Con respecto al ELN, después del anuncio del 30 de Marzo, cuando Gobierno y guerrilla dieron a conocer la Agenda para la negociación pública después de casi dos años de contactos discretos, el proceso está empantanado en una situación nada clara en la que el Gobierno le exige al ELN un gesto que demuestre su voluntad de paz, como el abandono público del secuestro y la liberación de todos los secuestrados en su poder, mientras los negociadores y el Coce rechazan las que llaman precondiciones no establecidas en la Agenda y justifican esa práctica aberrante. En el fondo se trata de una situación política compleja porque el efecto espejo de la negociación con las FARC no le deja mucho margen al Gobierno para concesiones que la opinión pública no aceptaría, mucho más con el precedente del cese al fuego unilateral de las FARC, mientras que parece que la situación interna del ELN que demuestra una falta de cohesión frente a la decisión de la negociación política se expresa en una rigidez extrema y en una incapacidad de percibir que a estas alturas el pulso no lo están jugando sólo con el gobierno sino con los límites de tolerancia de la sociedad colombiana frente a la insurgencia y sus prácticas violentas.
El ELN lleva 25 años ensayando intentos de negociación con todos los Gobiernos. Al principio la negociación hacía parte como elemento táctico de su estrategia de Guerra Popular Prolongada cuando leían el ascenso de la lucha armada en Centroamérica como el anuncio de un periodo Pre-revolucionario en Colombia. Pero el cambio de la correlación de fuerzas mundial con el fin de la Guerra Fría y la cadena de negociaciones de paz que emprendieron las guerrillas colombianas y centroamericanas a comienzos de los 90, los llevaron a asumir la realidad como un periodo de Resistencia en el cual la negociación jugaba un papel de instrumento de propaganda de sus propuestas y de su visión acerca del carácter equivocado de la búsqueda de salidas dialogadas al conflicto armado interno .La misma figura de Camilo Torres fue instrumentalizada por el ELN como el cura guerrillero, ideologizando una decisión coyuntural de su vida mientras se soslaya su aporte a la Revolución colombiana y latinoamericana como referente de la Teología de la Liberación y como intérprete de un cristianismo comprometido radicalmente con las transformaciones sociales y económicas.
En su último Congreso se llegó a un frágil acuerdo interno sobre la negociación política, pero las tensiones internas y la estructura federada de la Organización han acentuado el carácter vacilante y rígidamente principista de su comportamiento. Sin embargo, la Agenda acordada con el Gobierno, que insiste en la participación de la población en la construcción de la paz como ha sido tradicional en su propuesta de Convención Nacional, a pesar de su ambigüedad en temas como Democracia para la paz o Transformaciones para la paz, tiene la potencialidad de poner en la discusión nacional problemas que el ELN ha agitado y que no han estado presentes en la Mesa de La Habana como el Reordenamiento Territorial, la explotación irracional de los recursos naturales, y la política ambiental que son temas más urbanos.
La importancia trascendental del momento para la suerte del país exige que en esta disyuntiva nacional entre la paz y la guerra el Gobierno y el ELN flexibilicen sus posiciones y echen a andar la fase pública de la negociación convenida. El Gobierno Santos debe elevar el nivel de interlocución y darle al ELN el tratamiento digno de una guerrilla mayor, con una tradición de cincuenta años de lucha armada, capacidad de perturbación en varios territorios del país e influencia en amplios sectores sociales y territoriales. El ELN debe poner los pies en la tierra y en la coyuntura y aprestarse a una negociación digna que le permita potenciar sus acumulados políticos y sociales y, sobre todo, transitar con sus propuestas de la lucha armada a la lucha política y cederle la vocería al pueblo que, en su propia expresión, habla y manda, para que sea la lucha política y social la que consiga las reivindicaciones históricas que la guerra no pudo conseguir.
Escrito tomado del documento PAZ NEGOCIADA Y CONSTITUCIÓN DE 1991 EN COLOMBIA para la revista FORO.