En su particular e intencional estilo de editar noticias RCN Televisión desempolvó esta semana una vieja información de la revista Forbes según la cual la fortuna desconocida de Fidel Castro era superior a la de la reina de Inglaterra. Al final la noticia terminó siendo una infamia. Por todo esto, a los medios de comunicación no parecen interesarles la mirada crítica y reflexiva de la historia sino mover emociones. De modo que, ahora que Fidel Castro Ruz ha fallecido de muerte natural y de viejo, y no como muchos hubieran querido, se puede concluir que la propaganda negra ha construido en la memoria de los pueblos occidentales un imaginario colectivo tan perverso y embrutecedor que resultará casi imposible armar el acertijo de la verdadera historia de la revolución cubana.
Los hechos, que se dieron en el contexto de la guerra de guerrilla, y que siguen impactando en Cuba y el mundo, solo serán comprendidos por quienes tengan el valor y la decisión suficiente para leer, investigar y explicar este fenómeno social a partir de sus orígenes, causas y consecuencias. Pero hay algo todavía más preocupante, pues es poco probable que una investigación seria y honesta, sobre la revolución cubana, pueda educar objetivamente a las nuevas generaciones, porque la educación – al menos en el caso colombiano – no es coherente con el contexto social e histórico en que se desarrollan estos fenómenos, y son los medios de comunicación los que diariamente están cumpliendo la función de educar a los jóvenes, y a la opinión pública en general, a partir de noticias sesgadas, descontextualizadas, ahistóricas e infectadas de mentiras. Noticias tantas veces repetidas que terminan convertidas en verdades absolutas, por la fuerza de la costumbre.
Ilustremos lo dicho con ejemplos. Consideremos el desprestigio a Fidel desde lo social y económico. En Cuba hay pobreza, es cierto, pero no miseria, la miseria es la antesala de la muerte y, que se sepa, en la isla nadie se muere de hambre; los cubanos aprendieron a vivir sosteniblemente en medio de la escasez ocasionada, no por la revolución, como se pretende hacernos creer, sino por el bloqueo económico e inhumano de Estados Unidos.
Cuando un pueblo hace una revolución es porque algo anda mal, y el pueblo cubano necesitó en ese momento histórico hacer una revolución armada, pues de otra manera hubiera sido imposible acabar con la dictadura sanguinaria de Fulgencio Batista e introducir cambios por la vía democrática. Pero las condiciones históricas han cambiado en el mundo y, ahora, a diferencia de Cuba, se buscan nuevas posibilidades, nuevos modelos y sistemas sociales. Todo esto es muy difícil de comprender y aceptar. Y aun más difícil es saber dónde está el modelo de sociedad ideal; pero el capitalismo salvaje, se empeña en hacernos creer que el modelo actual, neoliberal, sí los es.
Miremos ahora la consecuencia de la revolución. En Cuba se necesitó hacer una revolución armada para que 50 años después las personas no duerman en las calles, para que no exista un solo analfabeta; para ser el único país en América sin desnutrición infantil, para que la Unicef declarara la isla “paraíso mundial de la infancia”; para graduar 130 mil médicos, formando hoy en un año más médicos que todos los que tenía antes de la revolución; una revolución para que se desarrollaran cuatro vacunas contra el cáncer, para que Cuba fuera el primer país en evitar la transmisión del VIH (SIDA) de madre a hijo, y una potencia deportiva.
Frente a todo esto, quedó una gran enseñanza, y es que hoy no se necesita hacer una revolución armada, en la que se sacrifiquen tantas vidas, para lograr una vida digna. Desde luego que las noticias ni las investigaciones pueden justificar ni ocultar los errores históricos de la revolución ni de Fidel. Todas las revoluciones violentas en el mundo han dejado huellas imborrables, y no pueden justificar las injusticias ni mucho menos la muerte de seres humanos. Pero de errores también está hecha la historia y la vida. El filósofo y ambientalista Paúl Sánchez Puche, quien hoy es reinsertado de la Corriente de Renovación Socialista (CRS) y docente universitario, reconoce hoy que el error en Cuba fue haber impuesto un socialismo a ultranza, porque “el ser humano por naturaleza, y en cualquier sistema social, requiere y exige de un mínimo de libertad dentro y fuera de su país. Somos ciudadanos del mundo no de países”, explica. De tal forma que ahora, al pueblo cubano, se le presenta la oportunidad histórica de demostrar su capacidad de hacerse respetar, como lo ha hecho en más de medio siglo de bloqueo económico, pero esta vez, con libertad y dignidad.
Autor: Ramiro Guzmán Arteaga