Queridos y adorados hijos: Ustedes, así como yo, nacimos en tiempos de guerra, tiempos en que unos hombres y mujeres se cansaron de estar sometidos a la pobreza y al abandono y creyeron que esa situación se podría cambiar por la vía de la violencia armada, pero las cosas no salieron como ellos pensaban, pues en el camino se presentaron otros intereses y otras situaciones muy complejas.
Me refiero al narcotráfico o sea al negocio de cultivar, procesar y comercializar drogas ilícitas que tienen un mercado permanente de 50 millones de norteamericanos que la pagan a buen precio y que la consumen con regularidad. Ese fenómeno permeó a toda nuestra sociedad, desde las fuerzas militares y de policía, hasta los altos jueces, políticos y guerrilleros.
Hoy ambos bandos, tanto la guerrilla y el gobierno se han puesto de acuerdo en dos cosas fundamentales. Primero, que acabarán después de más de 50 años con esta guerra y segundo, que tan pronto se acabe la guerra empecemos a discutir entre todos cómo salir del atraso y la pobreza.
Hijos, yo que estuve algún día del lado de la guerra, os pido que esta oportunidad sea para la paz, para terminar el conflicto y empecemos a darnos la oportunidad de soñar con un país rico que dedicará todas sus fuerzas, recursos y voluntades a ver cómo construimos un futuro mejor para las nuevas generaciones.
Hijos, que su voluntad y su conciencia estén del lado de la vida, en contra de la guerra. El Sí es el camino, andad en él, corred en él y triunfad en él.
Sí, Sí, Sí
Luis Alberto Cabeza Espinel
Sociólogo – Investigador social