Crónicas del Dragón Rojo

«El Transmilenio y su impacto en la cotidianidad»

El ring, ring del despertador anuncia la llegada de un nuevo día, -las cinco en punto de la mañana-, dijo doña Amelia. Las actividades matutinas en los hogares de la vecindad iniciaban su trajín diario, mientras que afuera, el ruido silencioso de los alimentadores confirmaba sus palabras, el “Dragón Rojo”, abría nuevamente sus fauces, para tragarse paso a paso el mayor número de usuarios posibles, los mismos que están culturalmente adaptados a su operación de transporte masivo, ese que se metió en sus vidas haciéndose imprescindible para un sinnúmero de capitalinos que lo utilizan en las diferentes localidades del Distrito Capital.

“Las labores domésticas deben concluir antes de las siete de la mañana: arreglar las niñas y los niños para el colegio, hacer el desayuno, tinto o chocolate, el almuerzo para llevar y, dejar para los que quedan en casa, hacer las camas y lavar la losa; son entre otros los menesteres propios de cada mañana”, comenta Doña Amelia Rincón.

A las 7:00 a.m., como ya es costumbre estoy en la parada del barrio en el que vivo, Aures II, esperando el alimentador, haciendo mi primera fila del día, al menos unos 8 alimentadores han pasado desde el inicio de la operación. De pronto recuerdo que no he hecho mi ritual de oraciones antes de abordar el sistema de transporte por lo que en silencio pido a dios para que nos bendiga, cubriéndonos con su manto sagrado del peligro que implica abordar el Transmilenio:

“Protégenos señor junto a mi familia de los atracos, el cosquilleo, acoso sexual, irrespeto, vendedores informales, habitantes de calle, hombres borrachos, y demás atropellos, tensiones, sustos, riesgos y estrés que a diario se presentan en el Transmilenio. Has que encuentre puesto, que no me arranque una uña, no me maltraten, no bloqueen la vía, ni atropellen un ciudadano imprudente de esos que se cuelan al sistema, o no usan la ruta de entrada o salida, lanzándose a la vía, arriesgando sus vidas, y, que por fin pueda llegar a mi trabajo a tiempo para que el supervisor no me pase un memorándum amén, amén y amen”.

“También para que pronto arreglen las destartaladas vías de la avenida Caracas, cierren las puertas eléctricas que tienen varios años de estar dañadas, que el ejército de vendedores informales, cantantes, cuenta chistes, ladrones y demás personas que se ganan la vida en este medio, haciéndolo más inviable, consigan trabajo y no incomoden más, amén”.

Los vecinos que a diario encuentro en la parada, se confunden con uno que otro usuario diferente a los ya acostumbrados, noto con tristeza que los “buenos días” cada vez son más escasos y, que he caído en el abismo profundo de no saludar, incluso a veces negar un saludo, miro con disimulo a mi alrededor y veo a cada usuario ensimismado en su propio ritual; hombres tocándose los bolsillos, pasando su cartera al bolsillo de adelante, mujeres pegando el bolso o la cartera al cuerpo lo más que se pueda, para evitar el raponazo o hurto sigiloso.

Las llamadas a celular inician su labor “no olvides apagar el fogón”, “paguen el recibo del agua”, “llamas a mi mamá, recoges a las niñas en la ruta”, “estoy allá en 20’ minutos su merced”, “te dejo porque ya viene el alimentador, chao que dios te bendiga, yo también te quiero mucho”, son algunas de las expresiones que a diario se escuchan. Es la primera fila del día que puede o no ser larga y tediosa depende de si el alimentador llega a tiempo, (cosa que casi nunca sucede), si viene con puestos, si no está lloviendo, -en fin son tantas cosas que a una le pasan- dice Doña Amelia con un suspiro de alivio.

Bogotá con más de 8 millones de habitantes, moviliza diariamente en promedio un millón de personas, lo que la obliga a contar con una infraestructura de transporte masivo acorde a sus necesidades de movilidad. Para ello se creó el Transmilenio, nuestro “Dragón Rojo”, como parte de la solución al transporte masivo que requiere el Distrito Capital. Objetivo obviamente no cumplido.

Diariamente las personas se desplazan por la ciudad para cumplir con sus actividades empresariales, laborales, educativas, deportivas, lúdicas, jurídicas, hospitalarias, comprar, vender, entregar, facturar, acompañar y toda una serie de acciones que son la vida socio política, económica y cultural, ambiental y ciudadana del Distrito Capital, el mismo que en su conjunto genera el 51% de los ingresos brutos que tiene el país por día, según cifras de Planeación Nacional.

El 18 de diciembre de 2000, se inauguró la primera ruta del Sistema Articulado o Transmilenio, conocido popularmente como “El Transmilenio” que comenzó a operar con 14 buses articulados entre las calles ochenta y sexta por la troncal de la Caracas. Durante este período se entregaron las troncales: Auto Norte, Calle 80 y Caracas.

En el segundo período de administración del Alcalde Antanas Mockus (2001-2003) incluyó en el plan de desarrollo Bogotá para vivir todos del mismo lado, la meta de disminuir en un 20% los tiempos de desplazamiento de las personas en la ciudad y los proyectos prioritarios fueron las tres nuevas troncales de transporte masivo: Américas, NQS y Avenida Suba.

Durante la administración del actual Alcalde Gustavo Petro, (2010-2014) entraron a operar las troncales de la Avenida El dorado, la Carrera décima y séptima.

Foto tomada del portal, Personería Municipal de Soacha
Foto tomada del portal, Personería Municipal de Soacha

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Luis E. Sánchez Puche
Sociólogo – Corporación Nuevo Arco Iris

1 comentario en “Crónicas del Dragón Rojo”

  1. Muestra clara de lo que agobia la cotidianidad de los bogotanos: el tener que desplazarse en los buses de transmilenio, empresa que nos vendió la idea de un modelo distinto y digno para movilizarnos desde y a cualquier punto de la ciudad, pero como podemos ver y sufrir, no es nada más que un engaño, un insulto a la razón y a la vida misma….. Urge la implementación de un sistema más acorde a las necesidades de movilidad de la capital de los colombianos, un sistema donde el ususario/a pueda viajar con la tranquilidad de no ver afectada su integridad física, su dignidad y su bolsillo.

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