Nuevo ciclo de conversaciones: víctimas de las Farc envían sus cartas

Ismael Malagón, víctima de las Farc. /Cristian Garavito
Ismael Malagón, víctima de las Farc. /Cristian Garavito

El proceso de paz entre el gobierno Santos y las Farc llega a su momento crucial: la hora de las víctimas. A partir de este martes este será el asunto central en el nuevo ciclo de conversaciones. Una instancia a la que quieren llegar muchos familiares de secuestrados o víctimas directas de ese flagelo, para que la guerrilla los incluya en sus términos de reparación.

Ismael Malagón, nació en Chiquinquirá, Boyacá, es comerciante y gracias a eso ha sacado a su familia adelante. Pero hace 16 años su vida cambió para siempre. El trabajo de uno de sus 10 hermanos se convirtió en una pesadilla el 4 de agosto de 1998 en La Uribe, Meta, cuando las Farc secuestraron a su hermano, el entonces subteniente del Ejército Raimundo Malagón.

Desde ese momento Ismael dejó su trabajo e hizo todo lo que estuvo a su alcance para recuperar a su hermano de 26 años. Marchó, envió cartas, protestó en el Congreso, viajó a Florencia y a San Vicente del Caguán, en el Caquetá, donde intercedió ante comandantes guerrilleros, acudió a Venezuela y a través de la exsenadora Piedad Córdoba habló con el fallecido presidente Hugo Chávez. Hizo de todo para volver a abrazarlo, pero tuvo que esperar 10 años.

Los mismos en los que dejó de comer, se enfermó, padeció afecciones cardiacas, problemas gástricos e insomnio. No hubo una sola noche en la que no se levantara a sintonizar en su radio las Voces del Secuestro, programa dirigido por Herbin Hoyos, único medio para enviar mensajes de apoyo a su hermano Raimundo. Otros de sus hermanos coinciden en decir que fue Ismael quien se dedicó siempre a hacer lo posible por encontrarlo.

Hace 6 años y 11 días volvió a la libertad. Salió de la selva en un helicóptero, junto a 14 secuestrados más durante la conocida Operación Jaque, del 2 de julio de 2008. En la mente de los colombianos aún permanece ese momento en el que el uniformado se acercó a la única cámara de televisión en el lugar y dijo: “He estado encadenado durante 10 años. Soy el teniente Malagón, del glorioso Ejército Nacional de Colombia, secuestrado por múltiples factores”.

En ese momento pensaron en la familia que su vida regresaría a la normalidad y la calma sería su aliada. Sin embargo, otra ha sido la realidad. Ismael agacha su cabeza, clava su mirada en sus zapatos negros y dice: “mi hermano sigue en el Ejército, está haciendo el curso para Teniente Coronel, y también estudia una maestría en Relaciones Internacionales. Pero la verdad, no está bien, sufre de ansiedad y pierde la concentración muy rápido, esas son las consecuencias”.

Consecuencias que no solo padece él sino también su hermano, quien ahora se considera víctima y, junto a muchos más que padecieron el secuestro político o extorsivo, congregados por la Fundación Víctimas Visibles, pretenden ahora hacerse oír de las Farc y, por ahora, enviarles un contundente mensaje pidiendo explicaciones de lo sucedido.

Son casi 90 cartas elaboradas en distintas regiones por víctimas de 17 organizaciones. Al recopilar estas cartas Diana Sofía Giraldo de Melo, fundadora y directiva de la Fundación Víctimas Visibles, sostiene que el propósito es escuchar explicaciones de los victimarios. La Fundación digitalizó los mensajes y los recopiló en un documento que será entregado a las delegaciones de los países garantes, Cuba y Noruega, al tiempo que pedirán a la sociedad civil y a los medios que sean testigos del hecho.

El Espectador conoció los textos de estas cartas y presenta algunas de esas líneas en las que las familias de secuestrados piden respuestas, o la ubicación de un lugar para recuperar algún cuerpo. “Quiero que me digan qué paso con mi padre Dámaso Galvis Aldana, secuestrado el 21 de junio de 1991. Ya cumplió 23 años en sus manos. Cobraron el rescate y no lo devolvieron. ¿Qué hicieron con su cuerpo? Queremos que no lo devuelvan o nos digan donde lo dejaron. Se lo llevaron de Paujil (Caquetá)”.

Otro mensaje dice: “Mi hermano Carlos Gómez Orjuela, está desaparecido desde hace seis años y medio en Florencia, Caquetá. Él comercializaba aguacate y el Frente 16 lo llamó y se lo llevó hasta el día de hoy». Otro más va sin remitente pero en busca de la misma verdad que pretenden esclarecer los otros destinatarios de las misivas: “¿La verdad viene antes de firmar o en el post conflicto?, ¿Cómo reclamar a nuestros secuestrados sí la Fiscalía le quitó los delitos de secuestro?”.

Algunas víctimas pretenden establecer cuál será el futuro de los guerrilleros luego de un acuerdo. “¿Cuáles son los derechos políticos que quieren los miembros de las Farc, en especial su cúpula?”, pregunta otra de las víctimas. “El 30 de septiembre de 1995, ustedes, las Farc, no sólo asesinaron al dirigente gremial José Raimundo Zojo Zambrano, sino que reafirmaron la persecución que han tenido siempre contra los ganaderos de Colombia. ¿Cómo van a reconocerlo y repararlo?”, escribió Guillermo Naar, Fundación Colombia Ganadera- Fundagan”.

Otras cartas llevan incisivos interrogantes: “¿A quién estaba destinada la bomba en el Club El Nogal?, ratifiquen si hubo informantes ante el DAS que dijeron que iba a haber un atentado en El Nogal”, ¿Cómo van a repararnos económicamente?”. En contraste, hay otras cartas con inusuales reclamos, como el de Carmen Cecilia Pedraza, quien escribió: “Soy la madre de Christian William López y envié una carta a Fabián Ramírez para que diga: ¿Qué pasó con mi hijo? Era el comandante del Frente 48 de las Farc”.

En síntesis, lo que busca Víctimas Visibles es que las verdaderas víctimas de las Farc sean escuchadas. Por ejemplo, Leiner Palacios, oriundo del Chocó, expresa que hace 12 años, cuando las Farc arrojaron un cilindro bomba a la iglesia de Bojayá (Chocó), perdió a 32 personas cercanas entre primos, sobrinos y amigos. Desde entonces trabaja con la comunidad, vela por sus derechos, los asesora y hasta estudió Derecho para buscar las respuestas que aún no conocen sus familiares y amigos sobre muchos actos violentos.

“En 1996 hicimos una declaración por la vida y la paz, pedimos que no nos involucraran en la guerra. Y ahora queremos que nos escuchen, que no vayan a negociar los derechos que hemos adquirido como pueblos étnicos que ya hemos alcanzando, eso sería un retroceso. Por eso tenemos que estar allá y dar nuestro punto de vista”, agrega Leiner Palacios. Y como él ya son muchos los que sienten que ha llegado la hora de hacerse oír y de pedirle, de frente, a las Farc, las explicaciones que adeudan.

Tomado de: http://www.elespectador.com/noticias/paz/nuevo-ciclo-de-conversaciones-victimas-de-farc-envian-s-articulo-504334