Los hechos de la última semana protagonizados por las campañas del Centro Democrático y la Unidad Nacional reeleccionista, plagados de mutuas acusaciones, coloca el actual proceso electoral como uno de los más descompuestos y pantanosos de la época reciente.
La mal llamada democracia colombiana, como la más antigua del continente, es paradigmática en una larga historia del discurso disociado entre lo que se dice y lo que al final se hace, entre la formalidad de los programas políticos, que siempre se ocupan de los mismos problemas, y las realidades sociales en un permanente agravamiento. El resultado final es elocuente: una profunda desconfianza por los políticos y por la política y una democracia representativa en el fondo ilegítima dadas las altas tasas de abstencionismo. Esta amplia mayoría ajena al destino de la sociedad y una masa votante que lo hace, en gran medida, por razones que muy poco tiene que ver con el programa político del candidato por el cual votan, explica por qué al final no hay quien le pida cuentas a nadie y cada año se repita la misma película de viejos y nuevos promeseros.
Pero aparte de esta realidad incrustada en nuestra cultura política, estáel hecho de que,en el escenario de la contienda política,también opera la práctica del“todo vale” incluida la eliminación física si es necesaria. Dentro de esto último ha tomado carrera la práctica de buscar la derrota del opositor político, no en el escenario del debate democrático alrededor de la confrontación de las tesis políticas, sino a través de una argumentación falsa con la cual se pretende provocar daño y confundir al elector. La falacia está pues en el orden del día, en tanto ésta entraña el engaño, la mentira y hasta la manifestación del odio.
En sus ocho años de gobierno el expresidente Uribe demostró que es un maestro de la falacia. Merecen destacarse al respecto:
• La acusación al magistrado Yesid Ramírez de urdir un plan en su contra para derrocarlo, magistrado que adelantaba un proceso en contra de uno de sus hijos.
• La denuncia contra el periodista Daniel Coronel por lavado de activos, periodista que con pruebas en mano denunció sus nexos con el paramilitarismo y los privilegios de que fue objeto su familia por su cercanía al poder
• La acusación al magistrado Iván Velásquez de armarle un complot,cuando éste adelantaba investigaciones sobre la parapolítica, para lo cual utilizó falsos testigos y amenazas de todo tipo.
• La acusación al movimiento social, ONGs y líderes sociales de pertenecer a las Farc sólo por el hecho de denunciar las violaciones a los DDHH desde agentes del Estado.
Hasta ahora ninguna de estas acusaciones ha contado con pruebas, pero el expresidente si logró sembrar un manto de duda con la seguridad de que estaba blindado a cualquier efecto judicial,dada su inmunidad como presidente y convencido de que en su ente acusador, la comisión de acusaciones, no prosperaría ninguna denuncia en su contra.
En la actual campaña política esta práctica de la falacia, que tanto réditos le ha proporcionado al Uribismo, no podría estar ausente. Para el Centro Democrático,el blanco no es propiamente Santos como candidato, sino el hecho de ser quien tiene las mayores opciones de ganar las elecciones y de culminar un proceso de negociación del conflicto armado con las FARC, al fin de cuentas ha sido su política estrella.
La negociación con las FARC es lo que desvela al Uribismo y para ello han urdido todo tipo de sofismas y han apelado a todo tipo de prácticas legales e ilegales, como servirse del espionaje informático, para conspirar contra este proceso de paz. Insistir que se está entregando el país a la insurgencia, que se está pactando la impunidad sobre delitos de lesa humanidad, quese está negociando el modelo de desarrollo, además de otras tantas aseveraciones, omitiendo la circunstancia de que todos los contenidos de esta negociación estarán sujetos a un mecanismo de refrendación ciudadana, configura la mayor de las falacias. El desespero por arrollar al adversario, ha llevado al Uribismo a acusar a Santos de recibir dos millones de dólares del narcotráfico en su primera campaña, sembrando un manto de duda, muy útil en un momento en el cual el tiempo jugaría a su favor, pues la justicia, a la cual se ha atrevido a impugnar y retar, no alcanzaría a dar los resultados oportunos.
Se precisa insistir entoncesen cuál es el meollo del actual proceso electoral. La ultraderecha,afín a la guerra y beneficiaria de nuestra democracia restringida, ve amenazante que un proceso como el que se adelanta en la Habana comprometa intereses que le son vitales, como la seguridad inversionista, que condensa la perspectiva plutocrática del ejercicio del poder. Si Santos, ha marcado alguna diferencia con la propuesta Uribista,lo ha sido en comprometerse en resolver la guerra por la vía negociada, pero sobre todo, en arriesgarse , no sabemos con qué grado de convencimiento, la posibilidad de que se abra un espacio social y político para que la sociedad se replantee el país que tiene y aboque un proceso, nada fácil pero alentador, de remover así sea sólo algunos de los factores que nos han sumido en la inequidad, la exclusión, la discriminación, la barbarie y el odio.
¿A quince días de decidir al respecto, si se tiene conciencia de lo que está en juego?¿será que la suerte está echada y reeditaremos otros cien años de soledad?
José Girón Sierra
Observatorio de DDHH-IPC
Mayo 14 de 2014