“Ahí la tiene. Ahí la tiene escondida debajo del brazo”, dijo uno de los transportadores, señalando una pequeña barcaza que navegaba entre las dos orillas del río Putumayo.
Una mañana a finales de marzo, un periodista a quien había conocido durante un evento de la alcaldía de Puerto Asís me invitó a observar cómo se manejaba el transporte de petróleo en el departamento. Tras un breve recorrido en moto, arribamos a un banco de arena a orillas del río Putumayo que hacía las veces de parqueadero para decenas de tractomulas repletas de crudo.Al otro lado del río, tres barcos cargados con vehículos repletos de petróleo regateaban las corrientes para llegar a la especie de muelle donde nos encontrábamos. A nuestro alrededor, decenas de conductores aguardaban su turno para ocupar una de las tractomulas y manejar desde Puerto Asís hasta Barranca. En una tienda cercana, una mujer ofrecía a los conductores productos naturales contra el reumatismo, un brebaje llamado vino cerebral, sangre de toro y un potenciador sexual peruano llamado “Mero macho”.
“Hace alrededor de diez años, el río traía cuerpos”, me había dicho el periodista poco después de llegar al embarcadero. “Se veían bajar como los troncos que arrastra la corriente”.
Actualmente, los cuerpos se multiplican en tierra firme. En sólo un par de días en marzo, Puerto Asís fue testigo del asesinato de cuatro personas, incluyendo una joven pareja masacrada por sicarios que deja atrás dos pequeños huérfanos. Las muertes se suceden una tras otra en la ciudad. Sólo en enero, 14 personas fueron asesinadas, según información de la Policía Nacional. Los crímenes pasionales y el sicariato han crecido cerca de 20% con respecto al año anterior, y aún son demasiado comunes los ataques de las FARC y los ajustes de cuentas entre bandas criminales como Los Urabeños.
“Los índices de seguridad de aquí del municipio: cuatro atentados con granadas a lugares donde no se paga la extorsión y numerosos asesinatos “, dijo a Tío Conejo Jorge Coral Rivas, alcalde del municipio, a mediados de marzo. “Cada vez se está deteriorando más el tema de seguridad en el territorio”.
La violencia ha coincidido con un reciente boom petrolero que ha derivado en una crisis social inmanejable. Según Rivas, en 2011 en el municipio se extraían 6.000 barriles diarios y se percibían alrededor de 15.000 millones de pesos en regalías. Hoy, se extraen cerca de 25.000 barriles y se reciben apenas 4.500 millones, dado el cambio en el sistema de regalías en 2012. El dinero no es suficiente, afirma Rivas, sobre todo teniendo en cuenta que, tal y como sucedió hace 50 años durante el primer boom petrolera en la zona, la riqueza que acompaña la extracción del crudo ha impulsado un rápido crecimiento poblacional (actualmente el municipio tiene más de 90.000 habitantes).
Hoy, hay por lo menos trece compañías petroleras operando en el departamento de Putumayo. De éstas, las tres principales son Vetra Exploración y Producción Colombia S.A.S, Amerisur Exploración Colombia Limitada, y Grantierra Energy Colombia Limitada.
Según un reciente informe de la Fundación Paz y Reconciliación, publicado en febrero, “Estas compañías continúan abriendo pozos de manera incesante, violando el derecho fundamental a la consulta previa con los pueblos indígenas, cooptando líderes para aplacar la inconformidad de algunas comunidades, generando escasos empleos de salarios indignos, haciendo señalamientos contra dirigentes y contaminando todas las fuentes hídricas de las cuales toman agua las poblaciones rurales y los caseríos del Putumayo…”
La contaminación está en parte relacionada con la presencia de grupos armados en la zona, de acuerdo con las autoridades. El Bloque Sur de las FARC realizó 58 ataques contra la infraestructura petrolera en 2013. En 2014, se han presentado más de media docena de atentados, incluyendo un retén a mediados de enero en que presuntos integrantes del Frente 48 de las FARC vertieron el contenido de seis tractomulas cargadas de petróleo en el río Guamuez.
En Puerto Asís, en cuyas inmediaciones hay por lo menos nueve pozos en exploración, las autoridades locales transmitieron sus preocupaciones al gobierno durante un consejo de seguridad el año pasado. El Ministerio de Defensa respondió aumentando el pie de fuerza y anunciando la creación de cuerpo especial de ingenieros para realizar obras sociales en la región.
“Entre más petróleo haya, más problemas hay”, dijo a Tío Conejo el Alcalde Jorge Coral Rivas.
Esa mañana a finales de marzo, las tractomulas en el embarcadero a orillas del Putumayo iban y venían conforme recibían nuevas cargas de petróleo desde el otro lado del río. Por el momento, sin embargo, nadie ponía atención a las maniobras de las enormes embarcaciones que remontaban las corrientes.
“Sí, ahí la tiene”, dijo otro de los conductores. «Ojo».
La atención se concentra en un hombre fornido de camisa amarilla en la pequeña barcaza que avanza por el centro del río.
“¿Qué es lo que miran hijueputas?”, el hombre de amarillo nos grita. “¿Ah? ¿Qué miran? ¿Qué se les perdió?”
Sostiene el arma con ambas manos mientras apunta hacia una persona acostada sobre las tablas de la barcaza. Junto a ésta, tres hombres nos observan tranquilamente.
Damos un par de pasos hacia unas carpas azules sobre el embarcadero disimulando nuestro apuro. Caminamos con las manos en los bolsillos, alejándonos lo más que podemos del hombre armado.
El eco de un disparo resuena sobre las aguas del Putumayo. Volteo cautelosamente. El hombre de amarillo mantiene su posición y mientras da indicaciones a los demás tripulantes. Lentamente, la pequeña embarcación se aleja río arriba con cuatro tripulantes.
Tomado de: http://lasillavacia.com/elblogueo/blog/violencia-y-petroleo-en-putumayo-47302