En una mañana de la sábana de los Montes de María en un mes de abril de hace 20 años , en torno a una mesa hecha de madera rústica en el campamento ubicado en el corregimiento de Flor del Monte, municipio de Ovejas, Sucre , conversábamos , Toño López , Denis Dussan , Fernando Hernández , Edgar Ruiz , y el suscrito, sobre la tarea de escoger el eslogan que identificaría la continuación de la lucha por los ideales libertarios, de un puñado de hombres y mujeres que habíamos tomado la decisión de abandonar el ejercicio de las armas y la violencia para transitar por los caminos de la democracia, la libertad y la lucha civil ; después de varios días de intercambios informales concluimos que la CORRIENTE DE RENOVACIÓN SOCIALISTA debería de adoptar como eslogan UNA RAZÓN DE ESPERANZA.
Los que habíamos transitado por 20 o más años antes de esta trascendental decisión que fueron muchas razones que motivaron nuestra apuesta por la construcción de una sociedad diferente donde imperara la justicia social, la libertad, la democracia incluyente y el sueño del socialismo, habíamos bebido de las ideas de Marx , de Mao , Fidel Castro , El Che Guevara y otros ideólogos que habían contribuido a la construcción de agrupamientos que confluimos en el EJÉRCITO DE LIBERACIÓN NACIONAL, organización de la que nos separamos a mediados de 1991 por las contradicciones que se fundamentaban en la necesidad de abandonar el ejercicio de las armas; por el tránsito de fortalecer la lucha por la democracia, que señalaban los movimientos que irrumpían con la necesidad de adoptar una nueva constitución que como en efecto se trató por los constituyentes quienes reunidos en el Centro de Convenciones Gonzalo Jiménez de Quesada dieron vida a un nuevo pacto social, la constitución política de 1991.
Antes de llegar al 09 de abril de 1994, la izquierda radical de nuestro país de la que hicimos parte, comportaba la enfermedad típica del sectarismo, del dogmatismo y siempre creímos que nos asistía la razón, cada vez que adoptábamos «una declaración de principios, un decálogo ideológico, un programa mínimo o máximo” o en los Términos clandestinos de nuestro tiempo «UN VUELO DEL ÁGUILA», siempre creímos que la utopía, el sueño, y la revolución o que la casa de Nariño estaban cerca.
Durante este lapso de militancia en las organizaciones armadas, asistimos con tristeza al entierro de muchos hombres y mujeres que con nosotros creyeron en la apuesta de nuestros proyectos idealistas , la certeza de que la lucha era justa nos animaban siempre a seguir adelante, ese sábado 09 de abril de 1994 no habíamos dormido , la nostalgia de partir hacia diferentes partes del país donde nos encontraríamos con nuestras familias nos albergaba, la tristeza de dejar el bello pueblo de Flor del Monte que durante más de ocho meses nos recibió en su corazón, nos hacía reflexionar sobre el paso tan importante y trascendental que íbamos a dar con la firma de la decisión política que habíamos tomado colectivamente meses atrás, cuando decidimos adelantar una negociación de dejación de armas y tránsito a la vida civil.
En Flor del Monte todo era fiesta, la sábana de los Montes de María se engalanaba con el vallenato que se escuchaba en los grandes equipos de sonido con las dos únicas melodías que se titulaban » los caminos de la vida, y la punta el palo » canciones estas que se habían escuchado en los últimos meses porque nuestros compatriotas costeños le dan a los discos hasta que estos se rayen. El nerviosismo de los negociadores del gobierno, de Fernando Hernández , José Aristizabal y Adolfo Bula, quienes en representación de todos nosotros los integrantes de la CORRIENTE DE RENOVACIÓN SOCIALISTA, plasmaron sus firmas; se inicio un bello acto cultural y posteriormente el ascenso a las flotas de transporte que nos conducirían a nuestras ciudades de origen, serían las 3:00 pm de aquel sábado de abril, donde con un abrazo rompe costillas nos despedimos los cerca de 800 hombres y mujeres de la corriente, quienes en calle de honor éramos objeto del último homenaje del pueblo sabanero de Flor del Monte.
Después de ese 09 de abril de 1994, hombres y mujeres Corriente de Renovación Socialista que firmamos “EL ACUERDO POLÍTICO FINAL” en la búsqueda de la terminación del conflicto armado interno y que los pactos suscritos permitieron la apertura de un nuevo texto constitucional, así como pequeñas conquistas de desarrollo regional, política pública de defensa de los derechos humanos y lo que es más importante la inserción a la vida civil de cerca de 800 integrantes de este grupo que coloco un primer granito de arena en la búsqueda de la convivencia entre los colombianos.
