Unidad nacional o unidad liberal…

Pelaron el cobre. La pomposamente autodenominada “Unidad Nacional” poco a poco va quedando en sus verdaderos rines. Porque todo indica que no estamos en presencia de la unidad del país, diverso y plural, alrededor de un propósito nacional. Como ocurrió con el Pacto de la Moncloa que agrupó a todo el arco político español o la Concertación Chilena que reunió a los partidos políticos para asegurar el tránsito de la dictadura a la democracia en sus respectivos países. Acá más bien la unidad es chiquita, más modesta, más mezquina. Es simplemente la unidad liberal.

Cuando el entonces candidato presidencial Juan Manuel Santos, pasada la primera vuelta, convocó su “Unidad Nacional” muchos creímos que era el reiterado recurso de nuestras élites para invitar a la mayor cantidad de los partidos para hacerlos partícipes de la ahora llamada “mermelada nacional”. Pero una vez posesionado como presidente nos alcanzó a ilusionar con una agenda gubernativa que incorporó los temas centrales de los partidos distintos a La U y los convocó sorpresivamente alrededor de una apuesta nacional por la terminación negociada de la guerra y la construcción de la paz.

Hay que reconocer que el presidente ha logrado construir un consenso de respaldo a las negociaciones de paz. Que pudo sacar adelante la Ley de Víctimas. Como también es justo señalar que el resto de su agenda terminó atravesada como vaca muerta en el camino de una reconciliación sostenible. La nefasta locomotora minera o el impacto en el campo de los Tratados de Libre Comercio son apenas dos ejemplos de ello. Incluso, una apuesta audaz como la restitución de tierras languideció en manos de un ministro de Agricultura que representa intereses opuestos al campesinado y poco sensible al dolor de las víctimas de la violencia.

Pero pudo más el interés partidista que el interés nacional. La convocatoria alrededor de un propósito del país se fue diluyendo en la atávica costumbre de la dirigencia tradicional de la cooptación a punta de burocracia. Y se fue desnudando la estrategia de recomposición del liberalismo. Con la designación de Germán Vargas Lleras como fórmula vicepresidencial de Juan Manuel Santos se completó la reunificación de su partido. Por eso no es extraño que el propio presidente haya dicho en una de las convenciones que lo proclamó como candidato para la reelección que por sus “venas corre sangre liberal”. Y con el Gavirismo en la Presidencia del partido, el Serpismo y el Samperismo en la cabeza de lista al senado y la Presidencia del Congreso de la República, el Galanismo encabezando Cambio Radical y jugando duro en el liberalismo se completa la resurrección liberal en el poder. Hasta Piedad Córdoba volvió tranquilamente al redil con su hijo aspirando a una curul roja al senado.

Es bueno que el país cuente con partidos fuertes. Y que uno de ellos sea el Liberal. Que la desaparición de los transitorios cascarones a donde migraron los dirigentes liberales le abra paso a un Partido Liberal remozado y consolidado. Pero evidente que es un renacimiento burocrático y oligárquico. Me huele que este no es el Partido Liberal de Gaitán. Parece más bien el de Turbay. Y que el gobierno que empezó como el de “unidad nacional” terminó como el de unidad liberal.

Escrito por: Antonio Sanguino

@antoniosanguino