC’ y hoy negociador de esta organización guerrillera en La Habana.
El olvido es recurrente en el uribismo cuando de criticar al gobierno del presidente Santos se trata. No sólo en los asuntos de paz. Se “olvidaron” de la mermelada que en abundancia repartieron para sostenerse ocho años en el poder cuando denunciaron el denominado por Uribe “carrusel de la reelección” del actual presidente. No recordaron las actuaciones del anterior gobierno con relación a la demanda de Nicaragua ante el Tribunal de La Haya que contribuyó a la pérdida de una porción de nuestro mar territorial en San Andrés. Y con frecuencia olvidan los “falsos positivos”, las falsas desmovilizaciones como el del fabricado frente “Cacique Gaitana” o la impunidad que quisieron imponer en la fracasada desmovilización de las AUC hoy convertidas en BACRIM. Y hasta olvidan los contactos que buscaron o autorizaron para un diálogo con las guerrillas.
Ahora se rasgan las vestiduras con la decisión de la Cancillería Colombiana de anular la solicitud de extradición de Julián Conrado, facilitar su traslado a Cuba para que se vincule a la mesa de conversaciones y se someta al mismo tiempo a urgentes tratamientos médicos. Conrado es un importante miembro de las FARC. Es un destacado líder del Bloque Sur, sobre el que persisten dudas respecto a su compromiso con los diálogos de La Habana. Se incorporó a esta guerrilla luego de hacer vida política en la masacrada Unión Patriótica. Se dio a conocer en los tiempos del Caguán como el autor e intérprete de las canciones vallenatas farianas. Y fue capturado por las autoridades venezolanas y solicitado en extradición por Colombia para ser juzgado por múltiples delitos asociados a su actividad insurgente. Algunos de ellos totalmente reprobables a la luz incluso de los códigos de la guerra, como el reclutamiento de menores o el desplazamiento forzado de población. Delitos cuya investigación y juzgamiento no se suspenden para él ni para los demás integrantes de las FARC. Y que serán materia de los arreglos en materia de justicia transicional que se están cocinando.
Es evidente que la llegada de Julián Conrado a la isla hace parte de los acuerdos entre Gobierno y FARC en la perspectiva de poner punto final a la guerra. Que su llegada a la mesa puede comprometer a las estructuras más renuentes con el proceso. Que pueden estar incidiendo razones humanitarias para el traslado de un dirigente guerrillero con serios problemas de salud. Que todo se ha hecho con la discrecionalidad que por fortuna ha caracterizado este proceso. Discreción que ha terminado siendo un factor de éxito de los diálogos en curso. Y que la alharaca que han intentado armar es una pequeñez ante la monumental posibilidad de un acuerdo de paz.
Cuando Uribe hizo lo mismo con Rodrigo Granda invocó razones humanitarias. Dijo que lo hacía a solicitud del gobierno francés presidido por Sarkozy para facilitar la liberación de Ingrid Betancourt y demás secuestrados. Sus amigos y él mismo deberían recordar esas razones o sopesar con sentido de Estado si la paz como máximo asunto de interés nacional no justifica decisiones como las de Conrado. Y dejar tanta alharaca.
Publicación: 13 Enero de 2014
Fuente: kienyke.com
Autor: Antonio Sanguino