Antonio Navarro, exnegociador de paz del movimiento M-19; José Aristizábal, exnegociador de la Corriente de Renovación Socialista, CRS; Álvaro Villarraga, del acuerdo de paz con el Ejército Popular de Liberación, EPL; Enrique Flórez, exnegociador del Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT, y Pablo Tattay, destacado líder del movimiento armado Quintín Lame, consideran, sin titubear, que las armas para provocar los cambios cayeron en desuso. Pueda que las luchas sociales no, pero las armas, definitivamente sí.
“Ninguno nos hemos arrepentido del paso que dimos en ese momento”, dice Tattay, líder del movimiento indígena (antes y después de la dejación de armas), y agrega: “Todo aquello (el uso de las armas) devendría inútil si se prolongara innecesaria e indefinidamente en el tiempo”.
Las reflexiones fueron hechas durante el conversatorio La paz sí es posible, que tuvo lugar el viernes 15 de mayo y que buscó reflexionar en torno a la paz de los años noventa y sus aportes a los escenarios de La Habana y al eventual proceso con el ELN.
Cada uno como líder de organizaciones alzadas en armas en la década de los 70 y 80 llegó a la convicción de que había que continuar con sus luchas sociales desde la legalidad. Y lo hicieron así, junto con hombres y mujeres que también participaron de estos espacios de diálogo y negociación con los gobiernos de Virgilio Barco Vargas y César Gaviria. Entre las cinco organizaciones sumaron para la época, 20 años atrás, cerca de 5.000 hombres-arma.
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