Jóvenes víctimas de la violencia estudian para ser profesionales del campo

En Yopal, Casanare, funciona Utopía, la primera universidad rural de Colombia. Este proyecto, de la Universidad de la Salle, busca transformar el campo desde la educación.

En las instalaciones de Utopía viven y estudian más de 200 jóvenes campesinos de 91 municipios del país, a quienes los une la condición de víctimas de la violencia.

Mediante la metodología de aprender haciendo y enseñar demostrando los estudiantes se forman como ingenieros agrícolas con la idea de replicar sus conocimientos en sus lugares de origen.

“Utopía es una propuesta de paz que se hace desde la Universidad de la Salle para toda Colombia”, dice Camila Herrera, coordinadora de filantropía de esta institución educativa. Según Herrera, se trata de una opción que nace de la necesidad de buscarle una salida al campo colombiano, a través de la vinculación de jóvenes que han sufrido la violencia en zonas con enorme potencial agrícola.

Este es el caso de Mayerli Zambrano, oriunda del Valle del Guamuez, Putumayo. A sus veinte años, Mayerli sabe qué es salir huyendo a causa del asesinato de varios de sus familiares por parte de un grupo insurgente. Hija de un agricultor y de una ama de casa, Mayerli soñó con estudiar medicina, pero la falta de oportunidades educativas en su región se lo impidió. Hoy, gracias a la posibilidad que le brindó Utopía, Mayerli se convirtió en la ‘médica’ de las plantas y con su esfuerzo espera retribuir a sus padres, a su comunidad, a su región y al país.

Son varias las características que hacen de Utopía un proyecto pionero en Colombia. Los jóvenes que quieren estudiar allí no se postulan, sino que son encontrados a través de convocatorias realizadas en los municipios con mayor violencia en el país. Dado que en la mayoría de los casos se trata de personas con escasos recursos económicos, los jóvenes seleccionados deben aportar el valor correspondiente a un salario mínimo cada cuatrimestre durante los cuatro años de la carrera universitaria.
“La educación de cada joven cuesta en total 86 millones de pesos, pero la oferta es tan significativa que, si no les costara algo, no lo valorarían. Por eso, les pedimos esa mínima contribución. Aquí todos ponemos”, explica Camila.
Jorge Manrique, estudiante proveniente de Paz de Ariporo, Casanare, cuenta: “cada que tengo vacaciones, voy a trabajar en lo que salga, y, con ese dinero, fruto del trabajo, pago lo que me corresponde de la matrícula en la universidad”.
Además de estas características, los estudiantes de Utopía deben tener acceso a tierra (no necesariamente propia) y el deseo de retornar a sus lugares de origen durante el último año para poner en marcha un proyecto productivo que impacte positivamente a sus familias y a sus comunidades. Allí el liderazgo se convierte en una característica esencial de todos los beneficiados, pues se espera que se conviertan en vehículos de la transformación sociopolítica y productiva de sus regiones.

Como dice Jorge Manrique: “yo me veo en unos años regresando a mi tierra, el lugar que me vio crecer. Me veo ayudando a mi país, cultivando y haciendo productivo el campo, sembrando esperanza, generando un cambio social importante y aplicando el principio de la asociatividad para trabajar en comunidad por el bien de todos”.
Aunque la primera generación de ingenieros agrónomos de Utopía se graduará en mayo del presente año, algunas experiencias auguran el éxito de esta iniciativa. Tanto es así que tras la visita del presidente Juan Manuel Santos a las instalaciones del proyecto (11 de enero de 2014), se decidió iniciar una consultoría con el Ministerio de Educación y otras instituciones universitarias para evaluar la probabilidad de replicar el modelo de Utopía en otros lugares del país.

Valga mencionar como ejemplo la historia de Maidon. Él era un muchacho tenso y silencioso cuando llegó al campus de Utopía. Había visto morir a su padre a manos de un hombre que luego se convirtió en su vecino. Gracias a Utopía dejó de pensar en la venganza para mirar hacia el futuro con ilusión. Un día volvió del campus decidido a sembrar maíz a pesar del escepticismo de sus vecinos, quienes creían que allí solo la ganadería era rentable.

“Después de las burlas y las críticas, y ante la evidencia del buen resultado que me dio el cultivo, empezaron a preguntar que cómo se hacía, que cómo se implementaban los cultivos, etc. Cuando coseché, les comenté que no se había ganado tanto, pero que si se mejoraban algunas cosas era posible obtener ganancias. Ahí quedaron entusiasmados con la posibilidad de montar un proyecto productivo que no fuera ganadería. Y ese es el origen de EPICE, empresa productora e industrializadora de cereales”, cuenta orgullosamente Maidon.

“En síntesis –interviene Camila Herrera- en Utopía creemos que es posible superar la violencia por medio de la generación de oportunidades para las poblaciones más vulnerables, especialmente las de zonas rurales”. Leidi Mora, estudiante de San Miguel, Putumayo, complementa: “Estoy orgullosa de pertenecer a este proyecto que se preocupa por nosotros, los olvidados y afectados del campo. Utopía es la oportunidad de mi vida”.

Tomado de: http://www.reconciliacioncolombia.com/historias/detalle/53