No será fácil. Reunir todas las víctimas de un largo, degradado y complejo conflicto como el colombiano en una sola voz es una tarea titánica. Parecería imposible congregar todos los dolores y establecer unos mínimos estándares en materia de derechos a la verdad, la justicia, la reparación y la garantía de no repetición. Pero es ese el desafío más importante de La Paz colombiana. Son las víctimas y sus derechos los moduladores de los Acuerdos de Paz por firmar con las FARC y el ELN. Porque de La Paz hecha en los noventa con las guerrillas ya tenemos la experiencia de su tránsito a la vida política y la aplicación de marcos jurídicos para facilitarlo. Mientras que no tenemos antecedentes del lugar de las víctimas en un proceso de paz.
Es además una tarea ingrata para quienes asuman la labor facilitadora en este asunto. Es lo que le ocurre al PNUD y a la Universidad Nacional quienes fueron encomendados por el Gobierno y las FARC para organizar la participación de las víctimas en este crucial tema de la agenda de La Habana. En momentos en que escribo esta columna se adelanta en la ciudad de Cali el Foro Nacional que culmina un proceso de tres foros regionales de víctimas y que busca compilar propuestas y sugerir a la Mesa de Diálogo quienes podrían representarlas. Y los debates acalorados han sido inevitables sobre alcances, enfoques y representaciones. Así como las quejas y reclamos de unos y otros sectores de víctimas que no se sienten plenamente satisfechos en sus expectativas. Sin descontar las pretensiones de instrumentalización política de las partes en conflicto o de actores políticos.
Algunas voces alegan que a La Habana deben llegar sólo los reclamos y los representantes de las víctimas de las FARC. ACORE, asociación que reúne a los militares en retiro han solicitado el reconocimiento a militares y policías como víctimas de la guerrilla. Les parece inaceptable que víctimas del Estado y del paramilitarismo tengan voz y presencia en la discusión de este punto en la agenda de paz. Insisten en que las Fuerzas Armadas gozan de plena legitimidad y que en tal condición su institución y sus miembros son víctimas de la “amenaza terrorista” de la insurgencia guerrillera. Desde la otra orilla, hay quienes minimizan o niegan la acción víctimizadora de las guerrillas y pretenden ocultar los derechos de quienes han resultado afectados por sus acciones. Concentran toda la responsabilidad víctimizante en el Estado y los paramilitares como si estuviésemos en presencia de las dictaduras militares del Cono Sur. Hasta las FARC dijeron en su comunicado al Foro de Cali que ellas deberían ser consideradas también como víctimas del conflicto del que han sido feroces protagonistas.
Reduccionismos inútiles para encontrar una ruta que armonice derechos de las víctimas y reconciliación. Porque hay que partir por reconocer la naturaleza de nuestro conflicto. Una confrontación que ha producido 230 mil muertes de las cuales el 70% civiles no combatientes, más de 4 millones de desplazados, 22 mil desaparecidos y miles de secuestrados, torturados, lisiados, viudas y huérfanos. Una contienda militar que compromete al Estado, las guerrillas y fuerzas paramilitares, cuyas legitimidades parciales explican sus enconadas disputas territoriales. Con numerosas zonas grises en donde las líneas divisorias entre víctimas y victimarios se confunden con frecuencia. Por ello el marco universal de los derechos humanos y del Derecho Internacional Humanitario es útil para el abordaje del tema en toda su complejidad. Ese marco conceptual aclara muy bien el tratamiento a hechos víctimizantes entre combatientes ocurridos en medio de la guerra. Advierte que sería equivocado conceder estatus de víctimas a la guerrilla o a las Fuerzas Armadas, pero reconoce que adquieren dicha condición quienes aunque sean combatientes son objeto de actos violatorios de las normas de la guerra, como la desaparición forzada, la ejecución extrajudicial, la tortura o los tratos crueles, por ejemplo.
Las víctimas de las FARC deben ser escuchadas. Pero la negociación del conflicto compromete por igual a su contendiente militar -Estado y paramilitares- y a las víctimas de su accionar. Y en un conflicto que ha afectado especialmente a los civiles no combatientes, son ellos quienes deben tener un lugar prioritario en la agenda y en la Mesa de La Habana. Quizás por esa vía despejamos un camino que convierta los derechos de las víctimas en una ventana de oportunidad. En el marco político que establezca los límites y alcances de La Paz que viene. Y que la haga sostenible.
@AntonioSanguino
Tomado de: http://www.kienyke.com/kien-escribe/la-oportunidad-de-las-victimas/