Escribió un libro que llega a su cuarta edición porque los protagonistas de esta publicación le pidieron, hace unos 75 años, que escribiera esta historia cuando fuera grande. Y así lo hizo.
Una mujer vinculada durante toda su vida al trabajo social y a la labor de alfabetizar adultos y guías para maestros populares, María Tila Uribe, bogotana de nacimiento, decidió recrear la década de los años 20 (¡1920!), años muy pocos tenidos en cuenta en Colombia. Y a través de esta rescata la memoria de mujeres y dirigentes de las clases obreras y populares que en esa época comenzaban a organizarse para luchar por sus derechos, hasta cuando la violencia desplegada contra estos los disminuyó. Y de qué forma.
¡María Tila fue testigo de excepción de esa época! Y por medio de su narración puede apreciarse con detalle la gran agitación social de los hombres y las mujeres que conformaron las primeras organizaciones comunitarias en Colombia, que de niña conoció porque vivió en la casa política de los fundadores del Partido Socialista Revolucionario.
El lanzamiento de la cuarta edición de Los años escondidos será este jueves 5 de noviembre a las 6 de la tarde en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación. (ver lugar e información del lanzamiento AQUÍ) Este portal (Reconciliación Colombia) le preguntó a su autora cuánto le costó emocionalmente elaborar este libro. Aquí sus respuestas:
¿Por qué María Tila decide escribir un libro sobre los años 20?
Era una especie de deuda que quería pagar. Sucedió quizá hace unos 75 años que los protagonistas del libro nos pidieron escribir esta historia cuando fuéramos grandes. Con el propósito de cumplir aquella promesa y, desde luego, por la necesidad y el compromiso de develar su memoria, comencé a escribirla medio siglo después, en los años 80.
Los años 20 en Colombia, ¿si fueron años tan escondidos?
Titulé el libro Los años escondidos porque ese decenio casi desaparece de la historia de nuestro país. Algunas personas escribieron fragmentos o episodios de esa gesta. Inclusive con admiración o reconocimientos, pero aislados los unos de los otros. De otra parte, porque la historia oficial, ocultó o mejor distorsionó el pensamiento y las luchas del primer Partido Socialista Revolucionario. Por eso este libro es como un pedazo de nuestra historia vista desde abajo donde, además, las mujeres adquieren el protagonismo que se les negaba. Y por último, porque el posterior análisis de esos acontecimientos, si es que lo hubo, lo convirtió en tema prohibido: recordemos la complejidad de la parte final de esta historia política, permeada en nuestro país y en América Latina por los métodos estalinistas de tan ingrata recordación y el peso muerto de las más rígidas ortodoxias.
Si tuviera que enumerar dos aspectos, ¿cuáles fueron los principales hallazgos cuando escudriñó estos años?
Uno, el surgimiento de la clase obrera, su organización y su descubrimiento de la huelga ante las jornadas de 16 horas diarias de trabajo, los tratos crueles y las increíbles condiciones de vida que soportaron. Colombia era un país con cierto carácter de selva virgen, con haciendas tradicionales de costumbres casi feudales, en la ciudad todo se trabajaba manualmente. Era país de minas: sal, oro, carbón y los mineros sobrevivían en condiciones infrahumanas; había formas de esclavitud con los indígenas y los desocupados que se llevaban para las caucheras del Orinoco y el Amazonas, y bueno, se empiezan a introducir formas modernas -digamos, capitalistas-, en las que el país empieza a conocer la industria y el trabajo asalariado, al lado de la luz eléctrica, radio, carros, avión, ferrocarriles, cables aéreos, maquinaria nueva para producción. La composición de la sociedad cambió en ese decenio y la presencia de la clase obrera fue trascendental.
Otro hallazgo mayúsculo es cuando me doy cuenta de que fue el tiempo en que las mujeres ingresan masivamente al mercado del trabajo. Antes solo podían trabajar como enfermeras, telegrafistas o como maestras de escuela, pero solo si eran señoritas porque estaba prohibido que los niños vieran a sus maestras con barriga. Y era común que una mujer montara un taller de costura o fabricara arroz de leche y guarrús. Yo había leído sobre la situación de las mujeres en la revolución industrial en Europa, pero no lo asociaba con lo nuestro y no tenía respuesta para comprender cuándo y por qué se empezaron a dar esos cambios en la vida de las mujeres. Cuando empecé a rescatar tantos nombres de mujeres para el libro me sucedió algo extraordinario: aprendí de ellas, de sus pensamientos, de lo que proponían, de lo que pregonaban. Fueron la universidad que no tuve, una especie de guía en mi vida política y personal.
¿Cómo hizo para recordar con tanta precisión tantísimos sucesos y personajes?
Ha sido adueñarse de los recuerdos y de las vivencias en el momento en que relumbran: cuando las estamos escuchando o leyendo. Y esto porque mi infancia transcurrió entre hombres y mujeres socialistas. Me parece verlos cuando nos traían juguetes. Les escuché sus risas y les vi sus llantos. Era como vivir en un tiempo que no era el mío. Recuerdo cuando me dejaban por semanas o días al cuidado de María (mi Mariacano), como todos le decían.
