Como se ha expresado en varias oportunidades, el actual proceso electoral cursa en una coyuntura particularmente importante pues en algún grado en dicho proceso se está jugando la continuidad de una negociación que tiene como propósito remover uno de los actores más relevantes del conflicto armado que vive la sociedad colombiana: las FARC. Sin embargo se precisa admitir que la sociedad a estas alturas parece no ser consciente de esta importancia y hasta los mismos candidatos a falta de propuestas de fondo se han dedicado a sacarse más los trapitos al sol que a mover a los votantes con respecto a su visión de sociedad y país.
Las últimas encuestas revelan que el presidente candidato no avanza y que sus opositores se acercan peligrosamente hasta sugerir que quien gane lo hará por un escaso margen y que entre la abstención y el voto en blanco se ubicarían la mayoría de los colombianos(as). Esto en otra época y coyuntura no trasnocharía a nadie, pero habida cuenta que quienes avanzan en las encuestas son precisamente quienes se oponen a este proceso de negociación y que en estos partidos ( Centro Democrático y Partido Conservador) se agrupan lo más descompuesto en materia política, debe prender las alarmas.
A esta situación se ha llegado por problemas del Gobierno que no son menores. El manejo que desde el año pasado se hizo del paro de las dignidades campesinas, la postura errática en el manejo del escándalo de las Chuzadas, las ambigüedades en su papel frente al proceso de destitución del Alcalde Petroy sobre todo el imaginario del cual no se ha podido liberar el presidente Santos de ser un personaje poco confiable, han tenido sus consecuencias electorales sobre todo en la favorabilidad de la masa votante. Preocupa la manera como el gobierno persiste en enfrentar la segunda fase de la movilización nacional campesina, y lo es más, por quien está al frente de las negociación el ministro lizarralde, personaje cercano a una de las candidaturas opositoras.
Los escasos veinte días que faltan para llegar a la primera vuelta para elegir presidente, serán, entonces, decisivos para quienes consideramos que lo que está en juego no es poco y que es necesario que se piense en el voto efectivo y no jugarle a decisiones que podrían favorecer las candidaturas que animan la guerra y le proponen a la sociedad la continuidad de su victimización.
La realidad es que con todos sus defectos es la centro-derecha en cabeza de Santos y la unidad política configurada alrededor del Partido de la U, el Partido Liberal y Cambio Radical, quienes lideran la propuesta de la negociación en curso con la insurgencia y quienes presentan las mejores posibilidades de ganar. El Polo poco avanza y el Partido Verde más bien retrocede en la favorabilidad y sus propuestas convencen y motivan a muy pocos. Lo concreto es que los apuros de Santos nos preocupan no por él mismo sino porque sus apuros, como puede colegirse de lo anterior, lo son también para un proceso de paz que debe terminar de manera exitosa, que si bien no depende exclusivamente de él, si lo es gran medida.
En este período, un anuncio de acuerdo, no sobre generalidades sino sobre aspectos sustanciales, con respecto al tercer punto referido al narcotráfico y rentas ilegales, le caería bien a la tan indispensable confianza que debe gozar dicho proceso. Las Farc deberían proceder por su cuenta en una acción que rompiendo con el discurso de la guerra, impacte de manera positiva la opinión adversa que se tiene de esta organización armada y de un mensaje alentador; también, debería evitar acciones armadas que puedan ser utilizadas por los opositores.
No hay pues otra alternativa: es indispensable rodear el proceso de la Habana con apoyos que vayan más allá de lo formal y el voto es uno de ellos.
José Girón Sierra
Observatorio de DDHH-IPC
Mayo 6 de 2014