«La vida está llena de muchos supuestos, se supone que uno es libre, se supone que cada quien es apto para labrar su vida y, en esa medida, puede alguien, no obtener el empleo de sus sueños, pero sí, al menos foguearse en los terrenos en donde quisiera desempeñarse, sin embargo, eso no es así, el estado de cosas obliga a la contemplación de otras variables que bota a la basura todos los supuestos de la vida»
¡Qué complicado ha sido encontrar trabajo hasta el momento! Y eso que culminé mis estudios hace un par de meses. A mucha gente le toma bastante tiempo encontrar uno. Las convocatorias de empresas u organizaciones parecen no ser para los recién egresados, la mayoría o piden un mínimo de experiencia o un posgrado.
¡Qué difícil escenario con el que me he encontrado! Por un lado está la desconfianza hacia los jóvenes, o más bien, la excesiva confianza del capital y las relaciones sociales a la hora de establecer vínculos laborales, hasta en las actividades comerciales fallan las teorías del libre mercado, aquí en raras ocasiones las personas con los conocimientos apropiados son las que obtienen los puestos. Pero, más importante aún, es la contradicción humana que presiento se esconde cuando las ganas de trabajar, las cuales no son otras que las del querer vivir y labrarse su propio camino, chocan contra el hermético engranaje del sistema productivo.
En cuanto a esto último debo decir, basándome en la tradición económica, que el hombre tiene sus manos y cerebro como sustentos. No es mi intención exponer teorías económicas, sería, además de tedioso, una tarea ideologizante de mi parte, quisiera exponer, más bien, los pensamientos con los que me he encontrado en esa sencilla práctica de buscar trabajo.
Mi situación no es trágica ni más faltaba, las palabras a veces tratan de magnificar el problema. Mis pertenencias no son muchas, tengo un perro, a decir verdad, en ocasiones pienso que ni siquiera lo tengo porque es muy rebelde el sinvergüenza. Quizás mi más grande preocupación es trabajar para obtener mis cosas y hacer mi propia vida, nadie quiere llegar a una cierta edad en la que, a pesar de sus estudios, no tenga nada, también es una cierta presión social. Con eso te pueden decir -mira qué lindo auto tiene –Gana mucho dinero –Ese muchacho sí está progresando, como si en verdad las cosas materiales valieran su peso, nos hemos dejado cautivar por los antojos y la vida misma se ha llegado a relacionar con lo palpable, como si la existencia se debiera exclusivamente a ello, aquello que no se puede ver, oír ni tocar, no existe o se ignora. Le llaman éxito a esa clase de progreso: el éxito de modelos de vida, el éxito de los irracionales y las superioridades morales, egoístas, el éxito del individualismo más pueril e inhumano.
Las palabras nunca son neutras, se estructuran a partir de unas condiciones socio históricas y, en esa medida, algunas expresan mejor el sentido social a la que se debe prender cada individuo: éxito, progreso, méritos, competencia, competitividad.
La contradicción humana es el encuentro que estoy teniendo con mi lado social. La vida está llena de muchos supuestos, se supone que uno es libre, se supone que cada quien es apto para labrar su vida y, en esa medida, puede alguien, no obtener el empleo de sus sueños, pero sí, al menos foguearse en los terrenos en donde quisiera desempeñarse, sin embargo, eso no es así, el estado de cosas obliga a la contemplación de otras variables que bota a la basura todos los supuestos de la vida. Desde hoy aprecio mucho mejor la frágil condición del ser humano, el cual está bañado desde el nacimiento por el azar y a su vez desposeído de su voluntad, vinculado inexorablemente a su específica historicidad. Constantemente hay influencias sobre las cosas que puedes hacer y de cuales gustar, como cuando estudias una carrera por el simple hecho de que en ella tendrías un puesto asegurado en el mercado laboral, al contrario de escoger, por ejemplo, una en la que forzosamente puedes obtener un empleo.
Existen contingencias infortunadas, la mía, haber estudiado finanzas, aun me lo reprocho, aunque soy consecuente que no sabía absolutamente nada sobre qué hacer con mi vida. Intenté con el ejército y finalmente termine estudiando, menos mal fue lo segundo. Pudiera irme por ese lado, tal vez haya más empleo en el sector financiero, pero eso sería traicionar mi ser de hoy y la verdad no quisiera defraudarlo, ¡bastante me ha costado construirme hasta este momento y ser lo que soy como para que un pensamiento del ser futuro lo arruine todo! Es cierto, tal vez termine acostumbrándome como la mayoría lo han hecho, entonces recibiría un sueldo mensual o quincenal por estar sentado en una oficina haciendo cuentas bancarias o tratando de obtener mayores rentabilidades para alcanzar a conseguir un premio o un aumento de sueldo, vestiría de traje y corbata todos los días y sonreiría al jefe solo para que no me eche si al acaso le dijera lo que pensara de él. ¡Eso no! La costumbre debe acabar algún día, y desde ahora seré la semilla para que mi ser futuro no se complazca ante nada porque ahí acabaría todo.
Mi preocupación de conseguir empleo para buscar mi bienestar es una simple nimiedad comparado a las preocupaciones del campesino que, aunque trabaja la tierra y quisiera así tranquilidad para cultivarla, constantemente se ve afectado por las determinaciones del gobierno sobre el uso de la tierra, del mercado y la competencia internacional, las mismas preocupaciones de los vendedores de la calle, y en general de las personas desfavorecidas por un sistema aceitado por las conveniencias de sus leyes intrínseca, puesto a funcionar bajo los ejes de un poderío insaciable. Así, el gobierno, los sectores comerciales, industriales y financieros, tienen pretensiones diferentes a aquellas que podemos tener, la gente de a pie y yo, pero al fin y al cabo debemos incluirnos para no morir en la inanición, o ¿no? Nos han venido envolviendo en plásticos individuales, pero las aberturas han de hacerse con nuestros propios dedos para que a través de ellas podamos examinar al otro.
Buscar trabajo al fin de cuentas se me ha convertido en una reflexión social, en un acto de pensar a la justicia y, junto a ella, las maneras en cómo las personas viven a partir de su exclusiva cualidad. Con ello no desconozco mis auténticas necesidades como sujeto, al contrario, las amplío desde mi crítica a ese sentido de trabajo tan vano.
Mario Alejandro Neita Echeverry
Politólogo de la Universidad Nacional
Gracias por tan soberbio artículo. Me fascinó, has puesto lo que pienso de la mejor manera. ¿Perseguir tus sueños o vivir como perdedor? Que decisión! ojalá tengamos suerte sirviendo de la mejor manera a nuestra sociedad sin perder nuestra integridad.