Qué es el perdón y hasta dónde podemos perdonar son dos preguntas formuladas con frecuencia cuando se habla de reconciliación. En su texto El siglo y el perdón el filósofo francés Jacques Derrida responde a ambas preguntas por medio de una paradoja que revela el carácter mismo del perdón.
“Es preciso, me parece –dice el francés-, partir del hecho de que, sí, existe lo imperdonable ¿No es, en verdad, ¿lo único a perdonar?, ¿lo único que invoca perdón? Si sólo se estuviera dispuesto a perdonar lo que parece perdonable, lo que la Iglesia llama “el pecado venial”, entonces la idea misma del perdón se desvanecería”. En otras palabras, la paradoja del filósofo presenta un perdón que sólo perdona lo imperdonable.
Esta concepción del perdón está basada en la enseñanza que Jesús de Nazaret hace por primera vez en la historia. En vez de que sea necesario algún sacrificio para compensar la falta, Jesús habla del perdón como un don gratuito que le es concedido a todo hombre y a toda mujer por el simple hecho de haber nacido. Ya no es necesario entregar algo para obtener la indulgencia. El perdón –predica Jesús- carece de límites y de condiciones y su concesión tampoco depende de que sea pedido de rodillas por el agresor. Ejemplo de ello es la súplica que hace el hijo de Dios mientras es crucificado: Padre perdónalos porque no saben lo que hacen.
Comúnmente nuestro entendimiento del perdón se aleja de la enseñanza cristiana y lo concebimos, al igual que Paul Ricoeur en El perdón difícil, como una ardua tarea por la tensión que existe entre lo alto del perdón y la profundidad de la falta cometida. Pero si se reflexiona sobre lo que realmente implica el perdón, esta inquietud desaparece. Al ser un don gratuito carente de límites y de condiciones, la gravedad de la falta no pesa al momento de perdonar.
Y la aparente altura del perdón es tan sólo una ilusión, pues perdonar no es algo divino –afirma Derrida- sino que tiene que ser una posibilidad humana. El francés concibe el perdón como la locura de lo imposible, algo excepcional y extraordinario que tiene la posibilidad de irrumpir en el día a día. Además, agregaría la filósofa alemana Hannah Arendt, frente a lo irreversible del pasado sólo se tiene el perdón.
Y aunque el perdón encierra el hecho muy subjetivo de que quien ha sufrido un daño causado por otro decide perdonar o no en la intimidad de su propio ser, al exponerlo a la luz de la realidad colombiana este involucra necesariamente otras esferas que en su fase de investigación y documentación el proyecto Reconciliación Colombia encontró: evidentemente, el perdón de la víctima al darlo al victimario, si quiere. Del victimario a la víctima, al pedirlo de manera auténtica y real, tras reconocer el daño que causó y tras demostrar real arrepentimiento. Del Estado a la sociedad por el abandono. De las instituciones del Estado, por ejemplo, de las Fuerzas Militares en las comunidades en las que pudo haber cometido atropellos. Así el perdón abarca diferentes esferas y planos, cada uno y todos, muy complejos, y necesarios de estudiar a la hora de abordar el tema de la reconciliación.
Tomado de: http://www.reconciliacioncolombia.com/historias/detalle/-que-es-el-perdon-una-locura