“Negociar sin cese al fuego ni cese de hostilidades, es pintar de sangre la paz”

(Parte I)

Negociar sin cese al fuego ni  de hostilidades, es sin lugar a dudas cabalgar al filo de una ruptura definitiva de los diálogos de la Habana con las Farc-Ep y con las conversaciones clandestinas con el Eln, por lo que no se necesita ser adivino, ni consultar el oráculo de Delfos  o el  de  «Google» que es moderno,  para saber que en cualquier momento una acción de las Farc-Ep, pondrá el partido a favor de ellos, o se descontará el marcador declarando con ello su cese unilateral de hostilidades.

Lo triste de este doloroso partido, el de la guerra, es que su marcador no se da en goles, ni carreras, ni canastas anotadas, sino en vidas humanas, bien sean de la guerrilla, de las fuerzas militares o de la sociedad civil; todos hijos de  la patria, o  es que los guerrilleros nacieron en la Conchinchina, Cafarnaúm o en la Patagonia,  como reza el refrán popular, no todas y todos son colombianos y colombianas, por supuesto hijos de la patria.

Soldados contados como héroes,  combatientes contabilizados como lacras o ratas, sociedad civil inventariada como víctimas del conflicto armado, todos estadísticos de la violencia, carne de cañón de los medios de comunicación para subir su rating  informativo,  para que los guerreros se recreen y regocijen con la sangre de todos y todas, ya que ellos se cuidan de no poner muertos de su propiedad en este absurdo conflicto donde las victimas aumentan su desorbitante cifra, cifra que hoy pasa los 6 millones; las madres de los guerrilleros y guerrilleras lloran en el silencio de la clandestinidad sus muertos, muchas veces sin derecho a enterrarlos, sin saber si quiera en que campo lejano o cementerio recóndito reposan sus huesos o lo que queda de ello, si es que algo queda  después del traicionero bombardeo, puesto que ha eso no se le puede llamar combate y mucho menos enfrentamiento.

Peor aun las madres de los soldados de la patria que son entrevistadas para que su llanto público lave solamente la sangre de sus hijos y miren como sus declaraciones corren por el circo del escarnio y el desconsuelo de noticiero en noticiero hasta ser internacional,  como si ello le diera reposo a sus almas, madre es madre sin importar si el hijo es un déspota politiquero, un burgués oligarca o un simple hijo de la patria.

Ojala este último bombardeo no haya dejado victimas inocentes como niños, niñas, mujeres embarazadas, como ya ha sucedido, sin contabilizar el daño al ecosistema, la fauna y flora, lo biótico y abiótico que  causan estas bombas de 600 kilos, con sus cráteres de 60 mts de diámetro a la redonda, ojala que la muerte de 11, 26, o más colombianos de uniforme laven con su sangre  de héroes las cicatrices de la guerra, curen con sus vidas las heridas  de nuestras mujeres violadas anualmente, salven los niños que a diario se nos están muriendo por desnutrición en la Guajira Wayuu, los campos de Córdoba, los resguardos indígenas y hasta en las propias capitales, que se reduzca al mínimo el déficit de educación superior que esta por encima del 70 por ciento, ya que  de cada 380 mil bachilleres que salen anualmente en el país,  solo un 26 por ciento accede a educación superior. Se supone que en la educación esta el futuro.

Si ojala como dijo Bolívar “que sus muertes contribuyan…”, para que:  cese la desigualdad, se redistribuyan las riquezas, llegue la prosperidad, se respeten los derechos humanos y se aplique el Derecho Internacional Humanitario (DIH), entre las partes en combate, se acabe la corrupción, la justicia sea pronta y eficaz, que cesen los partidos corruptos, renuncien los guerreros a su sed de sangre, castiguen a los corruptos, que las lesbianas puedan ser congresistas lejos del estigma , los homosexuales sigan siendo presidentes como en otras épocas, los lustradores regresen al concejo, los procuradores sean éticos y no legislen con el rasero de su ideología, que las madres puedan ser enterradas por su hijos y no sigan ellas las que los entierran a ellos, que los medios desechen la sangre para lograr su rating, que los niños de la guerra jamás regresen a ella, que las etnias y los grupos poblaciones sean horizontalizados en la mesa de la igualdad y que reine por siempre  la diferencia como esencia de la democracia que hoy exigimos.

Que  las y los colombianos nos reconozcamos como sujetos de derecho ante nosotros mismos y ante el mundo, para que por fin la colonización que nos llegó a sangre y fuego, cruz y  espada, permita por fin el desarrollo endógeno lejos de los TLC, la banca multilateral corrupta, la depredación de nuestras selvas y recursos naturales y el ahogamiento que hoy nos hace miserables,  que tengamos por fin un congreso que legisle para la gente, unos políticos con norte ético y un pueblo que comprenda que en las urnas de manera consiente reposa el cambio.

Gracias muertos de la patria, ustedes son la luz de la nueva  libertad y el verdadero fin del conflicto, los amamos sin conocerlos, los queremos sin tratarlos, reconocemos su esfuerzo por un nuevo país, pero no son necesarias más muertes para que nuestra inteligencia comprenda por fin que el único camino hacia la paz, el desarrollo y la prosperidad es el dialogo y la concertación de nuestras abismales diferencias que en vez de disminuir aumentan cada día, por lo que el voto a conciencia es nuestra verdadera arma letal para la gobernabilidad, la gobernanza, la transparencia y la paz.

 

Luis E. Sánchez Puche

Sociólogo – CNAI