Son variadas las lecturas existentes sobre estos acuerdos de paz firmadas en el década del 90, desde la apreciación simple de que estas negociaciones fueron tan sólo para lograr “ casa, carro y beca ” hasta las más optimistas que plantea que las mismas lograron un nuevo pacto social reflejado en la Constitución Nacional del 91; independientemente de todas estas apreciaciones, hoy después de 20 años es importante reconocer que la inmensa mayoría de los hombres y mujeres que firmamos estos acuerdos de paz a diferencia de la de los integrantes los grupos paramilitares, nos encontramos desarrollando diferentes actividades, sociales, económicas y políticas, demostrando que es posible renunciar al uso de la violencia y aportar a la construcción de un país diferente desde la diversidad.
Quienes optamos seguir incursionando en la construcción de la democracia en éstos años hemos aportado a la creación de varios experimentos políticos como el PDA, la Alianza Verde, Progresistas, proyectos regionales, e igualmente hemos contribuido al fortalecimiento de las organizaciones sociales, de defensa de los derechos humanos y hoy muy activos en el movimiento de víctimas del conflicto.
Conscientes del excluyente régimen político colombiano y las costumbres estructurales de corrupción de los procesos electorales, hemos incursionado en variadas aspiraciones, desde la presidencia de la república con Antonio Navarro Wolf, Gobernaciones, Alcaldías, siendo las más emblemáticas con éxito como las del Distrito Capital con Gustavo Petro Urrego, la Alcaldía de Santa Marta con Carlos Eduardo Caicedo y un sin número de cargos de elección popular en el congreso de la república, Asambleas y Concejos Municipales. Desde estas experiencias intentamos aportarle a la construcción de la democracia participativa, enfrentando las vicisitudes que significa competir con la influencia de los dineros públicos, del narcotráfico, la corrupción, el para militarismo, o la persecución de la policía política de la Procuraduría con la destitución de Gustavo Petro, quienes capturan al Estado y profundizan la desigualdad presente en la vida nacional.
En estos 20 años también hemos tenido que enfrentar las diferentes violencias y más de un centenar de hombres y mujeres que firmamos los acuerdos de paz han muerto como consecuencia del asesinato por parte del estado, narcotráfico, el paramilitarismo y la guerrilla.
Los aciertos logrados, que debemos puntualizar son más que los desaciertos que hemos logrado los firmantes de los acuerdos en la década del 90, hoy más que nunca debemos ser tenidos en cuenta porque contribuimos para ser una fuente de alimentación de las negociaciones del fin del conflicto que se discuten en la Habana, porque no se puede concluir de manera equivocada que la solución de la guerra que vive el país es resolverle la vida a los integrantes de las guerrillas, sino por el contrario generar reformas estructurales que reduzcan la iniquidad social, la concentración de la tierra, reducir considerablemente la pobreza y la indigencia, modificar el régimen político colombiano, combatir las prácticas de corrupción al elector, provocar reformas económicas y por sobre todo modificar la usura del sistema financiero, proyectar una intervención sostenible del medio ambiente y generar reformas estructurales a la salud, (hoy presa de truhanes que “administran” 40 billones de pesos y los colombianos se mueren en la puerta de los hospitales) en educación de la misma manera debemos de incentivar una educación holística, pertinente y de acceso a los sectores populares sobre todo a la educación superior; el país asiste impávido al observar la corrupción en la justicia, la misma que requiere una cirugía del más alto nivel para que la misma genere credibilidad entre los colombianos.
Los sueños y las expectativas de quienes aportamos en los 90 a la búsqueda de un país más justo siguen intactos, hoy que los ojos de la nación están en la mira de la Habana y posiblemente de Montevideo (donde se afirma que se instalara la mesa con el E L N) nos debe animar a seguir trabajando por la paz y la convivencia entre los colombianos y en el postconflicto contribuir con nuestras experiencias para que los procesos de transición de los combatientes de las guerrillas sean a diferencia de las nuestras, más placenteras y sobre todo con una recepción más amable de parte de los colombianos.
Los procesos más traumáticos, así lo enseñan las negociaciones de los conflictos del mundo, son los del posconflicto, el perdón, la reparación, una justicia transicional, además de la disposición de que la sociedad colombiana toda comprenda de que es mejor ahórranos más de $ 27 billones anuales que se destinan a financiar esta absurda guerra, que como lo afirma el informe preliminar de memoria histórica, la pudimos evitar y así no acompañaríamos en el dolor a más de 250 mil familias víctimas directas que perdieron a los suyos en este conflicto y millones de víctimas indirectas golpeadas también por el mismo, Hoy con profunda razón esperanza como hace 20 años reafirmamos que la paz si es posible.
Harold Ruiz Moreno
Nota: El Autor del presente artículo fue integrante del ELN y la Corriente de Renovación Socialista por muchos años y desde hace más de 10 años es Concejal Independiente del Municipio de Pasto.
(San Juan de Pasto, 09 de Abril de 2014)