El 02 de octubre pasará a la historia como el día en que Colombia demostró que es un país sin conciencia colectiva; cabe resaltar y ya está por demás dar por “ganador” al NO en una contienda que nos dividió y nos separó como seres humanos, triunfó la democracia y la institucionalidad, pero todos los habitantes salimos derrotados. El país dividido como otrora los años 30 cuando liberales y conservadores luchaban en batalla tras batalla partidista que a la postre iniciarían esta guerra que ya completa lamentablemente 52 años, y por desgracia seguirán sumando, tal vez meses, años, lustros o quizás décadas.
Las más de 8 millones de víctimas del conflicto armado hoy se deshonran y no refiriéndome a la victoria del “NO”, que de por sí ya es una derrota moral, me refiero a la polarización que nos define como nación el día de hoy; esto sumado a la indiferencia ya acostumbrada de más del 63% del total del censo electoral forman un coctel de desesperanza, indolencia y dolor que tienen a Colombia sumida en una crisis que ya no es económica o de orden público, es una crisis de conciencia y de humanidad de la que ninguno de nosotros nos podemos escapar. ¡Basta ya! <<Como si esto no lo hubiéramos dicho antes>> embargados por el dolor de patria que hoy tenemos, es hora de dar un giro a esa conciencia colectiva dormida, es hora de hablar y de concertar, máxime cuando el país define su futuro, y tal como lo expresaba el gran Nelson Mandela “No nos vamos a empantanar en un baño de sangre, en una guerra civil, no vamos a cobrar lo que nos hicieron vamos a crear una nación diferente.” Una nación hecha para aquellas personas que vivieron la guerra y no para las que la vieron por televisión, para cada una de las víctimas que sufrieron el fragor del fuego enemigo y a las que hoy les dimos la peor lección de reconciliación y perdón, esas personas, seres humanos que en las urnas de Bojayá abofetearon nuestro ego <el orgullo del que solo ve los toros desde la barrera> y en el mayor acto de gallardía humana el 94% de sus electores dieron vía libre al acuerdo que terminaría con la barbarie de la guerra con las FARC, una guerra de “porquería” que solo ellos conocieron y sufrieron.
Deshumanizamos el debate, creamos mentiras y hasta pusimos a Dios en lado y lado de la balanza dependiendo de la conveniencia y la creencia particular del votante, olvidándonos por completo de los argumentos y de los intereses de terceros involucrados que al final y como todo en mi país, se convirtieron en material de publicidad política con la indolencia y la desfachatez que el caso ameritaba, objetivamos a las personas, en especial a los campesinos y aun a los guerrilleros que no son más que en su mayoría compatriotas (campesinos) que por razones de problemas estructurales y profundos de la nación optaron por una salida a sus necesidades, seres humanos que también sufrieron el conflicto, que se alejaron de sus familias, que fueron obligados a estar ahí y que hoy también ven truncado su sueño de incorporarse a la vida civil, un sueño que depende de cada colombiano alimentar con un ápice de esperanza.
A todo esto el lamento ya no cabe en la idea de seguir construyendo país y aunque este día será tristemente recordado por años, más que por el resultado de la votación, por el mensaje de división y de odio que en su mayoría expresamos; hemos de consolidarnos como una sola nación la nación de los del SI y de los del NO, construyendo lazos de comunicación en los que concertemos un gran acuerdo nacional eso sí, sin caer en errores del pasado que dieron inicio a nuevas formas de violencia (frente nacional). En la mesa cabemos todos, no importa la raza, sexo, religión, no importa nada, es tiempo de acabar con la guerra y no solo con la que libramos hace 50 años con las FARC, es tiempo de acabar la guerra de egos que nos obliga a querer tener la razón por encima de la de los demás, llegó el momento de escuchar al prójimo y de entender sus razones, sin insultos, sin mentiras, solo con argumentos que alimenten el debate, ya no aguantamos más, Colombia está en su límite y requiere de cada uno de nosotros para salvarse, es ahora o nunca, es el momento de tomar partido.
Diego Ibañez Cruz
Estudiante de derecho de la universidad Grancolombia