Así como cada quien puede y debería hacer su credo, así también deberíamos renunciar y denunciar cosas, procesos, y relaciones innecesarias para uno. Con tal motivo me he animado a hacer este escrito y dejar por sentado que he decido renunciar al embalaje y las competencias con las que hoy nos apreciamos y medimos con los demás, renunciar a los juegos de egos que esconden nuestra condición humana y la revisten de presunciones, de sofocantes vanidades, ritos y metas económicas que minan nuestros sentimientos de insensatos egoísmos y son las causa de las miradas de desconfianza, las de reojo que cela aquello que ni siquiera es propiedad nuestra sino un truco publicitario para alentar los comportamientos meritorios. Renuncio y denuncio a la política pero no a lo político que, por lo demás es la sustancia de nuestro ser social; a esa infame política de amañados trajes de paño y virulentas reuniones de reparticiones de la lucha de poder, esa misma que arropa a algunos de privilegios e historias sin mascullar y a otros de olvidos y supervivencias.
Renuncio y denuncio a las producciones ideológicas de los medios de comunicación y sus enjambres de sentidos y valoraciones mezquinas de proyectos, odios y amores. Denuncio a todo aquello que me dice qué tengo que hacer para ser feliz, como si la felicidad tuviera un único y exclusivo camino, a las autoridades de cualquier tipo que dicen poseer la verdad absoluta y las cuales, aunque contrarias al sentido común, se obligan en el diseño y protección de las injusticias. Renuncio y denuncio ser parte del método moderno de ver la vida como simples niveles estadísticos en los que diferencian grupos, seleccionan poblaciones, establecen límites, gustos, tendencias, a las caracterizaciones de las individualidades para someter a las interpretaciones y embaucarnos por senderos de iluminaciones públicas.
Renuncio y denuncio a las marcas y logos de cualquier tipo porque ya de por si nos enseñan a escoger y a quitarnos el derecho fundamental del libre albedrío, del popular y muy ajustado “porque se me da la gana”; a la tendencia moderna de objetividad y la unidireccionalidad del pensamiento porque éstas, aunque parecen diferentes se conjugan y atraen; a las ortodoxias en los más distinto campos, desde la religión, política, conocimientos, etc., cuyos fundamentos lo único que atraen son divisiones y distracciones de lo fundamental.
Renuncio y denuncio a la humanidad de papel y letra que se ha venido fraguando en la actualidad y que han llenado los congresos en la producción de leyes, constituciones y reglamentos, y han llenado las calles de pobreza, indiferencias y falsa moralidad; a los amores virtuales, a los besos olvidados, a las distancias sociales y sentimentales, a los ojos prestados.
Estoy seguro que se me tildará de apátrida, presumido, egoísta, pretencioso, embaucador, retórico, idealista, pero después de todo, desprenderse de esas incrustaciones de cristal es la parte más difícil que hemos de llegar a hacer pues hemos crecido junto a ellas todo el tiempo; igualmente luego de las renuncias y denuncias ya vendrá algo nuevo, algo mejor.
Mario Alejandro Neita Echeverry
Politólogo de la Universidad Nacional