En Piamonte, Cáceres, bandas criminales no dejan restituir las tierras

En este vasto territorio del Bajo Cauca antioqueño, el exjefe paramilitar alias ‘Macaco’ es señalado de haber despojado 88 predios, pero no se pueden documentar los casos porque la zona es hoy fortín inexpugnable de grupos armados dedicados al narcotráfico y a la minería ilegal.

En estos dos últimos años de su vida, Pinto* no ha dejado de cuestionarse cómo luego de vivir sin mayores penurias económicas en la finca que compró a finales de los años 80 en el corregimiento Piamonte de Cáceres, Bajo Cauca antioqueño, hoy deba sobrevivir en una ciudad como Medellín con los 20 mil pesos semanales que se gana como dependiente en una tienda de legumbres.

En mayo de 2012, Pinto llegó a la capital antioqueña tras no aguantar más las fuertes extorsiones que las bandas criminales herederas del paramilitarismo impusieron a todo el comercio de Caucasia, sin importar si eran los grandes negocios de compra-venta de oro o pequeños locales de abarrotes como el suyo.

Era la segunda vez en su vida que debía abandonarlo todo para huirle a la violencia. A Caucasia, considerada la “capital del Bajo Cauca”, llegó en agosto de 2003 procedente del corregimiento Piamonte de Cáceres, luego de verse obligado a vender la finca que trabajó, cultivó y le permitió vivir dignamente allí por más de dos décadas.

Eran los años en que, según recuerda Pinto, cientos de parceleros y finqueros que poblaban veredas de este corregimiento como La Unión, Las Mojosas, Los Conchos, Pueblo Pando, Corrales, entre otras, debían abandonar sus propiedades por cuenta de la presión ejercida por miembros del frente Nordeste, Bajo Cauca y Magdalena Medio del Bloque Central Bolívar (Bcb) de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), liderado por el extraditado jefe paramilitar Carlos Mario Jiménez Naranjo, alias ‘Macaco’, para quedarse, a las buenas o a las malas, con unas tierras estratégicas para la guerra.

Este corregimiento terminó convertido en la despensa cocalera del Bcb, actividad que se convertiría en la base sustancial de sus robustas finanzas. En este vasto territorio, al que solo se puede llegar atravesando las caudalosas aguas del río Cauca en un planchón, se cultivó, se procesó y se exportó el alcaloide a través de los corredores naturales que ofrece Piamonte que a su vez, fueron usados para incursionar en otras localidades como Caucasia, El Bagre y Zaragoza.

Fue en la finca La Esmeralda, en la vereda Las Mojosas en Piamonte, a donde ‘Macaco’ instaló la principal base militar del frente Nordeste, Bajo Cauca y Magdalena Medio. Allí, de acuerdo con Pinto, eran citados parceleros y hacendados para “negociar sus predios”. En su caso, fue para finales del año 2002 cuando hombres al servicio de Vinicio Virgues Mahecha, más conocido en la región como ‘Jota Jota’, segundo comandante de este frente, le manifestaron el interés que tenía ‘el patrón’ por su finca, de 620 hectáreas.

“Yo no la tenía en venta, pero la gente de ‘Jota Jota’ me retacaba que cuando iba a vender, que qué hubo pues. Incluso un día, eso fue para finales de 2002, me citaron a La Esmeralda”, relata este hombre, quien aún tiene muy vivo el recuerdo de lo que pasó aquel día. “Yo esperaba hablar con ‘Macaco’ para ver qué era lo que pasaba conmigo, con mi finca. Pero cuando llegó, todos sus hombres lo rodearon como en un círculo. Me tocó hablar con ‘Jota Jota’, y me dijo que siguiera tranquilo en mi finca, que no había problema”.

Las palabras del comandante paramilitar fueron más un formalismo, pues las presiones para que vendiera continuaron. “Me seguían preguntando que si iba a vender. Como yo no quería, comenzaron a matarme ganado, a robármelo, a tumbarme las cercas. A veces salía a recorrer la finca y veía a los ‘paracos’ con motosierras tumbándome madera. Yo les decía: ‘Háganme el favor y se van’. Y se iban. Pero al otro día volvían más. Entonces, ya desesperado, intenté negociar con ellos”, recuerda.

Al final, Pinto pidió un millón de pesos por hectárea. Se trataba de un negocio de 620 millones de pesos que se concretó en agosto de 2003 y, además, le pidieron que abandonara el corregimiento. Además de no firmar ningún tipo de escritura, solo recibió unos 200 millones de pesos, pero a cuenta gotas. “Ellos me buscaban y me daban 10 millones, al otro mes me daban 15 millones y así como por un año, hasta que no me siguieron pagando, no volví a ver a esa gente y a mí me daba mucho miedo preguntar por ellos”, dice.

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