Kelly Echeverri Alzate es una de las cientos, de las miles, de mujeres que pertenecen a la Ruta Pacífica de las Mujeres, movimiento que desde hace 18 años ha recurrido a las movilizaciones para arrebatarles sus hijos a las máquinas de la muerte que cíclicamente produce la guerra en Colombia.
Fueron ellas, por ejemplo, las que transitaron por las comunas de Medellín cuando nadie se atrevía a pisar estos barrios. Y así ha sucedido en el Magdalena Medio, en Putumayo, en Córdoba. Es decir, en donde el conflicto ha estado candente.
Kelly está con la Ruta desde los 14 años y se quedó porque no ha encontrado «mujeres más valientes». Reconciliación Colombia le preguntó su historia y qué es lo que más destaca del movimiento, precisamente el día en el que la Ruta ganó el Premio Nacional de Paz 2014, y esto fue lo que respondió:
Kelly, ¿qué hace la Ruta que no hace nadie más?
La Ruta fue el lugar al que yo llegué a los 14 años. Creo que eso hace parte de lo más importante: la Ruta es un espacio donde cabemos todas. Yo llegué muy joven y tuve acogida, pero, además, comencé a tener voz dentro. Es un lugar real.
¿Qué hacía una jovencita de 14 años en la Ruta?
Yo llegué por casualidad. Y lo que buscaba era tratar de entender lo que pasaba en el mundo y en este país.
¿Por qué? ¿Qué pasaba en ese momento?
Pasaba que con todo el tema de Pablo Escobar en los 80, lo que uno vivía en los barrios de Medellín años después era la presencia de muchos ‘Pablos Escobares’. En esa época también sucedió la Operación Orión en la Comuna 13. Una operación militar que se dio entre 1999 y 2001. Recuerdo mucho que nadie quería ir a la Comuna 13. Y fue la Ruta la que se hizo presente. Eso marcó mi vida porque me mostró la valentía de las mujeres.
¿Qué hicieron?
Subimos a donde otras mujeres de la Ruta que vivían allí. Éramos unas 800 mujeres recorriendo las calles donde nadie se atrevía a transitar.
¿Te acuerdas que arengaban?
Sí. Arengábamos: ‘Las mujeres NO parimos hijos e hijas para la guerra’.
¿Qué hacía una niña de 14 años arengando ‘Las mujeres no parimos hijos para la guerra’?
(Risas…) Me imagino que en esa época gritaba esto sin mucha consciencia, pero eso se fue interiorizando. Y, bueno, desde ese momento hago parte de la Ruta.
¿Cómo saben las mujeres de la Ruta de Antioquia lo que están haciendo las mujeres de la Ruta del Putumayo?
Hay una coordinación nacional que crea una red de información. Y también hay claridades políticas que nos unen. Cuando yo escucho que sucede algo grave con la vida de las mujeres, las mujeres de las distintas regiones dirán algo. Y como parte de la Ruta estoy atenta a acudir al lugar donde se pueda necesitar mi presencia. Eso lo hemos aprendido en las movilizaciones.
La Ruta no le tiene miedo a decir que tienen una militancia, ¿en qué militan?
Nosotras no hablamos de militancia. De-construyendo esas formas militares de hablar, decimos que somos ‘civilantas’. Es decir, somos civiles. Y cuando nos juntamos con otras, somos ‘civilantas’. Y conformamos eso que es la Ruta.
También se reclaman como una organización feminista…
Sí. Es un movimiento feminista contra la guerra. Por tanto, y aunque pueda sonar redundante, pacifista, antimilitarista, no-violento. Somos todas esas cosas juntas. A veces los que nos escuchas dicen: ‘no Ustedes se enloquecieron’. Esa es nuestra diversidad. En lo esencial, no queremos las armas, ni la guerra, ni la cultura militar, ni la lógica militar.
¿Qué fue lo que más te impactó al recibir el Premio?
Hay un asunto que me movió mucho: ver en el mapa qué grandes somos. A pesar de que sé quiénes somos y de qué lugares venimos, identificarnos en el mapa fue un asunto muy fuerte.