Más tarde, en mi juventud, quedó en mis manos el famoso baúl en el que se guardaba la historia de esa época: había cartas del Contingente que se fue a luchar con Sandino en 1927, el famoso Libro Azul con los relatos del sanguinario Juan Vicente Gómez en Venezuela, los mensajes de Tomás Uribe Márquez a Mahecha y a los trabajadores de la Zona Bananera y brazaletes usados por los obreros; en ese baúl había pedazos de periódicos y hojas impresas que denunciaban la pena de muerte, torturas, destierros y todo lo acostumbrado y normal en la hegemonía conservadora. ¡Imagínese, todo eso en mis manos! Pasaba horas mirando, releyendo, confrontando, sintiendo las emociones de los otros y las otras, y de los que ya habían muerto. Más tarde, busqué las pocas fuentes secundarias que se podían conseguir y acudí a los testimonios de veteranos sobrevivientes de la época y de sus familias. Ellos me dieron fotografías, hojas sacadas de diarios, libros, documentos y ante todo sus recuerdos y vivencias: nombres, episodios, anécdotas, datos. Así armé y ordené el rompecabezas. Fue un proceso de años.
¿Qué fue lo que más le impresionó cuando rescató del olvido a las primeras mujeres que lucharon por la reivindicación de género?
Que se comportaban como si tuvieran plena libertad y la buscaban. Costara lo que costara. Que aspiraban a una sociedad de iguales, tanto por su condición de opresión como por sus reivindicaciones de género (palabra que no se conocía). Por ejemplo, en la primera huelga de mujeres en Colombia, que lideró Betsabé Espinal, una de las demandas categóricas fue el rechazo a los abusos de los jefes. En Girardot, Belarmina González, presidenta de “La redención de la mujer”, puso -en el primer pliego de peticiones de mujeres que se conoció en esa ciudad- el respeto a la esposa y a la madre. María, desde su condición de mujer, decide no tener hijos porque no quiere que conozcan tanta injusticia.
¿Qué fue lo que más le impresionó cuando rescató del olvido a los líderes obreros?
Que fueron gentes que aprendieron a pensar y a actuar en defensa propia. Su coraje, el compromiso y la convicción con la que acometieron sus luchas, como en las huelgas petroleras, o los macheteros de los ingenios o las mujeres tabacaleras. Algo que me impactó fueron las historias de los ferroviarios, eran realmente los comunicadores cruzando el país, llevando periódicos, mensajes y transportaban a los líderes en las locomotoras.
¿Qué fue lo que más le impresionó cuando rescató del olvido a los primeros luchadores socialistas?
La conducción de sus problemas con sentido humano, en medio de una brutal represión. Sacudieron su entorno en esos años de rebeldía con mística, con honestidad, así no dieran respuestas finales contundentes a los grandes problemas.
¿Qué fue lo que más le costó cuando escribió el libro?
Lo más difícil de esta literatura tan comprometida fue decidir qué era primero y qué después. Darle el orden a cada suceso para hacerlo entendible por personas, digamos, no politizadas. Porque mi propósito siempre fue llegar a la señora que vendía cigarrillos en la esquina, al maestro Jesús, el albañil; a Julita, la chica que me preguntó qué era eso del socialismo, o a la compañera que no sabía el origen ni el proceso de lo que hoy se conoce como perspectiva de género.
¿Lloró escribiendo el libro?
Si, muchas veces… en muchos años… Una vez entré al que fuera el Panóptico Nacional -hoy Museo Nacional- y vi la pila de agua helada donde metían a los presos sociales al amanecer. Los conducía los carceleros armados con largos palos de punta de aguijón que punzaban sus cuerpos y estos solo podían salir del agua helada hasta nueva orden. Lloré cuando conocí la fotografía del cepo. Lloré leyendo la acusación a María Cano de envenenar el agua de Medellín para presentarla como asesina y loca ante el creciente reconocimiento y cariño de los trabajadores; y también cuando escuchaba a mi Tata (Enriqueta Jiménez Gaitán) y sus relatos de Consejos de Guerra o de la masacre de las bananeras… Si… lloré, pero tengo muchos más ejemplos de risa y regocijo.
¿Qué les dice a quienes creen que la historia de violencia del país comenzó con el Bogotazo?
Explico que el siglo XX estuvo signado por violencias: la de los años veinte, que fue un exterminio. La de los gobiernos de Laureano Gómez y Ospina Pérez; de ahí la Oración por la Paz de Jorge Eliecer Gaitán, y las que siguieron. Les propongo lecturas, trato de ayudar a comprender que la historia es la raíz de lo que hoy vivimos y que nunca se trata de un solo evento.
Si tuviera que elegir una cosa, ¿en qué diría que Colombia se mantiene igual a los años 20?
En algo que me dijo un amigo después de leer el libro: Ah! desde los veinte nos viene tanta riqueza concentrada y tanta pobreza distribuida, ¿no?
Si tuviera que elegir una cosa, ¿en qué diría que Colombia se diferencia de los años 20?
Nos diferenciamos en muchas cosas porque el mundo avanza: la tecnología, otra Constitución, los cambios en la condición de la mujer y, ante todo, tenemos una perspectiva de paz.
¿Qué consejo le daría a quienes han pensado reconstruir momentos de las historias escondidas de Colombia como Usted lo hizo?
Cuando estoy frente a los y las jóvenes les hablo de la importancia de la memoria, les animo a que escriban, ya sea la historia de su barrio, de su universidad, de su sindicato, de su grupo o de ellos mismos, que escriban para no dejar morir la historia y les pongo ejemplos, les comento que lo que cualquiera diga de sí mismo es de interés para todos, a menos que nos dejemos convertir en seres globalizados, sin alma, con un celular en la mano y programados desde antes de nacer.
Un consejo para comenzar….
Que todas y todos podemos aportar desde lo que somos, en la construcción de este país que soñamos y amamos.
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