Acuerdo sobre el problema de drogas ilícitas

En un contexto nacional, atravesado por un proceso electoral en el cual se dirime el futuro del proceso de negociación entre el gobierno y la organización insurgente FARC y en un contexto internacional, en el cual se destaca el pronunciamiento de 254 legisladores del Estados Unidos, Reino Unido, las dos Irlandas y otros políticos como Mujica, se llega a un acuerdo sobre el tercer punto de la agenda que hace referencia al problema de drogas ilícitas difundido en el comunicado conjunto # 36.

La importancia de este paso, dado en el Habana, radica en que se aboca uno de los factores estructurales comprometido con las violencias que el país sufre desde finales de la década de ochenta y que transformó, de manera profunda, el conflicto armado que venía desde los cincuenta. Colombia, desde entonces, se convirtió en el epicentro de un negocio ilegal que, según las Naciones Unidas, produce unas ganancias anuales a nivel global de más de 64 mil millones de dólares, haciendo de éste uno de los negocios más rentables.

Al respecto, Las Naciones Unidasestiman que Colombia moviliza cerca de 375 toneladas de coca al año y según In SightCrime en este negocio le ingresaban a las FARC cerca de 45 millones de dólares por año sólo a partir del impuesto a la pasta de coca. LA rentabilidad de este negocio se ejemplifica al tener en cuenta que un kilo de coca en el mercado interno se vende por 2000 dólares pero si este mismo kilo se coloca en EEUU su valor pasa a 25000 dólares y si este mismo kilo llega al reino Unido este valor puede llegar a 60000 dólares. ¿Cuál producto en el mundo tiene en la etapa de comercialización un crecimiento en su precio de esta naturaleza? En Colombia, como bien se sabe, la insurgencia no es el único actor armado que se lucra de esta actividad ilícita, lo es también el paramilitarismo, cuyo actuar resulta difícil de diferenciar del narcotráfico como actividad independiente, y no son pocos los agentes del Estado que también se involucran. Actores armados, narcotráfico y agentes del estado, especialmente los que hacen parte del aparato coercitivo, se han reconfigurado en empresas de corte mafioso con diferenciados tentáculos en la economía y la política y que han hecho de a la seguridad el núcleo alrededor del cual gira toda su actividad ilegal. Por ello, el problema es más complejo de lo que se cree.

Si bien nos encontramos frente a un proceso de negociación de carácter parcial y aun admitiendo que al respecto del acuerdo, éste no transforma nada en sí mismo, es de gran importancia valora los compromisos que el Gobierno y la insurgencia han acordado por lo indicado con anterioridad. Podría afirmarse que el proceso de la Habana no sería más que uno de los tantos procesos de negociación que se han dado en estos trágicos más de 50 años de guerra si no fuera porque este proceso, no sólo remueve a uno de los actores más relevantes de dicho conflicto, sino que se ocupa también de incidir en un problema de fondo como es el de las drogas ilícitas, tan implicado con otros agentes de violencia, corrupción y degradación moral de la sociedad. Al respecto del acuerdo aludido, merece destacarse:

1. Considerar el consumo de alucinógenos como un problema de salud pública. Esto tiene la importancia de que es un primer paso, aunque pequeño, de confrontar la política de drogas impuesta por los EEUU al mundo, en donde no cabe sino la criminalización. Se propone como política concreta: “el Programa Nacional de Intervención Integral frente al Consumo de Drogas Ilícitas como una instancia de alto nivel” concebido desde una matriz de DDHH y de salud pública.

2. Reconocer que la transformación, para ser más exactos, del conflicto entre el Estado Colombiano y las FARC, resultado del pacto que se firme, representa una oportunidad para construir una solución conjunta e integral al problema de las drogas ilícitas. Indica, que se tiene conciencia de que los dos puntos acordados inicialmente sobre el tema agrario y participación política y derechos de la oposición, como el que viene a continuación, los derechos de las víctimas, están directamente articulados y son interdependientes. Es significativo que se acuerde que un “nuevo Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito” estará articulado a lo convenido en el tercer punto denominado: “Hacia un nuevo campo colombiano: Reforma rural integral”.

3. Se destaca que al respecto de una nueva política sobre cultivos ilícitos, ésta se concebirá desde una perspectiva territorializada y que en su construcción no podrá omitirse la participación eficaz de las comunidades. Se respetarán los usos y costumbres de las poblaciones indígenas en lo que respecta a la hoja de coca. Esta política priorizará la erradicación manual al uso de aspersiones aéreas con glifosato.

4. Finalmente, que aparte del enfoque territorial tenga como premisas: …..”la participación ciudadana y en la presencia y fortalecimiento de las instituciones, especialmente las responsables de la atención social y de la seguridad y protección de las comunidades, para construir soluciones sostenibles y garantizar los derechos de los ciudadanos y el no resurgimiento del problema”, implica la no compleja tarea de que se instaure la legalidad en dichos territorios con una consecuencia apenas obvia: que el estado recupere el monopolio de la fuerza.

El reto que se plantea en este acuerdo con respecto a lo dicho antes, es sustancial. Pues acá estamos al frente tal vez del condicionante más relevante en un escenario de sostenibilidad.

Habida cuenta de este anuncio, asombra, por decir lo menos, por dónde camina la voluntad popular en el actual proceso electoral y los avances que se vienen dando en el proceso de la Habana. A escasos ocho días bien podríamos encontrarnos ante el hecho de que el país le ha dado la espalda a esta gran oportunidad y nos encontremos lanzados a un nuevo período de gobierno inspirado en la plutocracia, el odio y la trampa. Amanecerá y veremos.

José Girón Sierra

Observatorio de DDHH-IPC

Mayo 18 de 2014