Ahora, cuando parece inminente la apertura de la Mesa de negociaciones entre el Gobierno Nacional y el ELN, para el fin del conflicto armado, es inevitable una reflexión desde quienes hicimos parte, durante tres décadas de sus estructuras de combatientes, mandos, dirección Nacional y Comando Central, hasta el debate interno y ruptura que dio lugar a la separación y creación de la CRS en 1992, y el posterior acuerdo de paz el 9 de abril de 1994.
Estas lecciones aprendidas parten de reivindicar el alzamiento en armas del Ejército de Liberación Nacional- ELN- en 1964, en plena guerra fría, siguiendo la estela de focos guerrilleros que surgieron por todo el continente, aupados por el triunfo de la revolución cubana, con unas claras banderas de liberación nacional y socialismo.
En Colombia este levantamiento insurgente, que coincidió en el tiempo con la transformación de campesinos y colonos armados, de varias regiones del país en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –FARC- y con la creación del Ejército Popular de Liberación- EPL-, respondía a unas condiciones históricas de pobreza, profunda desigualdad social y exclusión política de un régimen oligárquico bipartidista que originó la terrible violencia fratricida, de mediados de siglo y luego también se inventó la paz del Frente Nacional que legitimó la desposesión, el desplazamiento, y la cooptación de la democracia en nombre de la alianza de los señores de la tierra y del capital para impulsar el capitalismo salvaje.
El ELN recoge así el clamor de las luchas sociales y la aspiración de los sectores democráticos por una transformación revolucionaria del país. En su seno se acrisola la convergencia del cristianismo revolucionario de la Teología de la Liberación con la tradición del socialismo latinoamericano que, en las condiciones concretas de entonces, le apuestan al compromiso con la lucha armada por la liberación de nuestro país del imperialismo y la construcción de una patria socialista.
Un cuarto de siglo después, los cambios del contexto nacional e internacional y la degradación de una guerra sin solución exigen replanteamientos profundos de objetivos y de método. Tras un debate interno inconcluso la ruptura se impone y a comienzos de los 90 no sólo el ELN sino todo el campo de la izquierda armada, se divide frente a la lectura de la situación y a los imperativos de la época. El M19, el EPL, el PRT, el Quintín Lame y la CRS, suscribimos acuerdos de paz con el Gobierno, hacemos dejación de armas y transitamos hacia la actividad política legal, considerando la Constitución de 1991 como fruto de ese proceso. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas- FARC- y el ELN, por su parte, persisten en el alzamiento armado después del fracaso de las negociaciones en Caracas y Tlaxcala entre 1991 y 10992.
Después de otros 25 años estamos abocados a la negociación definitiva que cerrará el ciclo de la guerra por causas políticas en Colombia. La Mesa de La Habana ha avanzado en la concreción del “Acuerdo General Para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera”, de igual forma se anuncia el inicio de la fase de negociación pública con el ELN teniendo como sede un país suramericano.
Desde nuestra experiencia de ex- Elenos y de negociadores del acuerdo de paz de 1994 hacemos las siguientes reflexiones:
1. La lucha por el socialismo, entendido como un régimen económico, político y social que supere el individualismo y la desigualdad que genera el capitalismo, sigue vigente.
2. La guerra no puede ser el destino permanente de los colombianos.
3. La negociación política es el camino para la transición de la lucha armada a la lucha política y un medio de legitimación de los objetivos políticos revolucionarios en las nuevas condiciones.
4. La paz negociada es condición necesaria para la Reconciliación entre los colombianos después de superar nuestra guerra de medio siglo.
5. La reconstrucción de las perspectivas de la izquierda colombiana requiere la superación del síndrome de la guerra y de la estrategia de lucha armada para lograr las transformaciones sociales que son ahora una reliquia del pasado.
6. La sociedad colombiana está esperando el aporte del ELN para esta nueva etapa del proceso político.
Ver Corriente de Renovación Socialista, lecciones de una ruptura con el ELN completo