Una herramienta que les sirve a los biólogos para localizar especies animales, se usa por primera vez en la búsqueda de cuerpos enterrados. Dos pueblos en lo profundo del Casanare serán la prueba piloto de este experimento.
La Fiscalía ha encontrado más de 6.400 restos de personas desaparecidas, la mayoría a manos de grupos paramilitares. El método tradicional es preguntarle a los desmovilizados dónde escondieron los cuerpos de sus víctimas y, en algunos casos, son las comunidades las que entregan información sobre las fosas comunes que conocen en sus pueblos. Una estrategia similar a la que acordaron las Farc y el gobierno en La Habana.
Con el pasar de los años, esta metodología es menos eficaz: la memoria se agota, los desmovilizados dejan de contar la verdad y los terrenos cambian. ¿Cómo encontrar entonces a los más de 45.000 desaparecidos que se cree hay en Colombia?
Para responder esa pregunta el Equipo de Equitas, una organización no gubernamental experta en temas forenses, acudió a la ciencia. Esta fundación trabajó durante cuatro años en dos municipios de Casanare, un departamento donde la información de desaparecidos es escasa porque el grupo paramilitar que delinquía allí nunca se desmovilizó. Por eso, las familias han tenido que ingeniarse nuevas formas de buscar a sus muertos.
Recorriendo casa por casa, descubrieron información valiosa que ni la propia Fiscalía tenía en su poder. Entendieron cómo operaban las Autodefensas Campesinas del Casanare, dónde estaban sus campamentos, cómo descuartizaban a sus víctimas y el tipo de fosa que cavaban. Decidieron procesar esta información con un método científico.
“Yo asocié esa información a un comportamiento de las especies. Así como la vegetación y la altitud afecta la distribución de cualquier organismo vivo, la ubicación de las vías, los ríos y los campamentos pueden darnos la ubicación de las fosas. El mismo patrón de distribución de especies, pero para encontrar fosas comunes”, le contó a VerdadAbierta.com Alexander Sabogal, un biólogo que trabajo, junto a su colega Milton Bastidas, en el Modelamiento Espacial y Estadístico Predictivo. El mismo modelo que estaban usando para encontrar arañas.
El resultado de cruzar todas las variables, tanto las biológicas (ríos, clima, tipo de suelo) con las sociales (ubicación de los campamento y fosas encontradas) es un mapa de calor. Las zonas rojas indican que hay una probabilidad de 80% al 89% de encontrar fosas comunes. El objetivo es que solo en esas zonas se apliquen las metodologías de búsqueda de las ciencias forenses, haciendo más eficaz la búsqueda.
“El propósito de Equitas es llamarle la atención de la Fiscalía. Decirles hay maneras diferentes de hacer las cosas. No se pueden quedar con la versión de los postulados. Si eso se agotó hay que usar herramientas científicas disponible en otras ciencias”, dijo Diana Arango, directora ejecutiva de Equitas.
La Fundación espera entregarle este mapa a la Fiscalía para continuar la búsqueda de los desparecidos en Casanare. “La metodología no estará totalmente validada hasta que no vayamos a campo a buscar esas fosas”, aseguro Sabogal.
El ‘plan piloto’ de Casanare
Recetor y Chámeza, municipios a tres horas de Yopal, fueron el escenario para implementar esta nueva herramienta. La falta de información disponible sobre cientos de desaparecidos y el escaso trabajo de la Fiscalía en la zona llevó a que los investigadores forenses de Equitas pensaran en formas alternativas de buscar a los muertos.
Luego de la desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), los paramilitares postulados a la ley de Justicia y Paz se convirtieron en una fuente importante de información. Esto no ocurrió en estos municipios, pues las Autodefensas Campesinas de Casanare, más conocidos en la región como ‘Los Buitragueños’, no se desmovilizaron colectivamente con las Auc, entre otras razones, porque no hacían parte de esa confederación delictiva.
Este grupo paramilitar llegó a estos municipios en noviembre de 2002 y partió en 2003. En su corta estadía desaparecieron a cerca de 150 personas, la mayoría fueron llamadas a “reuniones” en las bases paramilitares de las que nunca regresaron. Familias enteras fueron desaparecidas.
La Fiscalía ha recuperado cerca de 40 cadáveres, 14 de estos han sido identificados. En 10 años, desde que fue expendida la ley de Justicia y Paz, se han realizado solo 20 diligencias para buscar desaparecidos.
Las familias se han apersonado de la búsqueda de sus muertos y en este trabajo ha sido clave el acompañamiento de Familiares Colombia, una organización que ayuda a las víctimas de desaparición forzada y que las representa judicialmente, y de Equitas. Desde 2011, los investigadores crearon una gran base de datos que hoy sirve para crear el mapa de calor y ha sido clave para la identificación de algunos de los cadáveres.
Para futuras búsquedas
El éxito de la búsqueda de desaparecidos en Colombia va de la mano de la calidad de información cartográfica de las regiones. Lo ideal es que los mapas sean de fácil acceso y ubiquen acertadamente los tipos de suelo, los ríos, las vías y los datos catastrales. Lastimosamente en la mayoría de los casos esta información no está disponible, lo que disminuye las probabilidades de encontrar los cuerpos.
“No tener puntos de información, mapas de vegetación de la época de las desapariciones hace que el resultado sea menos exacto”, aseguró el Biólogo, Alexander Sabogal.
En los primeros años de exhumaciones en el proceso de Justicia y Paz los paramilitares entregaron las coordenadas de fosas comunes sin saber nada sobre la identidad de las víctimas, lo que conllevó a que solo el 46% de los 6.400 cuerpos encontrados hayan sido identificados hasta el momento. La experiencia de Equitas en Casanare les enseñó que no se trata solo de cavar, sino que es necesario llegar a la diligencia con una hipótesis previa sobre a quién corresponden los restos a desenterrar.
Esto es posible si se hace un juicioso trabajo de recolección de información en las comunidades. No se trata solo de recoger una muestra de ADN, sino de entrevistar a las familias para conocer cómo era esa persona antes de su muerte. “Es clave que existan equipos de profesionales que caminen las veredas, que vayan casa a casa, que entiendan el Modus Operandi del grupo armado y que tengan legitimidad ante las comunidades”, aseguró Diana Arango.
El caso de Recetor y Chamiza ha dejado importantes lecciones sobre la investigación forense en Colombia. De firmarse un acuerdo entre las Farc y el gobierno en La Habana, estas lecciones serán de vital importancia para la futura Unidad especializada para la búsqueda de personas desaparecidas durante la guerra. Un organismo extrajudicial y transitorio pactado en la Mesa de Negociaciones.
Según lo acordado, la información básica la darán los guerrilleros y militares, pero la idea es que las comunidades y organizaciones sociales participen también. Para Equitas, además de estos datos, es importante hacer una juiciosa recolección de información contextual de georreferenciación y no perder de vista lo encontrado en exhumaciones realizadas previamente en la zona. Por ejemplo, en el caso de Casanare, ha sido clave descubrir un patrón en las fosas: todas son pequeñas, pues los cuerpos fueron descuartizados. Este dato, que cambia según la región y el grupo armado, facilita el trabajo de los antropólogos forenses.
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