¡QUEREMOS LA PAZ ! ¡ACUERDO YA!

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La sorpresa gigante del plebiscito de este 2 de octubre fue el triunfo inesperado del No frente a los Acuerdos de La Habana, tejidos pacientemente por las delegaciones del Gobierno y las Farc durante los últimos cuatro años. Ya se han evaluado suficientemente las causas de este debacle del Sí y cada sector deberá asumir sus propias responsabilidades.

Lo que importa ahora desde los sectores democráticos y populares es tomar la iniciativa en la defensa del Acuerdo. En primer lugar para evitar que la derecha ‘uribista’ y toda la cauda de sectores reaccionarios que la acompañan, entierren la esperanza de la paz e impongan nuevamente la guerra y un modelo de sociedad de fascismo social, autoritario, excluyente, ultrareligioso y homofóbico. En segundo lugar porque no podemos permitir nuevamente, como en 1957, un Frente Nacional de las oligarquías que a nombre de la paz instaure un régimen político que consagre el despojo y la impunidad frente a los millones de víctimas del conflicto y se reparta el poder y los recursos públicos.

El “Acuerdo para el fin del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera” no es una revolución, pero sí una serie de reformas liberales de corte social y político largamente aplazadas por las repetidas violencias, que significan el reconocimiento de las víctimas, programas de distribución de tierras y de desarrollo rural para el cierre de las brechas sociales, apertura política, y el ejercicio de la justicia especial para la paz que en el marco de la Constitución de 1991 y de la justicia transicional garantizan el cierre del conflicto armado de medio siglo con las normas del Derecho Internacional Humanitario de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición.

El ambiente de esperanza y optimismo frente a la paz y la reconciliación que suscitaron los Acuerdos en  la comunidad nacional e internacional no puede ser sofocado por la apatía frente a la suerte del país y de nuestra democracia de los amplios sectores abstencionistas, ni por la estrategia del odio, el miedo, la venganza y la mentira que impregnaron la campaña de la extrema derecha uribista. Ello refleja un grave vacío de la cultura política colombiana y llama a los partidos, a la academia, a los medios, a los movimientos sociales, al Estado mismo a implementar una campaña permanente de educación política ciudadana porque no puede construirse una democracia moderna sobre el analfabetismo y la ignorancia, políticas.

Como no hay mal que por bien no venga, por suerte el tropiezo del proceso de paz en el plebiscito y la inminencia de que los sectores guerreristas impongan al país un nuevo ciclo de guerra y violencia, han suscitado en la sociedad civil una toma de posición en torno a la defensa de los Acuerdos de paz, generando una oleada de opinión y movilización social y política y creando una masa crítica que, en conjunto, empiezan a aislar a la derecha autoritaria y belicista.

Ensoberbecido en su triunfo del domingo el uribismo ya ha empezado a plantear sus líneas rojas y a mostrar con ello su talante reaccionario. La reforma rural integral que beneficia a los campesinos pobres con tierra y programas de desarrollo es “castrochavismo”, la apertura política que significan los desarrollos de la Constitución del 91 en participación política que contienen los Acuerdos prefiguran un “Estado totalitario”, la Justicia Especial para la Paz que busca un equilibrio entre paz y justicia en un proceso de transición de la guerra a la reconciliación “genera impunidad y nuevas violencias”. En el fondo son los intereses de una oligarquía agraria aliada a poderes mafiosos que se enriqueció con la guerra y la violencia y todavía, en pleno siglo XXI, ve comunismo donde se habla de justicia social. Pero, sobre todo, que le teme a la verdad que contienen los Acuerdos porque con la verdad sobre los orígenes y beneficiados de la violencia y el despojo, quedarán expuestos sus crímenes y desnudas sus señorías que han controlado  el poder y la política por muchos años en esta patria de injusticia y violencia. Por todo ello es que su verdadero propósito es desconocer completamente los Acuerdos de La Habana.

Es la hora de la sociedad democrática. La juventud, las mujeres, la comunidad LGTB, los trabajadores, los empleados, los campesinos, afrocolombianos e indígenas, las víctimas, los intelectuales, los educadores, los empresarios, las iglesias verdaderamente cristianas y evangélicas, las organizaciones sociales, los pobladores de las regiones periféricas y los pobres de las periferias urbanas, y de todos los que verdaderamente queremos el fin de la guerra y la construcción de una paz justa y democrática. Hay que salvar los Acuerdos ampliando su respaldo social sin que se afecte su carácter progresista.

Las Farc han ratificado su compromiso con la paz y su renuncia definitiva a la guerra. Ojalá sean capaces de generosidad e imaginación política para que de esta coyuntura salgan fortalecidas como movimiento político. Y, finalmente, ojalá el ELN entienda el valor que en este momento de la historia colombiana tendría su apertura a la negociación con el Gobierno y su transición a la lucha política legal, sin más dilaciones.

Bogotá, Octubre 6 de 2016.

Fernando Hernández Valencia
Director Ejecutivo de la Corporación Nuevo Arco Iris